En el acelerado mundo laboral,
la racionalidad y los números es lo que permite gestionar y hacer funcionar las
organizaciones. Sin embargo, Virginio Gallardo, autor del libro “Liderazgo
Transformador”, dice que la gestión de las emociones empresariales es la clave
del éxito empresarial. El cambio es un acelerador de emociones y estas
(trascendencia, miedo, amor, ilusión…) han sido erróneamente desterradas del
lenguaje empresarial”, plantea el especialista.
La formación de la
cultura empresarial, y los valores de una organización son los valores, hábitos
y comportamientos de las personas. El “cambio” supone cambiar hábitos, es
decir, personas (además de procesos, papeles, máquinas o sistemas), indica el
experto. La famosa innovación provoca cambio en personas. “El cambio
provoca entre otras cosa miedo, desesperanza, incertidumbre, rechazo, ansiedad,
depresión, rabia, negativismo, tristeza, que afecta a todos, desde los
empleados menos especializados a, de forma más peligrosa, los altos
directivos”, señala el especialista español.
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Quien sepa manejar
las emociones organizativas, tendrá mayor capacidad de gestionar el cambio. Lo
que equivale a decir que tendrá en sus manos la fórmula secreta del éxito en
nuestras organizaciones, de las que ya sólo sabemos que campa a sus anchas una
“bestia” que provoca el omnipresente cambio, puntualiza Gallardo Yebra.
En ese proceso, el
líder es un especialista en crear emociones porque debe saber gestionarlas para
innovar dentro de la empresa. Claro que esto no es un juego apto para todos,
indica el experto. ¿Qué emociones debe gestionar?
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Debe crear miedo y
dolor. Sólo aquellos que son capaces de crear una enorme insatisfacción
con el “status quo” tienen algunas posibilidades de éxito. En cambios
importantes será necesario crear dolor y miedo tan enormes que se prefiera este
a la “bestia” del cambio: lo desconocido, lo incierto, la ansiedad que provoca
lo nuevo o la pérdida de privilegios. Olvidar este foco estimulante clave es
probablemente la razón que ha hecho caer a más directivos.
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Debe crear visión,
ilusión. Destruir el pasado, para construir. Construir se hace más
fácilmente en base a sueños y esperanza que generen compromiso. Los grandes
líderes consiguen crear en la mente de los demás ilusiones que los hagan saber
por qué deben caminar y que los impulsan a realizar esfuerzos personales
difíciles. Los hombres se mueven mucho más por sueños de lo que a priori pueda
parecer. Despreciamos la capacidad de nuestros profesionales de sentirse
“identificados profesionalmente” con causas y visiones.
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Debe crear certidumbre. Los grandes
sueños se deben alimentar con la certeza de una realidad. Los líderes, no
siempre los máximos directivos, pero son especialistas en mostrar a sus
organizaciones las primeras evidencias, a veces con cierto maquillaje, de los
frutos de los cambios. Son capaces de enseñar los primeros resultados y
evidencias que impulsan las organizaciones a cambiar. La resistencia al cambio
sólo se elimina definitivamente mostrando las ventajas “probadas” de lo nuevo.
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Debe crear el
reconocimiento. La apreciación es el mayor motor de la motivación y la motivación
es la clave del cambio personal y organizacional. Los cambios organizativos
requieren mucha energía para conseguir los primeros resultados y para
mantenerlos: se necesitarán a agentes de cambio a los que se les pedirá enormes
sacrificios personales. El reconocimiento, a veces es recompensa; es uno de los
lenguajes del reconocimiento.
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Debe crear una
ideología. Los cambios suponen nuevas formas de entender las reglas y valores
organizativos, las doctrinas que mantienen y dan unidad, sentido y propósito a
las organizaciones. Cambiar los valores de una organización implica redefinir
que es el “orgullo”, la “envidia”, la “vergüenza” o la “culpa” organizativa y
hasta saber administrar este tipo de emociones es ser un experto en la gestión
del alma humana.
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Las emociones son
lo que provoca la acción en las personas. En las organizaciones sucede lo
mismo. Por eso, la maestría en gestionar estas emociones organizativas define
la delgada línea que separa los directivos del pasado de los líderes del
futuro. Los líderes del futuro son gestores de emociones, sintetiza Gallardo.
Artículo publicado en la Gaceta. Virginio Gallardo
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