Inversores y consumidores exigen conductas responsables y
evalúan el impacto social, económico y ambiental de las empresas. La opinión de
los expertos.
Se lo conoce como “triple impacto” y tiene mucho que ver con
las nuevas prácticas de las empresas y las demandas de las generaciones de
consumidores más jóvenes. Es un modelo basado en tres conceptos: valor
económico, impacto ambiental y la mirada social de una corporación, donde
la rentabilidad no es lo único que se evalúa. Estos son los ejes de una
profunda transformación en el mundo corporativo cuyo eje central es la
sustentabilidad de los negocios.
Este fue el tema convocante de la última charla organizada
por Clarín y que forma parte del ciclo “El mundo
que viene”, donde se debatió el significado de ser “ambientalmente
responsables”, con la conducción de la editora de Economía Silvia Naishtat. El
ciclo cuenta con el apoyo principal de OSDE, Telecom y DESA, el sponsoreo de
Afarte y el respaldo de L’Oréal y Aeropuertos Argentina 2000.
Asistieron el consultor especializado Javier Corcuera;
Mariana Petrina, directora de Corporate Affairs, Engagement and Sustainability
de L’Oréal; Carolina dal Bó, gerente de Sustentabilidad de Aeropuertos
Argentina 2000, e Ignacio Noel, director de Morixe. Lo que sigue a continuación
es una síntesis de las exposiciones y sus conclusiones.
Los cambios internos son graduales y comenzaron años atrás.
Precisamente, en 1987, las Naciones Unidas definió al desarrollo sostenible
como aquel que “satisface necesidades sin comprometer la habilidad de las
generaciones futuras para satisfacer las suyas”. Bajo esa premisa, empresas
de diversos rubros, como la belleza, el turismo y la alimentación, introducen mejoras
que tienen que ver con el reciclado, el uso responsable de la energía y los
insumos para producir, entre muchas otras.
“Gran parte de la dirigencia política, empresaria y
gremial son dinosaurios y no están leyendo lo que está pasando en el
mundo”, señala Corcuera. El consultor argumenta que “existe un enorme potencial
en desarrollo de empleo y de riqueza si se cumpliera con las nuevas reglas
ambientales”, que rigen y se expanden principalmente en los países más
desarrollados.
En esta cuestión confluyen exigencias globales, políticas
públicas locales y las presiones y demandas de un público más atento a estas
problemáticas. Dal Bó explicó el impacto de estas tendencias en la
industria turística y aeronáutica. La ejecutiva recordó el avance de
grupos activistas y sus cuestionamiento al negocio de los viajes. “La pandemia
-subrayó- nos hizo ver otra realidad porque la actividad se
paralizó totalmente”.
Dijo, por ejemplo, que el turismo genera el 10% de
los empleos de todo el mundo y que se trata de una industria que
derrama riqueza hacia otros sectores, como la hotelería, la gastronomía y la
economía en general. “Entendimos que no viajar no es una opción y que se puede
hacer turismo responsable, lo que implica anfitriones y viajeros sustentables
para cuidar los destinos”, describió.
La elección de “políticas verdes” se
expande por la aplicación de nuevas leyes y por la adaptación de nuevas
prácticas corporativas. “Hoy no existe ninguna empresa que no tenga una visión de
sustentabilidad”, sostiene Petrina. Sobre este aspecto, dice que “no es
fácil ser sustentable pero hoy es parte de nuestro negocio. Como compañía
nos interesa también qué tipo de legado dejamos”.
Noel coincide y explica que en el caso de Morixe “estamos
revisando toda la cadena de valor para analizar todas las alternativas”. El
empresario destacó el proyecto que llevan adelante en una planta de La Rioja
donde procesan aceitunas y aceite de oliva. “Usamos los desechos para generar
nuestra electricidad a partir de la biomasa, que nos permite
abastecernos y también exportar”, señala.
Según Noel, “el concepto de sustentabilidad excede a la
cuestión ambiental y abarca la cuestión social y al económico. Es un
concepto superador a la responsabilidad social y no es una mirada
desinteresada o altruista: se refiere a la posibilidad de perdurar en el
tiempo”. Son consideraciones compartidas, especialmente por la mayor conciencia
de los nuevos consumidores, que se inclinan por productos elaborados conforme a
prácticas responsables.
Corcuera se resiste hablar de prácticas verdes en términos
de costos. “De cada 10 litros de agua que se potabilizan en el país, 6
no llegan a destino por el mal estado de las cañerías. Entonces ser verde
no es caro sino ser más eficiente”, repite. No obstante, destaca que las
políticas públicas son un factor importante para acelerar la transformación.
Corcuera explica que las empresas que tienen presencia en
los mercados internacionales están más adelantadas porque “las normativas en
los países desarrollados así se los exige. El problema está cuando una empresa
trabaja solamente en el país, porque la sociedad argentina todavía no
incorporó esta clase de conceptos”, remarcó el especialista.
Sobre los mayores costos de implementar las nuevas normas,
Dal Bó señala que no es lo importante. “Es lo que nos están exigiendo nuestros
consumidores, porque esas acciones pueden llegar a determinar la elección de un
producto o un servicio. Por lo cual ser verde es indispensable para ser
elegidos. Es lo que piden los consumidores y también los inversores. Y
porque hoy forma parte de nuestro negocio”, explicó.
El triple impacto se mide, se evalúa y obtener la certificación
abre puertas y mercados.
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