¿Cuándo se produce en una sociedad un instante tristeza
colectiva, en el que la mayoría de la población experimenta unos segundos de
desazón al mismo tiempo? Uno podría pensar, en América latina, en las ocasiones
en las cuales un seleccionado nacional de fútbol pierde una final importante:
la Argentina en el mundial 2014, Brasil en la última Copa América de este año,
etcétera.
Algo similar en magnitud ocurrió en China una mañana de mayo de 2017, cuando el mejor jugador de go del mundo (un pasatiempo milenario muy popular en el país asiático) perdió contra un sistema de inteligencia artificial (IA) inventado en occidente (AlphaGo de Deep Mind). Según el divulgador, inversor y ex-CEO de Google China, Kai-Fu Lee, este fue el “momento Sputnik” de la IA, equivalente al día en que en Estados Unidos se enteraron de que la Unión Soviética había llegado antes al espacio con una misión tripulada, y ese orgullo herido motorizó la carrera espacial de las décadas siguientes.
¿Vivimos en 2021 algún verdadero “momento Sputnik” en la IA,
un punto de inflexión en el cual la tecnología ya está tan extendida en nuestro
trabajo y en la vida cotidiana que no hay retorno y solo queda aceleración por
delante?
Nathan Benaich y Ian Hogarth, dos investigadores e
inversores que todos los años arman uno de los mejores informes sobre el
sector, están seguros de que este momento está ocurriendo. Benaich es fundador
del fondo Air Street Capital, especializado en esta tecnología, y Hogarth
también es profesor de University College en Londres. En el reporte –que es
público– más de un tercio del texto está dedicado al cruce con biotecnología
–la gran estrella del año– y otro tanto a los nuevos sistemas de lenguaje
natural. En el costado más sombrío aparecen las preocupaciones éticas (2021 fue
el período en el que debutaron armas de guerra con IA), cuellos de botella en
recursos humanos y chips y conflictos geopolíticos.
“Estamos en la puerta de una década de revolución en
biotecnología y la IA va a ser la llave maestra”, dice a la nacion Carlos Diuk,
doctor en Ciencias de la Computación, científico de datos y experto en IA. El
batacazo que se dio meses atrás con la predicción de centenares de miles de
estructuras de proteínas con AlphaFold de Deep Mind (comentado varias veces en
esta sección) es, para Diuk, solo uno de los avances que permitirán llegar
(mucho antes de lo que se pensaba el año pasado) a nuevas drogas, materiales,
tratamiento y vacunas.
El economista y tecnólogo de Bahía Blanca Leonardo Valente
remarca que, además del campo de las ciencias de la vida, hubo avances
importantes en áreas de lenguaje. Por ejemplo, “la posibilidad de realizar
traducciones de voz sin pasar por la transcripción del discurso: en vez de
reconocer la voz y traducir sobre un texto, las nuevas IA pueden hacerlo
directamente ‘entendiendo’ las señales de audio, con resultados más fluidos y
mucha mayor rapidez”.
¿Qué otras novedades
surgieron en el último año? A continuación, algunas de las más destacadas:
Sin códigos. Un
subprograma de GPT-3 conocido como Codex es capaz de escribir programas en
múltiples lenguajes con solo describirlos funcionalmente. “Esto simplifica las
herramientas No Code, que están permitiendo que personas sin conocimientos de
computación puedan construir sistemas cada vez más complejos”, dice Valente.
Profusión de nuevas
empresas. Con tasas de interés muy bajas o negativas, en 2021 siguió
“lloviendo” dinero sobre el ecosistema de startups del sector. En el último
semestre hubo dos ofertas públicas de acciones (IPO) de firmas dedicadas a
generar nuevas drogas con IA. Y se presentó en sociedad Isomorphic, de Alphabet
(Google), específicamente dedicada a explotar posibilidades en la frontera de
IA y biología. Otro punto que se remarca es cómo gigantes de la tecnología,
como Google o SalesForce, ven valor en hacer “ciencia básica”, algo
históricamente más vinculado a los segmentos académicos y estatales.
Boom por cambio
climático. Relacionada con la frontera de la biotecnología, decenas de
fondos de inversión apuestan al uso de IA para mitigar el cambio climático, un
campo que según especialistas puede generar en los próximos 20 años más
multimillonarios que el boom de Internet. Por ejemplo, con el descubrimiento de
nuevos materiales para reemplazar los originados en combustibles fósiles.
Escasez de recursos.
Tanto en el área de personal (de ingeniería, principalmente) como en el de la
fabricación de chips, 2021 fue el año en el que los cuellos de botella de
oferta por exceso de demanda se hicieron protagonistas. Esto provocó tensiones
geopolíticas entre China y Estados Unidos y motivó que aparecieran empresas
enfocadas en automatizar partes de los procesos de IA que hoy se hacen con
humanos.
Arco corrido. En
el campo del diseño de futuros hay tecnologías que siempre “llegan dentro de cinco años”. En IA esto sucede con
los vehículos autónomos, tal vez la única avenida donde hay menos optimismo que
hace un año. En el reporte de Benaich y Hogarth se estima que en esta década
veremos la consolidación de servicios de delivery automatizados en “corredores”
especiales, pero las tecnologías de automanejo en vehículos con personas a bordo
están en un cono de incertidumbre.
Ética y guerra.
Los dilemas éticos ya son una parte central del debate de la IA en 2021 y
crecerán en 2022, entre otros motivos porque este año debutaron estrategias de
guerra basadas en IA, como los bombardeos israelíes con drones en Gaza, el
avión espía U-2 cotripulado con un sistema algorítmico del ejército de Estados
Unidos y el uso de esta tecnología en la frontera de este país con México.
Lo que falta. El
físico ruso Andrei Vazhnov, con quien escribí Modo Esponja en 2017, suele
describir a la acumulación del conocimiento como el contorno de una isla:
cuando aumenta, se incrementa la conciencia de la vastedad de lo que no
sabemos. Hogarth cuenta que en IA esto se ve muy claro cuando presta atención a
la interacción entre sistemas artificiales y niños pequeños, que los consideran
“tontos”. “Hay tantas cosas que la mejor IA del planeta aún no puede hacer, en
términos, por ejemplo, de formar una asociación inmediata entre un sonido, una
imagen y una palabra”, explica Hogarth en una entrevista con Azeem Azhar, de
Exponential View.
En el contexto de los ciclos de tecnología y economía
descriptos por la economista venezolana Carlota Pérez, con IA estamos en una
primera fase muy especulativa. Los negocios más rentables hoy se basan en
descubrimientos académicos de hace casi una década, con lo cual queda mucho
“jugo” por exprimir, aun considerando modelos de negocios sobre descubrimientos
ya hechos. Si hay que hacer una analogía con la industria automotriz, Hogarth y
Benaich creen que estamos “antes del modelo Ford”, con fábricas en una etapa
preproductiva donde reina el caos. En definitiva, esto recién empieza.
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