Hace unos días escuchaba a un
grupo de profesores de escuela secundaria, hablando de la importancia que tenía
la inteligencia emocional para el desarrollo de los alumnos. Estaban
encantados con haber arrancado una iniciativa en la que tutores, profesores y
alumnos compartían un espacio emocional. Reían y lloraban juntos,
aceptaban la emoción del otro como legítima.
Escuché con cierto grado de
satisfacción lo que oía, pues de una manera muy, digamos muy infantil, me quedé
con lo positivo; se empieza a hablar de estos temas en la base de nuestro
sistema educativo. Y, aunque no sea exactamente lo que nos pregonaba Goleman o
el maestro Peters, es un inicio.
Por otra parte me invadió cierta
emoción de frustración, no tanto por constatar algo que ya sabemos todos sino
por la gran oportunidad que estamos perdiendo. Pero seré positivo, todo
tiene un principio.
En realidad, la inteligencia
emocional no es más que aquella capacidad humana que tiene en cuenta las emociones
como parte de la conducta de cada persona.
El compartir es un principio, pero hay mucho más:
- Las emociones son legítimas, existen en la realidad, son sustancias químicas generadas por nuestro cerebro. Son reales, no son “cosas” de brujas.
- Nosotros no tenemos emociones, las emociones nos tienen a nosotros. Son la consecuencia de como interpretamos un hecho de la realidad que nos rodea. Antes algo que sucede, interpretamos ese suceso y nuestro cerebro nos pone en una determinada emoción.
- Las emociones son el primer paso de la acción. Emoción significa movimiento a la acción. Sin emociones, cosa imposible, no hay acción. Lo que existirá es una emoción que nos recomienda no movernos.
- Las emociones se contagian. Somos seres emocionales, nos imitamos y no sólo en los gestos o en la manera de hablar también en la de comportarnos. Nos imitamos en los comportamientos por que nos contagiamos las emociones.
- Las emociones no se pueden controlar. Podremos poner barreras a las consecuencias que no queremos que los demás vean (enfadados, tristes, etc…) pero la emoción sigue allí. Por mucho que controle sus consecuencias sigue estando dentro de nosotros.
- Las emociones se gestionan. Siempre estamos en un estado emocional o en otro. Para cambiar una emoción hay que pasar a otra, y para ello, hay que re-interpretar el suceso, el hecho, el dato que ha llevado a nuestro cerebro a meternos en esa emoción.
Partiendo de estas sencillas
premisas, para obtener lo mejor de una persona, un niño o un joven, un
directivo o un comercial hay que empezar a leer la emoción en la que se
encuentra y ayudarle a redefinir esa emoción por otra que le permita ver
alternativas a las situaciones que se enfrenta. Reinterpretar la
realidad, es la clave. Quien es capaz de hacerlo de manera sencilla es
quien alcanzará mayores puntuaciones en un supuesto test de inteligencia
emocional.
La pared la encontramos en que no
nos escuchamos, ¿sino dejamos hablar al de enfrente cómo vamos a ser capaces de
escuchar su emoción? Es más fuerte que nosotros, no dejar hablar,
intentar imponer nuestro punto de vista, argumentar y argumentar sin
interesarnos por el ¿por qué el otro tiene ese punto de vista?
Menuda pared, una pared que
separa a al manager de un equipo de sus colaboradores, a los políticos, a los
profesores de sus alumnos, a los padres de sus hijos. ¿Si no hubiera
pared se incrementarían las ventas, serían más eficientes los procesos, el
compromiso crecería, qué pasaría con el absentismo? Definitivamente SI.
Escuchar atentamente no es
suficiente hay que escuchar pensando lo que está sintiendo la persona de
enfrente o el orador. Ese que está sintiendo es consecuencia de su
interpretación de la realidad. Aprendamos a escuchar, empezarán a caer paredes
que nos hacen incapacitan para colaborar y comprometernos hacia un objetivo.
No me resisto a terminar con algo
que oí esta misma mañana en la radio. Decía un dirigente político de mucho
renombre, ya retirado, “no hay que pensar en lo que están haciendo ellos sino
en que estamos haciendo o dejando de hacer nosotros para que las consecuencias
son las que son”. Da igual el tema, el caso es que esto, como la inocente
conversación de los profesores es un signo de que las paredes pueden caer.
Javier Martín de la Fuente. Socio y CEO del Grupo persona. www.grupopersona.es
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