Quienes aprendieron a leer hace unos 40 años tal vez
recuerden una serie de cómics infantiles coleccionables que contaban, a través
de personajes que se iban repitiendo durante siglos (Pedro, El Gordo, Flor, el
Maestro, el Tiñoso), la historia de la humanidad. Érase una vez el
hombre, de origen francés, narraba un devenir lineal: los
hombres de las cavernas, los primeros avances del homo sapiens, la invención de
la agricultura, las ciudades, los gobiernos, las guerras y, más adelante el Ranacimiento
y la Revolución Industrial, hasta llegar a la actualidad.
Los cómics, que luego tuvieron su serie animada televisiva,
enseñaban una historia, además de lineal, uniforme (la flecha del progreso va
en la misma dirección en todo el mundo), progresiva (hay “escalones” que van de
lo más simple a lo más sofisticado) y determinista (el desarrollo depende más
de la tecnología y no tanto de las decisiones humanas). Un relato
ameno, entretenido y didáctico, con un solo detalle problemático: es
completamente falso.
Al menos, eso es lo que intentan establecer los académicos
David Graeber y David Wengrow en lo que para muchos es el libro de divulgación
del año, The Dawn of Everything (El amanecer de todo), editado
en inglés en noviembre, en el que a lo largo de más de 500
páginas se reescribe la historia de los últimos 30.000 años, con
infinidad de mitos que se derriban a la luz de descubrimientos arqueológicos.
La noción moderna de la prehistoria, dicen los autores, nace
con los escritos de Hobbes y Rousseau y se afianza luego con la idea de un
“estado natural” de los humanos primitivos, organizados en bandas de cazadores
y recolectores, bastante igualitarias, hasta que la extensión de la agricultura
(en la Mesopotamia, hace unos 10.000 años) dio origen a los superávits, los
Estados y la desigualdad.
Los académicos cuestionan esta noción: les parece
ridículo pensar que en el resto de la existencia del homo sapiens (el 99% de
unos 300.000 años) no hubo organizaciones más sofisticadas. Y lo
demuestran con pruebas arqueológicas, como entierros de la Edad de Hielo que
implicaron más de 10.000 horas de trabajo, u obras de arquitectura monumentales
que precedieron a las supuestamente primeras ciudades y revelaron la existencia
de organizaciones complejas mucho antes de lo que se suponía.
La civilización y su desigualdad no es un costo inevitable a
pagar para reprimir los instintos salvajes de los hombres primitivos, sino
que antes hubo sociedades que alternaban esquemas más individuales o
colectivos, dependiendo de las estaciones del año y una variedad de
formas de organización más acorde con la diversidad y el poder creativo de la
naturaleza humana.
De los dos autores, Graeber, un antropólogo que fue apartado
de Yale por su activismo anarquista y que emigró a la London School of
Economics en Inglaterra, es el más conocido. En esta sección se comentaron sus
escritos sobre los bullshit jobs (trabajos de mierda): Graeber
está seguro de que si desaparecieran muchas de las profesiones actuales
(burocracias estatales, abogados corporativos, lobbistas, sectores
institucionales) el PBI planetario no perdería ni un centavo.
Diez años atrás, fue uno de los promotores del movimiento
para “Ocupar Wall Street”. Luego de trabajar diez años en esta obra monumental
junto al arqueólogo Wengrow, Graeber falleció súbitamente de una pancreatitis
aguda. Fue tres semanas después de que saliera el libro y mientras estaba de
vacaciones en Venecia. Tenía 59 años.
Si en la década pasada se puso de moda la divulgación de la
“micro-historia” (contar la evolución de sucesos en su relación con un objeto:
el container, la sal, etcétera), los booms editoriales más recientes
tienen que ver con la historia “macro” en grandes arcos (Yuval Harari,
Steven Pinker, Jared Diamond). Graeber y Wengrow toman también un período de
decenas de miles de años, pero con una visión muy distinta.
El problema con estos hechos tan lejanos en el tiempo,
sostienen los autores, es que la escasa evidencia hace que nuestra
interpretación sobre esa época sea “un lienzo blanco” en el cual se terminan
depositando todos los prejuicios, sesgos e imaginarios académicos. Pero,
a pesar de los nuevos avances arqueológicos, este es un problema que también
está presente en El amanecer de todo.
“A lo largo de más de 500 páginas, el libro El amanecer
de todo derriba muchos mitos y lo hace a la luz de descubrimientos
arqueológicos”
Según Hora, investigador del Conicet, “no es casual
que en tiempos de oscuridad y malestar como los actuales los ensayos que nos
cuentan de otro modo la historia del desarrollo de la sociedad humana, y
que nos dicen que algo importante se perdió en el camino, tengan mucha prensa.
¿Cómo no verse seducido por un ensayo que afirma que, por siglos, la humanidad
fue capaz de forjar otro modo de vida, más igualitario, más democrático, más
libre? ¿Cómo no interesarse en una narrativa que nos sugiere que, como producto
de decisiones deliberadas y conscientes, la humanidad pudo combinar una
organización social compleja con igualdad y libertad?”.
Camila Perochena, historiadora y profesora de la Universidad
Torcuato Di Tella, marca que “estos libros tienen un gran impacto,
porque piensan un tema de una forma de la cual los historiadores solemos
desconfiar: buscar el origen último de algo (la desigualdad, el desarrollo,
etcétera)”. Perochena no cree que el origen de problemas actuales
pueda rastrearse a 20.000 años atrás.
“Según los autores, en el caso de hechos muy lejanos, la
escasa evidencia hace que nuestra interpretación sobre la época sea “un lienzo
blanco” en el cual se terminan depositando todos los prejuicios, sesgos e
imaginarios académicos”
¿Hay que darles la espalda a estas metanarrativas? Hora y
Perochena coinciden en que no, porque tienen un valor positivo para el
desarrollo de la reflexión social. “Nos invitan a confrontar los grandes
problemas, y nos hacen sentir incómodos con nuestras pequeñas
preocupaciones. Y a recordar que ese esfuerzo tiene más sentido cuando
es capaz de interactuar creativamente con panoramas más amplios. El telescopio
tiene que ayudar a usar mejor el microscopio”, amplía Hora.
En una entrevista posterior al lanzamiento, Wengrow sostuvo
que “estar paralizados (ante grandes problemas como el cambio climático o la
desigualdad) por una perspectiva determinista y falsa sobre las reales
posibilidades humanas, basadas en una concepción mitológica de la historia, no
es el mejor lugar para estar parado”. La ambición no es pequeña: como dijo
Graeber antes de morir: “Vamos a cambiar el curso de la humanidad…
empezando por el pasado”.
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