Valorar la enseñanza
de la empatía, la tolerancia al fracaso y varias habilidades generales es una
tendencia creciente; son planes que tienen también sus críticas.
"La noticia se difundió rápido en redes sociales y
rebotó en decenas de artículos: en el año del Brexit y de la victoria de Donald
Trump, Dinamarca resolvió reforzar sus programas de enseñanza de
"empatía" en la escuela primaria, para formar ciudadanos menos
egoístas y más conscientes del prójimo. En el 90% de los casos, el encuadre de
esta historia vino con loas a los valores y a la economía de los países
escandinavos, con un dato resaltado: Dinamarca, el país de la empatía enseñada,
hace años que rankea primero en los estudios de felicidad.
En un 2016 que terminó controvertido para la agenda de la
democracia occidental y el progresismo, el apetito por noticias positivas que
lleguen de Suecia, Noruega, Dinamarca y también de Finlandia e Islandia (¡donde
se festeja la Nochebuena leyendo cuentos en familia!) parece haber tocado un
máximo. Según suele decir el profesor de la UBA y de la Udesa Daniel Heymann,
desde el punto de vista de la economía es algo así como "el sueño del
pibe": alto crecimiento y alta progresividad e inclusión social.
Foto: Javier Joaquín
Lo de la enseñanza de la empatía fue doblemente festejado
por quienes siguen de cerca el debate sobre "el trabajo" (y la
educación) del futuro. En un extremo de esta línea, se postula que en un mundo
con cambio muy acelerado y tecnologías exponenciales, donde las carreras
profesionales deberán reinventarse cada diez o cinco años, poner mucho énfasis
en conocimientos "específicos" ya no tiene sentido, y lo que
convendrá es promover currículas de habilidades generales, que permitan
"pivotear" fácilmente entre distintas ocupaciones.
Una muestra de esta visión puede observarse en un reciente
documento escrito por Peter Diamandis, físico, ingeniero y uno de los
fundadores de Singularity University, que tituló: "Reinventando cómo le
enseñamos a nuestros chicos". Allí, Diamandis parte de cinco valores
básicos para navegar por el nuevo mundo (pasión, curiosidad, imaginación,
pensamiento crítico y persistencia) a partir de los cuales sugiere una currícula
de habilidades generales (para la educación inicial) que, además de empatía,
incluya módulos de fomento de la curiosidad, de detección de la pasión de cada
uno, de persistencia, de storytelling, de experimentación, de exposición a la
tecnología, de creatividad e improvisación, de ética y de codificación. Hay un
módulo con "los tres básicos" (leer, escribir y matemáticas), pero es
sólo uno de la decena de secciones que propone. Como marco general, Diamandis
también recomienda que todos los programas tengan énfasis en tolerancia al
fracaso y en una mentalidad de crecimiento, abundancia y optimismo (growth
mindset).
"Mandame algo serio, por favor, Campa", me dijo en
la semana Axel Rivas, especialista en educación de Cippec, cuando le envié este
documento a ver qué opinaba. Rivas cree que esto de "promover sólo
habilidades generales en un mundo cambiante" es una moda que se fue para
un extremo absurdo: "Hay que aprender a enseñar muchas habilidades
embebidas en el conocimiento. Por ejemplo, en una materia de historia se puede
enseñar con los alumnos personificando un debate con grandes actores de la
revolución francesa. Eso permite practicar la oralidad, la capacidad de
expresión, la empatía en la escucha de la posición del otro, etcétera. Pero lo
central es que, siguiendo el ejemplo, se enseñe una forma de razonamiento
histórica centrada en el análisis de los procesos, la temporalidad, la
contextualización. No serviría de mucho si se hace un buen debate, pero basado
en hechos errados o en fechas aisladas del proceso", marca el investigador
de Cippec.
El educador estadounidense Daniel Wellingham sostuvo al
respecto: "Si se le indica a un alumno que aborde un tema desde «múltiples
perspectivas», él entenderá que debe hacerlo, pero si no sabe nada acerca del
tema en cuestión no podrá empezar a abordarlo desde múltiples ángulos. El
pensamiento crítico no es un habilidad, no hay tal cosa como un «set de
pensamiento crítico» que pueda adquirirse independientemente del
contexto", afirma.
