Adam Grant en su último libro:“Think again. The power of knowing what you don´t know”, que estamos comentando, plantea que si escuchamos correctamente conseguiremos motivar a las personas a cambiar.
A principios de la década de los ochenta del siglo
pasado Bill Miller, psicólogo
clínico, estaba preocupado por la actitud que adoptaban sus compañeros hacia
las personas con adicciones. Era común que los terapeutas acusasen a sus
clientes adictos de ser unos mentirosos patológicos que vivían en un estado de
negación. Miller observaba cómo si al tratar a sus pacientes con problemas de
alcoholismo adoptaba el papel de predicador o fiscal conseguía provocar
resistencias y menor disposición a cambiar. Por lo tanto, en lugar de
menospreciar o atacar a sus clientes comenzó a hacerles preguntas y a escuchar
sus respuestas y publicó un artículo en el que comentaba sus experiencias. Éste
llegó a las manos de Stephen
Rolnick, un joven enfermero que se estaba formando en el tratamiento
de adicciones. Pocos años después ambos coincidieron y se dieron cuenta que lo
que estaban haciendo iba más allá de la búsqueda de un nuevo enfoque
terapéutico, ya que era una forma enteramente diferente de ayudar a las
personas a cambiar.
Juntos desarrollaron los principios centrales de una
práctica que llamaron entrevista motivacional, cuya premisa central es que rara
vez vamos a poder motivar a alguien para que cambie. Lo que tenemos que hacer
es ayudarles a encontrar su motivación para cambiar.
La entrevista motivacional comienza por una actitud de
humildad y curiosidad. No sabemos lo que puede motivar a una persona a cambiar
pero si podemos estar sinceramente interesados en encontrar el motivo. El
objetivo consiste no en decirle lo que tienen que hacer sino en ayudarle a
romper el ciclo de sobreconfianza para considerar nuevas posibilidades. Nuestro
papel es sostener el espejo para que pueda verse con más claridad y luego
facilitar que examine sus creencias y comportamientos. De esta forma se puede
activar un círculo de repensar por el que la persona enfoca sus propias ideas
de forma más científica y desarrolla una mayor humildad en relación a sus
conocimientos, cuestiona sus convicciones y muestra curiosidad por puntos de
vista alternativos.
El proceso de la entrevista motivacional implica la
utilización de tres técnicas clave:
a).- Hacer preguntas abiertas.
b).- Escuchar activamente.
c).- Ratificar el deseo y habilidad de la persona para
cambiar.
Actualmente se utiliza en todo el mundo por profesionales de
la salud para ayudar a las personas a abandonar el tabaco, el alcohol, las
drogas, el juego, el sexo inseguro y para mejorar los hábitos alimenticios y de
ejercicio. También, por ejemplo, lo emplean coaches para ayudar a
futbolistas a afianzar su coraje y los consultores para preparar a
equipos para cambios organizacionales.
Cuando las personas ignoran los consejos no siempre suele
deberse a que no estén de acuerdo con ellos, sino a que, en ocasiones, se están
resistiendo al sentimiento de presión y de que alguien quiere controlar sus
decisiones. Para proteger su libertad en lugar de dar instrucciones u ofrecer
recomendaciones, a través de la entrevista motivacional se puede decir algo
como: “Estas son algunas cosas que me han ayudado, ¿crees que alguna de ellas
funcionaría en tu caso?”
En las entrevistas motivacionales existe una distinción
entre la charla de mantenimiento y la del cambio. La primera suelen ser
comentarios para sostener el estatus, mientras la segunda refiere un deseo,
capacidad, necesidad o compromiso para realizar ajustes. Al plantearse un
cambio muchas personas se muestran ambivalentes, ya que siempre existen razones
para el mismo y otras para seguir igual. Miller y Rollnick sugieren pedir y
escuchar un charla de cambio y luego realizar algunas preguntas sobre por qué y
cómo se puede producir ese cambio.
Por ejemplo, si una persona menciona su deseo de dejar de
fumar podemos responder preguntando por qué está considerando la idea. Si
contesta que es una recomendación médica, sería interesante que nos dijera qué
piensa de la idea para conocer cuáles son sus motivaciones. Si ofrece una razón
por la que está determinada a abandonar el hábito podremos preguntar cuál va a
ser el primer paso que va a seguir.
Existe otra técnica de entrevista motivacional que se
recomienda con frecuencia para finalizar la conversación y para puntos de
transición. Consiste en explicar cuáles entendemos que son las razones que
tiene la persona para cambiar, comprobar que no hemos perdido o malinterpretado
algo e indagar sobre sus planes y posibles nuevos pasos.
