Son lentas, numéricas
y tienen un aire militar; las nuevas generaciones buscan rapidez, flexibilidad
y confianza, más que un voto de obediencia.
Ni siquiera las leyes de la ciencia son inmanentes. El
geocentrismo tuvo vigencia durante 23 siglos, hasta que apareció Copérnico y
complicó las cosas. Luego lo siguieron Kepler y Galileo. Todo iba bien, pero
surge Isaac Newton, que le agrega otros fundamentos que persistieron hasta la
llegada de Albert Einstein. En síntesis, aquellas leyes tienen su nacimiento,
desarrollo, decadencia y muerte, como todo ser vivo, o los ciclos culturales e
históricos-sociales. Y por esto mismo, no puede sorprendernos un artículo de Jane Simms, publicado en People Management con el título: "No más evaluaciones de desempeño. ¿Y
ahora qué viene?"
La respuesta a este interrogante, según Simms, es que "lo nuevo ahora es poner el énfasis en un
diálogo continuo de desarrollo entre los managers y sus equipos, mayor libertad
y flexibilidad, incluyendo el establecimiento más frecuente de objetivos, y una
conexión más clara entre los objetivos individuales y corporativos".
Los sistemas de evaluación de desempeño han sido
cuestionados desde el principio del siglo XX, cuando se implementó en el
ejército norteamericano. Por la necesidad de manejar gran cantidad de personas,
se apela a métodos castrenses.
Las distintas metodologías se fueron sumando, siempre
tendiendo a traducir las conductas humanas a números, tal como se miden los
stocks o los índices de producción. De aquí también podemos deducir el origen
del nombre "recursos humanos", que ponen a la par objetos y personas.
Los fracasos fueron varios y por diversos motivos. El
artículo de People Management menciona que, en 1957, "un profesor de
management redactó un trascendental artículo para la Harvard Business Review en
el que argumentaba que los empleados harían mejor en evaluarse a sí mismos en
lugar de someterse a un cara a cara antinatural con su jefe".
El propio procedimiento es antinatural, como lo son todos
los exámenes orales en el ámbito académico. El docente (el jefe) es una especie
de Dios que hurga y juzga, a veces sin instancia de apelación. Es incómodo y
artificial tanto para uno como para otro. La relación es asimétrica por
definición y se convierte en mucho más grave y dañino cuando se vincula la
evaluación de desempeño a una compensación económica, puntual o regular.
Lo que debiera ser una instancia de diálogo o aprendizaje,
se convierte en una expectativa de número final. En la cabeza del evaluado
persiste una pregunta que obnubila el entendimiento: "¿Y? ¿Me van a
aumentar o no? ¿Recibiré el bonus? ¿Cuántos?"
El otro cuestionamiento es lo señalado más arriba: la cultura
de la organización, que implica diversas fases y, por lo tanto, depende en cuál
esté instalada la organización. En una empresa sin objetivos claros, cada uno
hace lo que se le ocurre que está bien. Los resultados son dispersos y por lo
general, más pobres de lo que se espera. Un buen sistema de evaluación de
desempeño obliga a homogeneizar criterios, lo que contribuye a mejorar la
comunicación, pieza clave para que todos trabajen coordinadamente. Éste es el
verdadero fundamento de la evaluación de desempeño.
Por último, la cultura de hoy. Los métodos tradicionales
proponen realizar una evaluación por año, es decir, un siglo, cuando estamos
acostumbrándonos, en especial los millenials, a recibir respuestas
instantáneas. Un par de teclas y ya está.
Una velocidad similar es la que se espera de los jefes, pero
respetando los tiempos de la comunicación humana.
2 comentarios:
Muy provocador (en el buen sentido) tu artículo. Más allá de si la evaluación del desempeño funciona o no, antes me pregunto si realmente evaluamos o apenas valoramos? Y algo aún mas importante: valoramos sólo competencias blandas o sólo competencias técnicas? o (peor aún), ni idea de cómo ensamblar ambas...? Bueno, así las cosas, viene la pregunta de rigor ¿podemos mejorar lo que no evaluamos (valoramos)? Porque sino, entonces la "mejora continua" sería otra quimera. Por cierto la autoevaluación, no es objetiva sin cultura organizacional y fuera de una mirada 360°.
Muchas gracias por movernos con tu reflexión!
Gracias por tu meritorio aporte porque son sólidos los argumentos formulados.
Sigue adelante!!!
Saludos cordiales, Rodolfo.
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