Cada vez hay más expertos que
recomiendan que las empresas se preparen para acomodarse a la tipología
de trabajadores que gradualmente —y si la crisis lo permite—
irán incorporándose a sus estructuras: los nativos digitales. Este
consejo, formulado de manera reiterada, entre otros, por profesores de la
Universidad de California e integrantes del Instituto para el futuro, think tank situado
en el mismo estado norteamericano, contrasta con la actitud frecuente en la
mayoría de compañías, cuyos directivos prefieren que sean sus empleados quienes
se adapten a su funcionamiento.
No se trata de que
las organizaciones tengan que amoldarse forzosamente a los profesionales del
mañana, aclaran los investigadores. Sin embargo, hay que ser conscientes de que
la formación y los hábitos de estas plantillas son distintos de los de las
actuales, añaden. Por esta razón, recuerdan que a los mercados de los países
avanzados les están llegando sujetos que han crecido accediendo con naturalidad
a internet, los dispositivos móviles, etcétera.
Los analistas prevén
que este personal tenga más aptitudes “multitarea” que sus predecesores. No
obstante, alertan de que estos jóvenes, miembros de la llamada “Generación Yo”,
responden a otros estímulos, que no son como los comunes hasta ahora, por lo
que habrá que pensar cómo obtener la máxima productividad sin renunciar a que
todas las partes acaben satisfechas. La mitad de la población en edad
productiva pertenecerá dentro de seis años a este colectivo, que a pesar de no
ser homogéneo, presenta características bastante bien definidas.
Así, la doctora Jean M.
Twenge, docente de la Universidad Estatal de San Diego (California), escribió
el libro Generation Me (2006) después de intervenir
en un estudio cuyo título podría traducirse como “Los egos se inflan con el
tiempo”, planteado en Estados Unidos a partir de una encuesta a 16.500
universitarios. Su conclusión fue que casi dos tercios de los alumnos son hoy
más autocomplacientes que los muchachos del pasado.
Los responsables de este informe, que
usaron un inventario de la personalidad narcisista, anotaron respuestas como:
“El mundo sería mejor si yo gobernara”, “Creo que soy especial” o “Me gusta ser
el centro de atención”. El escritor Vicente Verdú publicaba en
paralelo Yo y tú: objetos de lujo, donde aseguraba que el “personismo”, es
decir, la obsesión por mostrarse al mundo, sobre todo a través de las nuevas
tecnologías, podría considerarse la primera revolución cultural del siglo XXI.
Este grupo, la “Generación Yo” o
“Generación Yo-Nosotros”, como también ha sido denominado, ha vivido una
recesión, cierres de empresas…, lo que en algunos casos supuestamente lo aboca
a un hedonismo que, según los técnicos de la consultora Kairos Future,
especializada en tendencias, es más agudo en España que en el resto de Europa.
En cuanto a lo tecnológico, autores
como Nicholas Carr se lamentan de
que las numerosas acciones simultáneas instigadas por el entorno virtual
distraigan a los individuos de los modos de pensamiento que requieren reflexión
y contemplación y que los conviertan en seres más eficientes procesando
información, pero menos capaces de profundizar en los datos. El desenlace de su
ensayo Superficiales. ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes? es que
el desenfreno digital deshumaniza a las personas y las uniformiza.
A mucha distancia de este punto de
vista crítico se sitúan expertos como José Manuel Angioletti, que hace un par de temporadas ya
vaticinaba en un artículo elaborado para la Fundación Telefónica que los
nativos digitales afrontarán los retos con una filosofía inédita, con el
objetivo de equilibrar sus deberes laborales y los derivados
de la familia con sus aficiones e intereses privados. En su opinión, sin entrar
en detalles sobre sueldos y condiciones, el 95% de las tareas se desarrollarán
de forma colaborativa en este contexto.
Los recursos a los que se refería
Angioletti apenas se diferencian de los preconizados por empresas, sindicatos y
administraciones cuando consensuaron el Pacto para el
empleo de calidad en Barcelona 2008-2011: colaboración, respeto, flexibilidad,
iniciativa, autosuperación, asunción de riesgos, etc. Son principios y pautas
de comportamiento alejadas de los que se supone que encarna el 1% de los chicos
españoles que, de acuerdo con una investigación del Instituto de la Juventud (Injuve), se ajustan al
modelo de otra generación, la Ni-Ni, compuesta por chavales que ni estudian
ni trabajan.
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