El objetivo no es ser un líder o seguidor, sino un guía. Un
buen guía no acaba su labor cuando ayuda a los demás a cambiar sus creencias o
comportamientos sino cuando consigue que alcancen sus metas.
Parte del atractivo de la entrevista motivacional radica en
que genera una mayor apertura en ambas direcciones. La escucha puede ayudar a
que otros reconsideren su opinión de nosotros pero además nos da información
que nos puede llevar a cuestionarnos nuestra opinión de ellos y a repensar
también nosotros.
Miller y Rollnick advierten que la entrevista motivacional
no se puede emplear con fines manipuladores. Los psicólogos han encontrado que
cuando las personas detectan un intento de influencia se ponen en marcha
mecanismos de defensa sofisticados. En el momento en el que los individuos
sienten que estamos procurando persuadirles interpretan nuestro comportamiento
de otra forma y, por ejemplo, una pregunta directa se puede ver como una
táctica política, un afirmación reflexiva se considera como una maniobra
fiscalizadora y una afirmación de su habilidad para cambiar suena como
proselitismo de un predicador.
Otro aspecto importante es el de la escucha. Hacerlo bien va
más allá de hablar menos. Consiste en una serie de habilidades a la hora de
preguntar y responder. Comienza por mostrar más atención por los intereses de
las personas en lugar de tratar de juzgar su estatus o demostrar el nuestro, a
través, por ejemplo de plantear preguntas verdaderamente que muestren nuestra
curiosidad y que no tengan una agenda oculta de procurar arreglar, salvar,
aconsejar, convencer o corregir al otro.
Cuando estamos intentando conseguir que los demás
cambien, ésta puede ser una tarea complicada. Aunque tengamos las mejores
intenciones podemos fácilmente caer en el modo del predicador anclado en su
púlpito, del fiscal planteando un argumento cerrado o del político ofreciendo
un discurso de “campaña”. Todos somos vulnerables al deseo de arreglar
problemas y de facilitar respuestas. Un entrevistador “motivacional” experto
resiste esta tentación, ya que aunque las personas podemos desear que un médico
les fije los huesos rotos cuando se trata de problemas en nuestras
cabezas, con frecuencia preferimos recibir simpatía más que soluciones.
En una serie de experimentos se ha encontrado que la
interacción con un oyente empático, no crítico y atento hace que las personas
se muestren menos ansiosas y estén menos a la defensiva. También, sienten menos
presión para evitar contradicciones en su pensamiento, lo que
facilita que exploren sus opiniones con más profundidad, reconozcan más matices
en las mismas y las compartan de forma más abierta. Estos beneficios de la
escucha no se limitan a interacciones uno a uno, sino que también pueden surgir
en grupos. En experimentos en organizaciones gubernamentales, compañías
tecnológicas y colegios las actitudes de las personas se volvían más complejas
y menos extremas después de haber participado en un círculo de escucha en el
que cada persona secuencialmente tiene la oportunidad de hablar mientras el
resto escuchan atentamente. Los psicólogos recomiendan practicar esta habilidad
especialmente con personas a las que en ocasiones tenemos dificultades para
entender. La idea es transmitirles que estamos trabajando para procurar ser
mejores oyentes y que queremos oír sus pensamientos y que escucharemos durante
unos pocos minutos antes de responder.
Muchos comunicadores intentan parecer inteligentes, mientras
los buenos oyentes están más interesados en conseguir que sus audiencias se
sientan inteligentes, para lo cual ayudan a las personas para que enfoquen sus
propios puntos de vista con humildad, duda y curiosidad. Cuando éstas tienen la
oportunidad de expresarse en voz alta con frecuencia pueden llegar a descubrir
nuevos pensamientos.
El carisma inverso es una cualidad de un gran oyente y
consiste en que el orador tiene la sensación de que está siendo
escuchado con tal intensidad que tiene que mostrarse de
la forma mejor y más honesta.
El poder de escuchar no solo se centra en dar a
las personas un espacio para reflexionar sobre sus propios puntos de vista sino
que es una muestra de respeto y una expresión de que nos importan y nos preocupamos
por ellas.
Escuchar es una forma de ofrecer a los demás uno de nuestros
recursos más escasos y preciados: nuestra atención. Una vez que hayamos
demostrado que nos preocupamos por ellos y por sus metas, estarán más
dispuestos, a su vez, a escucharnos.
Cuando conseguimos cambiar la forma de pensar de alguien
para que cambie, no solo nos tenemos que preguntar si estamos orgullosos de lo
que hemos conseguido, sino, también, si estamos orgullosos de cómo lo hemos
logrado.
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