¿Y si en lugar de pensar en lo que queremos obtener nos
dedicamos a pensar por un momento en lo que podemos ceder? Pero no ceder en
plan mínimas condiciones, ni con desidia, ni mucho menos con magnanimidad. Me
refiero a ceder con generosidad de la buena, de esa que te produce picores en
el cerebro antes de hacerla pública pero que te reconforta el corazón cuando
ves la reacción de la otra parte.
¿Y si en lugar de tirar de nuestro lado de la cuerda cada
vez con más fuerza decidimos soltar un poco para evitar que se rompa? ¿Y si empezamos a cambiar el egoísmo cerril
por egoísmo inteligente? Ese que sabe perfectamente que llegar a un punto en el que todos ganan es
la manera más fácil de asegurar tu porción de victoria.
¿Y si empezamos a
pensar en ganar-ganar?
El cuarto hábito de las personas altamente efectivas, según Stephen Covey, es pensar en
ganar-ganar. Hace tiempo que la clase política de este país no piensa así,
incluso con un punto crítico y de mala leche se podría decir que no piensa a
secas. De ahí, fácil llegar a la conclusión, como además demuestran por sus
hechos, de que son altamente inefectivos, y seguirán siéndolo si no cambian su
modo de actuar.
Ojo, que cuando hablo de políticos, hablo por extensión de
nosotros, de la sociedad responsable de que ocupen el lugar que ocupan. ¿Hace cuánto que no compartes en redes
sociales algo de alguien que no piensa exactamente como tú? Que digo
compartir, a veces me pongo de un idealista inaguantable…. ¿Hace cuánto que no lees con verdadera curiosidad algún artículo de
alguien que piense distinto a ti? Para conseguir que los de arriba cambien,
nosotros debemos de dar el primer paso y dejar de comportarnos como forofos
aborregados de quién se erige estandarte de nuestro pensamiento. Dos personas con las mismas ideas
halagándose mutuamente nunca van a cambiar el mundo. Y los conflictos,
necesitan de un cambio para desenredarse. Esto sólo se consigue poniendo un
poco de sentido crítico y haciendo el esfuerzo para ponerse en los zapatos de
la otra parte.
A estas alturas ya habrá alguien tachando este artículo de
“buenismo” de manera despectiva. Pero, aunque esa palabra, y ese tipo de visión
a mí particularmente me encanta (mejor nos iría a los humanos si todos
pecáramos de “buenismo”) lo cierto en que pensar
en ganar-ganar es una postura eminentemente práctica. Porque cualquier otro
modelo de comportamiento es altamente inefectivo. Voy a tratar de explicarlo.
Pensar en ganar-X,
cuando nos importa nuestra victoria por encima de todo lo demás, no es sólo
pecar de egoísmo sino sobre todo de falta de miras.
Anteponer tu triunfo
a cualquier otra cosa es entrar en un camino sin salida. Una victoria
absoluta, por mucho placer que produzca en el primer momento, sobre todo al
ego, significa que el bando contrario no ha podido satisfacer ninguno de sus
intereses. Con lo cual, en el mejor de los casos este bando contrario estará
deprimido y triste. En el peor de los casos, resentido, humillado y cabreado.
Significa en un último término una relación quebrada, cuando no rota. ¿Qué se
puede construir desde ahí?
¿Puede haber por tanto una estrategia peor que ganar-X? Pues sí desgraciadamente la
hay. Se trata de pensar en X–perder.
Es decir, que, en una relación, o directamente en un conflicto, no nos importa
tanto nuestra victoria como que la otra parte no gane. Situación de ego
desatado que busca el placer en la derrota del contrario anteponiéndola si es
necesario a sus propios intereses. Esta estrategia, no hace falta ser Rappel
para verlo venir, o, dicho de otra forma, hasta Rappel podría adivinarlo, acaba
deviniendo en una situación perder-perder.
Y eso es ciertamente lo que más me preocupa cuando observo el conflicto
catalán, que cada vez leo a más gente instalada en una posición donde les
preocupa más evitar que la otra parte consiga sus objetivos, que buscar un
escenario de mínimo consenso.
Te doy una pista, si la manifestación a la que vas a acudir
es “en contra de” es posible que estés a punto de entrar en ese camino.
Covey venía a
decir que cuando vivimos en sociedad, nuestros mayores logros tienen que ver
con las relaciones con los otros, que la
vida humana es interdependiente. Y la interdependencia es el paradigma del
nosotros. “Nosotros” podemos combinar
nuestro conocimiento, talento, aptitudes, y perspectivas para crear algo mejor,
algo que trascienda el “yo”.
Yo, que me eduqué con “La
bola de cristal”, aprendí desde pequeño que: “Solo no puedes, pero con amigos sí”. Y el término soledad se pueda
aplicar tanto a una persona como a una masa de personas con un pensamiento
único. La felicidad, que es lo que perseguimos cada uno de nosotros en el
fondo, como demostró el estudio de Harvard del que ya hemos hablado en este blog, depende en gran parte de
nuestras relaciones. Y cuidar una
relación sólo puede hacerse desde un pensamiento ganar-ganar.
¿Queremos construir o
queremos destruir? ¿Queremos enredarnos o avanzar? ¿Queremos ser felices?
Si tus respuestas a estas preguntas han sido las lógicas en un ser humano con
mínimo nivel de raciocinio, que no te quepa duda, todo esto solo se consigue pensando en ganar-ganar.
Hasta cierto punto me alegro de que la actualidad me haya
forzado a tirar de clásicos y poner sobre la mesa los hábitos de las personas
altamente efectivas de Stephen Covey. Porque nunca viene mal recordar que un enfoque ganar-ganar nos ayudará en la
vida general, en cualquier relación personal y laboral… y, ya no digamos, en
una negociación política.
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