Crítica al
pensamiento crítico
En una reciente columna, Carl Hendrick, jefe de enseñanza
del Wellington College en Berkshire, va más allá: "Por qué las escuelas no
deberían enseñar habilidades de pensamiento crítico", provoca desde el
título de su escrito. La premisa tiene que ver con que hay muy poca evidencia
científica que indique que esto puede ser enseñado en forma independiente de
contenidos específicos, y que hay un mito que recorre esta nueva agenda de
aprendizaje: que las "habilidades generales" son fácilmente
traducibles y trasladables entre una especialidad y otra. "Hay mucha
investigación psicológica concluyente que demuestra que esto no es así. Por
ejemplo, la habilidad de memorizar una serie larga de números no se traslada a
la de recordar una serie larga de letras. Es más: cuanto más complejo es el
dominio profesional, más importante se vuelve el conocimiento específico para
ser exitoso en ese campo".
Lo mismo, sostiene Hendrick, vale para
"persistencia" o "mentalidad de crecimiento": no hay
evidencia de que promover estos valores fuera de un contexto específico tenga
un efecto positivo en los alumnos.
Ni Rivas, ni Handrick, ni Wellingham descalifican la agenda
de habilidades generales per se, sino su versión extrema de que la
especificidad ya no es útil. Hay un camino intermedio que es el que hoy
promueven la mayor parte de las instituciones educativas.
"En educación ejecutiva hace rato que los programas
serios se basan en enseñar a pensar desde perspectivas múltiples a partir de un
problema concreto en un contexto determinado -dice Fernando Zerboni, profesor
de la Udesa-, no estamos hablando de ser un experto en todo, sino de saber lo
suficiente como para poder interactuar con los expertos en diferentes temas y
poder incorporar estas miradas en las decisiones", agrega.
Ignacio Puig Moreno, cofundador de Acamica, una startup de
enseñanza, coincide: "Está claro que ambas visiones, la de la
especificidad y la de las habilidades generales, son complementarias en
realidad. Hay un timing para todo, y distintas etapas en la vida; yo lo observo
con mi hija Eloísa de ocho meses y lo contrasto con mi experiencia: al comienzo
es descubrimiento, luego especificidad. Algunos perfiles de personas son
amplios, horizontales, donde yo me incluyo: me aburro yendo por una vertical y
no es casualidad que haya optado por la ingeniería industrial (saber un poco de
muchas cosas y no mucho de una sola). Mismo, otras personas mutan y cambian su
expertise o agregan nuevos. Lo que está claro es que el one size fits all (una
talla para todos) sobre educación no va más, para nadie".
Este "pensamiento crítico al pensamiento crítico"
muestra un lado B de la agenda sesgada 100% a las "habilidades
generales", una de las cuales, la empatía, fue remarcada al principio de
esta nota para el caso de Dinamarca. Hay quienes se hartaron de esta visión
idílica de los países nórdicos y publicaron artículos catárticos contra los
países escandinavos: The Guardian hizo uno muy divertido semanas atrás, con
énfasis en los niveles récord de alcoholismo, ingesta de antidepresivos,
suicidios, deuda por habitante y productividad estancada de estos "mundos
felices".
Como se ve hay mitos por todo lados, y parece que también en
la idea de la "reinvención permanente" de la carrera de cada uno. En
una reciente entrevista, Cher, una de las reinas del pop, sostuvo que la
resiliencia es mucho más importante que la "reinvención". Que su
trayectoria fue una montaña rusa, en la que luego de cada caída se
multiplicaban artículos hablando de su "capacidad de reinvención":
"Es una pavada, yo siempre fui la misma". Paradojas de un contexto
que glorifica la "autenticidad" y la búsqueda de la verdadera pasión,
y al mismo tiempo, el cambio permanente en hábitos, en nuestro set de
habilidades y hasta en nuestras carreras.
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