Trasladado a la vida
cotidiana en las organizaciones laborales, sería bastante complicado que
pudiéramos oír todas las voces que circulan alrededor en pudoroso silencio.
Es una serie policial de origen británico, producida por
Netflix. Se llama The Fall. Uno de
sus protagonistas principales, perseguido por la policía, es un psicólogo.
Casado, con dos hijos, un esposo y padre dedicado, cariñoso, intachable. Al
mismo tiempo, es un asesino serial de mujeres de aproximadamente 30 años, a las
que tortura asfixiándolas lentamente hasta matarlas.
Una noche, su hija mayor tiene pesadillas, de las que
despierta llorando a gritos. Su madre va a su habitación para calmarla. A su
vuelta a la cama con su esposo, expresa un deseo: "Ojalá supiera lo que
pasa por su mente cuando está así". La respuesta de su pareja, padre,
psicólogo y asesino serial es simple: "Nadie sabe lo que pasa por la mente
de alguien. La vida sería intolerable si lo supiéramos".
Habrá que reconocer que la afirmación tiene algo de verdad.
Por supuesto, en su caso es más evidente por la doble personalidad que, en este
film, se revela desde el primer episodio. Pero queda pendiente preguntarnos si
la vida sería en verdad intolerable si conociéramos los pensamientos ocultos de
los demás. El ejemplo más cercano puede ser uno mismo.
Trasladado a lo cotidiano, a las organizaciones laborales
que están pobladas de personas diversas, sería bastante complicado que
pudiéramos oír todas esas voces que circulan a nuestro alrededor en pudoroso
silencio. Jefes, empleados, pares, operarios, capataces, todos ellos revelando
lo que no sabemos.
En otro film, más antiguo y cuyo título es Cowboy de Medianoche (Midnight Cowboy),
hay un personaje interpretado por Dustin Hoffman, Ratso, que en su delirio por
la enfermedad que avanza, es acompañado por una canción: "Todo el mundo me
está hablando no entiendo lo que dicen/son solo ecos de mi mente. La gente se
detiene, curiosa/no puedo ver sus rostros/solo la sombra de sus ojos". Si
los pensamientos de los que nos rodean se trasmitieran por altavoces, a la
manera de la música funcional, sería verdaderamente intolerable. Éste es el
límite.
Un crítico fundamentalista podría señalar que todos somos un
poco hipócritas. Es el revestimiento que permite que existan las organizaciones
laborales y, además, funcionen de un modo u otro. Son las tinieblas que se
intentan atravesar en los procesos de selección de personal que, como se sabe
pero también se oculta, no pertenecen a las ciencias exactas. Ningún modelo de
encuesta de satisfacción ni detección cibernética, podrá reflotar el marasmo
oscuro que corre por entre la dotación, pero si algún día se lograra, ¿sería
tolerable?
El asunto puede ser grave para aquellos que padezcan de unos
pequeños gramos de paranoia. Sospechar qué es lo que piensa de verdad el otro
puede llevar a temores injustificados. Los primeros candidatos a ser observados
son los jefes, lo que justifica que se implementen las evaluaciones de
desempeño que solo navegan por la superficie de los resultados. Es mucho mejor
que nada, claro está, pero también queda al descubierto, con la definición
proporcionada por el protagonista de la serie, la profunda complejidad del
liderazgo.
No hay claves, por más que se las ambicione. No hay
seminarios que cubran todos los aspectos irreconocibles de la psiquis humana.
Todos los líderes están solos, erigidos sobre un fluir a los que no tienen
acceso. Puede parecer una versión apocalíptica, pero es realista. Un
"sinceramiento", pero también un punto de partida, una comprobación
de los límites que estimula la humildad, condición necesaria para ejercer
cualquier cargo de supervisión, aceptando que solo podrán ver en su gente,
"la sombra de sus ojos".
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