Si logra realinear las fuerzas, el país se puede transformar en proveedor estratégico de alimentos y energía para el mundo.
Vaca Muerta/Cuenca Neuquina es el segundo reservorio de “Shale gas” del mundo, después de las Cuencas norteamericanas. Foto: Andres D'EliaEl orden global vigente en el mundo a partir de la caída de
la Unión Soviética y el fin de la Guerra Fría en 1991 se está reformulando a
través de la guerra de Ucrania y las consecuencias catastróficas en la economía
mundial de las sanciones comerciales impuestas a Rusia por EE.UU, la Unión
Europea y Gran Bretaña (esta triple crisis mundial es la alimentaria,
energética, e inflacionaria).
Hay que agregar que todo esto ocurre mediante un proceso de
largo plazo de alcance global (8/10 años), que va a transformar
irreversiblemente la estructura del poder en el mundo.
Para enfrentar una situación de esta naturaleza,
verdaderamente extraordinaria, única en términos históricos, se necesita una
visión estratégica de largo plazo de carácter global, centrada en los aspectos
locales, regionales de este cambio fundamental de la historia del siglo XXI,
especialmente en América del Sur, y sobre todo en la Argentina.
Estos cambios históricos son esencialmente dos: el
agro alimentario y el energético.
El primero significa que la actual desaparición del mercado
mundial de la producción de trigo de Ucrania y Rusia ocasionada por la invasión
del 24 de febrero implica un súbito vacío en la oferta mundial de este
producto, que representa más de 40% del total global. A esto hay que sumarle la
caída de más de 75% de la provisión de aceite de girasol y 80% de la producción
de fertilizantes originados en Bielorusia y la Federación Rusa.
Esto sucede cuando la Guerra de Ucrania se ha transformado
en un conflicto de largo plazo, que “…puede durar muchos años” en la estimación
del Pentágono.
La crisis alimentaria ofrece una doble dimensión: por un
lado, los altos precios de los commodities agrícolas, los más elevados
de la historia según FAO (Organización de Naciones Unidas para la Alimentación
y la Agricultura).
Los precios agrícolas aumentaron más de 30% el año pasado, y
por encima de 40% a partir de la invasión del 24 de febrero, lo que desató de
inmediato una crisis de seguridad alimentaria en el Norte de África,
África Subsahariana, y Medio Oriente.
El Secretario General de Naciones Unidas, Antonio Guterres,
señaló que en los últimos dos años el número de personas severamente
subalimentadas se ha duplicado, y ha pasado de 135 millones en la etapa
pre-pandemia a 276 millones hoy, al mismo tiempo que son más de medio millón
las que viven en este momento en condiciones de subalimentación (hambre), lo
que implica un alza de más de 500% desde 2016.
El segundo es el energético. El precio del petróleo en el
mercado mundial asciende hoy a U$S 119/barril; y la semana pasada, Jamie Dimon,
CEO de J.P Morgan Chase – 1 de los 3 principales fondos de inversión de Wall
Street – señaló que a fin de año el barril de crudo valdría U$S 178, lo que
implicaría un inmediato sumergimiento de la economía norteamericana en
una profunda situación recesiva; y todo esto ha sido ocasionado por la
Guerra de Ucrania y las sanciones impuestas a Rusia por EE.UU, la Unión Europea
(UE) y Gran Bretaña.
Hay que prever que la tendencia en Europa, una vez terminada
la guerra de Ucrania, sea modificar su dependencia estructural del gas ruso,
estableciendo acuerdos de largo plazo con dos países poseedores de grandes
reservas de energía; uno es Argelia en el Norte de África, y el otro,
inequívocamente, es la Argentina por Vaca Muerta/Cuenca Neuquina, que
es el segundo reservorio de “Shale gas” del mundo, después de las Cuencas
norteamericanas.
Por eso es que el Canciller Olaf Scholz de Alemania ha invitado
a la Argentina a participar de la próxima reunión del G-7 en Berlín destinada a
tratar la cuestión energética.
La Argentina tiene una sola limitación para enfrentar esta
enorme oportunidad histórica; y es el hundimiento completo de la autoridad
presidencial que ha provocado un vacío de poder que paraliza todas las
decisiones.
Todas las cuestiones esenciales en el terreno estratégico
político son simples, solo que lo simple es difícil.
Por eso está en marcha un realineamiento de fuerzas que
abarca tanto al gobierno como a la oposición, y que puede otorgarle claramente
al país una opción que hoy no tiene.
Todos los acontecimientos históricos tienen un punto de
partida, y también un momento de realización, que se aproxima inexorablemente
en los próximos días y meses.
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