Mostrarte disconforme
aportando una alternativa suele mejorar tu imagen como profesional.
Reclamar lo que consideras justo no te hace peor
profesional. Contrastar los hechos y aportar soluciones concretas es la única
salida para evitar que te tachen de quejica insoportable.
Las quejas sin fundamento te harán más tóxico, pero aquellas
que persiguen un objetivo concreto, en tu propio beneficio o de un grupo de
trabajo, pueden ser el mejor acicate para el éxito profesional.
El experimento de dos amigos, Pieter Pelgrims y Thierry
Blanpain, que decidieron no quejarse durante un mes se ha materializado en
Complaint Restraint, una iniciativa que han secundado miles de adeptos en todo
el mundo.
Hay situaciones que pueden merecer tu atención
sin llegar a la
reclamación. Basta con pedirlo
A juzgar por los resultados, este esfuerzo les hace más
felices. Es probable que libere a muchos, pero el ejercicio no soluciona el
problema si la queja, ya sea personal o profesional, está justificada y se
realiza con ánimo de mejora. "Si tu queja se debe a que intentas mejorar
tu productividad o la de la empresa, es probable que, si sabes plantearla, sea
bien recibida", afirma Eva Rimbau, profesora de estudios de Economía y
Empresa de la UOC. No se trata de evitar el conflicto, sino de explorar y
negociar una solución que ponga fin a algo, que objetivamente, no es justo o se
puede mejorar.
Sugiere, no te
lamentes
El 18% de los estadounidenses son quejicas crónicos -según
Gallup-. El descontento y la negatividad se manifiestan en un porcentaje más
elevado de españoles que están continuamente enfurruñados. Se menciona a la
queja como un mecanismo de defensa. Sin embargo, hacerlo de manera gratuita te
puede llevar a ser un empleado tóxico: contaminar el ambiente laboral con
comentarios negativos no sólo reduce tu productividad, sino que arrastra al
resto.
La empresa debe crear el entorno y los canales adecuados
para atender todas las sugerencias
"Creo que debemos quejarnos cuando se aprecie una
ruptura de los valores apreciados en la empresa, pero basándonos siempre en
hechos objetivos y no en impresiones o sensaciones", opina José Manuel
Casado, socio fundador de 2C Consulting, que como Pilar Jericó, presidenta de
Be-Up, entiende que una queja es una reclamación de atención o protesta lícita
"que se puede hacer en cualquier organización ante cualquier desacuerdo o
inconformidad". Jericó habla de las quejas sanas, "una sugerencia o
una recomendación cuyo objetivo es defender algo que es beneficioso. Es la
antítesis de no hacer nada, dejar pasar las cosas, sin ruido tomar decisiones.
Esto es lo que nos hace tóxicos. La queja hay que legitimarla, no
taparla".
Por esta razón, justificar esa reclamación resulta básico
para dar los primeros pasos que canalicen la queja. Rimbau advierte de que, en
general, "son aceptables las reclamaciones derivadas de una ruptura de
acuerdo o compromiso. Pero, cuidado, hay situaciones que merecen tu actuación
pero no en forma de queja, por ejemplo, si necesitas algo que nunca antes
habías pedido, no debes lamentarte, simplemente pídelo".
Antes de mostrar tu disconformidad, analiza a fondo la
situación y prepara la solución. "Explica por qué las cosas, tal y como
están, no funcionan", dice Rimbau.
Cómo gestionarlo
* Dirige la queja a la persona adecuada y sólo si lo estimas
oportuno, pide el apoyo de un compañero.
* Ten siempre la solución preparada: qué necesitas para
poner fin al conflicto.
* Actúa con tranquilidad y coherencia. Deja las emociones a
un lado y vigila tu lenguaje corporal.
* Plantea el discurso con una secuencia lógica, de lo
general a lo concreto.
En la medida de lo posible, trata de reflexionar en
solitario. La línea que te separa de los quejicas es muy fina. Estos son
expertos en buscar aliados, cautivar a un grupo con su discurso para
convertirlos en aliados de una guerra que ya tienen perdida. Los quejicas saben
que si están solos pierden fuerza, pero si tu queja está justificada, decidir
emprender la batalla en solitario puede ser la mejor opción. "Si la queja
se centra en hechos perjudiciales para la productividad y, en todo momento, tu
actitud es profesional, es difícil que se desarrolle un conflicto en torno a
ella", señala Rimbau. Añade que, "si ves que tu sugerencia cae en
saco roto, no insistas una y otra vez; corres el riesgo de ser considerado
conflictivo".
Habla con el jefe
Planificar el camino para mejorar la situación es el primer
paso para el éxito, sobre todo teniendo en cuenta que algunas de estas quejas
fundadas tienen una solución compleja. Casado habla de los delitos de cuello
blanco, "esos que suceden a diario, que parecen producirse al margen de la
legislación y de los que no se sabe mucho porque no tienen datos sólidos".
Menciona alguna de las tesis de Steve D. Levitt recogidas en su libro
Freakonomics: cuanto más elevado es el escalafón en el que se sitúan los trabajadores,
más propensos son a cometerlos, por lo cual suelen ser cometidos por los jefes.
La presidenta de Be-Up explica que es responsabilidad de la
empresa crear los canales adecuados. Apuesta por los bidireccionales como la
mejor opción: "Hay que proporcionar al empleado el entorno y la vía más
adecuados para comunicar sus sugerencias o reclamaciones, y también para que
proponga soluciones. No se puede confundir la queja con la divergencia. La
primera lleva implícito el deseo de cambio; no se trata de crear el muro de las
lamentaciones".
En cualquier caso, Casado afirma que "es trascendental
dirigirse a la estancia y persona adecuada, es decir, a aquella área encargada
de su resolución, generalmente el jefe". No obstante aconseja, antes de
presentar la queja, "valorar los pros y los contras: qué gano y qué
pierdo; a quién afecta y qué consecuencias puede tener".
Quejicas y otros
seductores impertinentes
QUEJICAS
Su victimismo afecta a todos los que les rodean. Nunca les
verás felices y satisfechos, cualquier cosa es susceptible de crítica y
buscarán aliados que les ayuden a hacer ruido. Si no tienes cuidado, te verás
participando en asuntos que te parecían incuestionables.
IMPOSTORES
Aunque poseen un nivel de conocimiento y competencias
limitados, son unos artistas de la apariencia. Su meta es no ser descubiertos,
y para no quedar en evidencia suelen tener una actitud reactiva.
ACOMODADOS
Lo de destacar no va con ellos. Si tienen alguna buena idea
no la plantearán, ello supone salir de una zona de confort en la que prefieren
pasar inadvertidos; creen que es la mejor estrategia para mantener su puesto.
TREPAS
Son la sombra de los profesionales más exitosos, pero
desaparecen cuando surge cualquier problema.
AGOBIADOS
No controlan su tiempo ni el estrés. Y lo peor de todo es
que pueden contagiar con su pesimismo al resto.
AGAZAPADOS
Poseen la iniciativa, actitudes y conocimiento que demanda
el mercado y lo saben. Sólo están esperando la mejor oportunidad para dar el
salto a otro proyecto que alimente su carrera.
PELOTAS
Inseguros, no confían en sus propias capacidades, por eso se
preocupan sólo por adular a los que, en apariencia, pueden decidir sobre su
futuro: los jefes.
CONFORMISTAS
Todo les parece bien y evitan hacer comentarios. Su actitud
complaciente puede llevar a la quiebra a cualquier equipo de trabajo. Con ello
pretenden ser inmunes cuando lleguen los despidos.
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