Imagino que lo conocerán por
experiencia propia, pero son pocos los jefes que te agradecen el esfuerzo que
realizas por encima del salario que te pagan. Yo los he tenido. Pero no
abundan. Entiendo que por ejercer tu trabajo habitual, correctamente, no
merezcas ni una palmadita, ni un agradecimiento; pero en estos tiempos de
dificultad, donde casi todos acaban arrimando un poco más el hombro, tanto en
la administración pública como en la empresa privada, las sonrisas y dar las
gracias deberían abundar más que antes. Cuando fui jefe, con unas cuantas
personas bajo mi responsabilidad, confieso que a veces por olvido y otras por
dejadez, no di las gracias en ocasiones, probablemente para algunos demasiadas.
Rectifico ahora y aprovecho para
hacerlo. Que conste que me gusta corresponder, y no por costumbre solo, sino
por reconocimiento al trabajo bien hecho, al esfuerzo, al mérito. Igual que
pedir perdón, ya sea cuando nos equivocamos con un compañero de trabajo o un
subordinado, si no hemos actuado con honradez, o cuando de alguna manera le
hemos maltratado. Y hay jefes que siempre tienen la razón. Estos son los
peores.
En esta Castilla nuestra estamos
poco acostumbrados a los gestos, puede que hasta los consideremos excesivos,
probablemente pensemos que sea mejor no recibirlos en demasía y aguantar cuando
luego te peguen una puñalada por la espalda, pero llega a parecer que los
castellanos no supiéramos reconocer las cosas. Hay hasta dirigentes que se
rodean de personas ineptas porque creen que de esta manera no peligra su puesto
de trabajo y colegas que no comparten información porque piensan que si solo
ellos la conocen tienen el poder y más facilidad para mantener su empleo.
Evidentemente, si sus superiores son como ellos, lo tienen fácil, pero sin
embargo será muy difícil que ese equipo crezca, genere ideas y trabaje
conjuntado. Cada uno irá a lo suyo. Y acabarán desalentados. Cuesta crear
equipo porque hay que compartir y sufrir juntos, pero es muy fácil destrozarlo.
Y cuesta también reconocer el trabajo del otro, aunque solo sea con una
sonrisa. Más cuando el que lo ha hecho ha aportado más de lo que tú llegaste a
sugerir, y además es un subordinado.
Y es la ciencia la que nos cuenta, según un estudio
publicado por las universidades de Harvard, California y Standford (todas en EE
UU) en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS)
que, a pesar de la percepción común de que los jefes tienen mayores niveles de
estrés que sus subordinados, los altos cargos poseen niveles más bajos de
cortisol –conocida como la hormona del estrés– y menos ansiedad que sus
empleados. Siempre hay excepciones.
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