DREAMSTIME EXPANSION
Quien hace todo lo posible por relegar y desdeñar al que es
mejor que él padece el 'síndrome de Procusto'. Conocer su 'modus operandi' y
detectarle a tiempo es fundamental para no caer en sus redes.
Procusto regentaba una posada en las montañas de Ática en la
que ofrecía alojamiento y cuidados a los viajeros. Hijo de Poseidón, invitaba a
sus huéspedes a tumbarse en una llamativa cama. Cuando dormían plácidamente,
les cortaba las partes de su cuerpo que sobresalían o descoyuntaba sus huesos
hasta que daban la talla del lecho. Teseo acabó con este sanguinario dándole de
su propia medicina, pero su proceder ha perdurado ya que sirve como metáfora de
un comportamiento empresarial: la fobia a la diversidad y a la convivencia con
la diferencia.
FOBIA
Explica David Gómez,
coach y miembro de la junta directiva de ASESCO (Asociación Española de
Coaching), que "la obsesión de Procusto es hundir a todo aquel que es
mejor que él. Es capaz de humillar y menospreciar para conseguir su
objetivo". Añade que, "esta persona tiene la autoestima por los
suelos y miedo al cambio". La fobia va aún más lejos. Luis Fernando Rodríguez, CEO y experto en personas y equipos de
Watch&Act, señala que, este profesional quiere que "todo se ajuste a
lo que él dice, manifiesta incapacidad por reconocer como valiosas las
aportaciones que no son suyas y no se ajustan a sus cánones".
Otra de las actitudes que delata a quien padece el síndrome
de Procusto es que, como afirma Gema
Monedero, socia director de Ackermann, "suele estar a la defensiva,
trata de controlarlo todo e intenta acaparar más tareas de las que podría
realizar sólo para que no las hagan los demás".
ACTITUD
Por su escasa empatía y necesidad constante de
reconocimiento, Fernando Botella,
CEO de Think&Action, opina que "son manipuladores y, en general,
alérgicos a la diversidad. Toleran mal todo lo que se aleje de la uniformidad
de su propio modelo. No soportan que otras personas destaquen más que ellos. La
madrasta de Blancanieves era una procustoniana de manual". Salir
victorioso contra la más guapa del reino es el reto. Botella asegura que la mejor manera es "ayudarle a conocer sus
propias limitaciones".
Desde una perspectiva más teórica, Arancha Ruiz, socia de Headhunter&Talentis, señala que lo
mejor es utilizar las técnicas relacionadas con la gestión del cambio en las
organizaciones: "Identificar un agente de cambio para que le escuche; una
dirección de cambio señalando un objetivo concreto y alcanzable; y, por último,
conectar con una motivación que le incentive a abrazar el cambio". Una
guía que no siempre resulta eficaz, porque, según Botella, "se trata de
personas que tienen sobre estimada su autoestima".
SUPERVIVENCIA
Para Andrés Fontenla,
socio director de Recarte&Fontenla, executive search, sobrevivir a un
comportamiento procustoniano no es complicado si se trata de acciones
espontáneas, es decir, "si son consecuencia de la batalla diaria. Creo que
no se vuelve en nuestra contra si se rectifica o se restaura el daño
causado". Sin embargo, parece que hay que andarse con pies de plomo, sobre
todo si es el jefe el que padece este síndrome. Rodríguez apunta que necesitan aliados, personas que tiren de
ellos. Identifica dos tipologías de líderes: "Los que necesitan que otro
haga un trabajo sucio, que le sirva para limpiar un camino que desea recorrer
con más facilidad; y los que no lideran y no son capaces de ver a la víbora que
se esconde detrás del adulador que expone una y otra vez su deseo de tomar más
responsabilidad en la empresa".
CULPABILIDAD
Todos somos un poco Procusto y ser consciente de ello es el
primer paso para avanzar: "Tender puentes y afrontar con honestidad las
propias miserias es una buena fórmula para salir airoso del bache",
recomienda Fontenla.
Y para no caer en las redes del personaje mitológico, Botella explica cómo, llevado al
extremo, las secuelas pueden ser graves: "Son personas corroídas por la
envidia que pueden llegar a hacer cosas que van en contra de sus intereses con
tal de perjudicar a otros. Además son individuos tristes y desequilibrados
emocionalmente. No son conscientes de sus propios actos y esto les convierte en
unos amargados".
Herederos del estilo
del siglo XX
"Su liderazgo es
del siglo XX, imitativo, de control". Con estas palabras define María García, socia fundadora de Smart
Culture, a aquellos que padecen el 'síndrome de Procusto'. Cree que "no
son conscientes de la importancia de la autenticidad y la integridad para
conseguir que cada profesional sea su mejor versión". García, a partir de su experiencia como 'coach', asegura que
"existen herramientas que miden la poca eficiencia de este tipo de
liderazgo reactivo, que tiene impacto en un 40% de los resultados de
negocio". No obstante, confiesa que "cualquiera de nosotros,
contagiados por culturas que fomentan el individualismo y la comparación entre
profesionales, podemos vivir una etapa Procusto, por protección o estrés, o
supervivencia. La forma de gestionarlo es trabajar nuestros niveles de
conciencia, y hacerlo de manera constante".
La resistencia al
cambio, un contrapeso positivo
Eso de que en la variedad está el gusto hay que mantenerlo a
rajatabla en las organizaciones. Los clones profesionales son el escollo más
peligroso. La diversidad es fuente de creatividad y, en este caso, una persona
reacia al cambio -'síndrome de Procusto'- puede aportar un contrapeso positivo
en un equipo, si se sabe gestionar. Arancha
Ruiz, socia de Headhunter&Talentis, y en referencia a un artículo que
leyó en Harvard Business Review,
explica que "poseer cierta resistencia al cambio y una visión pesimista
ayuda a identificar mejor los problemas y a crear estrategias y tácticas más
realistas y, por tanto, exitosas". No obstante, los expertos coinciden en
que convivir con estos profesionales requiere cierta estrategia. Andrés Fontenla, socio director de
Recarte&Fontenla, dice que "es conveniente mantener un equilibrio
entre la sobre exposición y la huida permanente. Esquivar completamente al
elemento tóxico no exime de recibir el impacto de su influencia negativa: te
puede convertir en blanco oportunista de sus dardos". María García, socia fundadora de Smart Culture, advierte de que
"sobrevivir a un profesional 'Procusto' es más fácil que a una cultura
'Procusta'. Al individuo podemos ayudarle a cambiar y mejorar y, si no
funciona, desvincularle de la organización". Si es una cuestión cultural, García cree que el profesional debe
influir para evolucionar a una cultura más diversa y colaborativa, "si el
líder no colabora, la solución es cambiar de empresa".
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