Seong Gi-Hun, protagonista de El
juego del calamar
Alerta de spoiler: si usted es (de los pocos) que aún no vio
la serie coreana El juego del calamar y planea hacerlo,
sepa que en los párrafos que siguen se describirán algunas escenas que
se relacionan con distintas aristas de la economía. Es inevitable
hacerlo: el ciclo récord de Netflix está repleto de referencias a diversos
aspectos económicos que van desde la teoría de los juegos hasta estudios de
desigualdad y pobreza, pasando por la economía del comportamiento, el
criptomundo y hasta analogías con la economía argentina.
Nicolás Grosman, profesor de la Escuela de Negocios de la
Universidad Di Tella, no dejó de encontrar parecidos entre El
juego del calamar y la macro local mientras miraba la serie: “Al
igual que el protagonista, Seong Gi-Hun, la Argentina también está súper
endeudada y en crisis; cada vez que intenta salir tropieza con la misma piedra
y depende de una ‘solución mágica’ que venga de afuera y nos rescate”, explica
el profesor y consultor, que planea usar materiales del ciclo coreano en sus
clases, como ya sucede en otros ámbitos académicos con otras series como Seinfeld,
The Office, South Park o La Teoría del Big Bang.
Estrenada el 17 de septiembre pasado, El juego
del calamar se convirtió en el lanzamiento más exitoso para una
serie original de la plataforma de la historia, con 111 millones de
espectadores acumulados en sus primeras cuatro semanas. Se trata de un
melodrama distópico, en el cual una organización misteriosa y desconocida
recluta 456 personas desesperadas y agobiadas por sus deudas (Seong Gi-Hun,
entre ellos) para ofrecerles participar en un juego en el que el o los
ganadores se llevarían al final un pozo acumulado de 45.600 millones de wones
(equivalentes a más de 38 millones de dólares).
¿Tanta desigualdad y pobreza extrema son realidad o
ficción en uno de los países más prósperos del mundo, que luego de la
devastación de la Guerra de 1950-1953 tuvo un ciclo “milagroso” y único de
crecimiento? Los primeros análisis económicos sobre la serie récord
trataron de responder esta pregunta.
Y la respuesta fue que hay menos ficción de lo que muchos se
imaginan: a pesar de un crecimiento saludable (se espera un 4% de aumento del
PBI en 2021) y de buenos resultados de sus compañías icónicas (Samsung, Kia,
LG, etcétera), el país sufre desequilibrios internos con una población
altamente endeudada, una elevada pobreza entre los adultos (un 43% de este
segmento no llega a la línea base, el valor más alto para países de la OCDE),
precios de las propiedades por las nubes y una de las tasas de suicidios más
dramáticas del mundo.
De hecho, el nombre de ficción de Dragon Motors, de donde
despidieron años atrás al protagonista principal de El juego del
calamar es una referencia a una historia real: la de la quiebra en
2009 de la compañía Ssangyong (significa Double Dragon en coreano), que dejó
2600 operarios en la calle, protestas y juicios que duraron años. Muchas de las
personas despedidas en aquella ocasión o sus familiares terminaron cometiendo
suicidios. En los días posteriores al estreno, los diarios surcoreanos
se llenaron de entrevistas a ex empleados de Ssangyong que contaban
que no había podido avanzar demasiado con la serie porque se parecía demasiado
a la realidad que vivieron en carne propia.
Otra pregunta que también buscaron contestar los economistas
a partir de la serie es la de cómo toma decisiones una persona en
situaciones de estrés e incertidumbre extrema. Y aquí aparecen
referencias a la teoría de los juegos y a la economía del comportamiento. Para
el economista indio Anirudh Tagat, “El juego del calamar ofrece una
nueva perspectiva, en los múltiples juegos que plantea, sobre cómo los seres
humanos toman decisiones en contextos de alta incertidumbre, particularmente
cuando están bajo elevado estrés”.
“Todos los juegos planteados requieren una dosis de
suerte, pero también de habilidades”, sigue Tagan, quien agrega que es
interesante analizar desde la teoría de los juegos lo que sucede en las
votaciones para determinar si el desafío continúa o no. Hay una relación permanente
con el trabajo de los economistas Anandi mani, Sendhil Mullainathan y Eldan
Shafir, quienes demostraron en una investigación (y en un libro
posterior) cómo estar en la pobreza extrema (como los protagonistas de
la serie) impacta de manera significativa en la capacidad cognitiva para tomar
decisiones. Otros experimentos de economía del comportamiento también
demostraron que en esquemas donde los jugadores permanecen anónimos se producen
más “decisiones altruistas” que lo que predice la racionalidad pura de la
economía convencional.
Y también lo importante que es el “sentido de
justicia” en determinados tipos de juego, algo que en la serie de
Netflix se pone de relevancia con la obsesión del organizador porque se cumplan
las reglas y nadie tenga más chances de ganar de manera ilícita.
Tagan dice que el ciclo más exitoso de la TV por streaming también
es muy útil para ilustrar la presencia de sesgos en las decisiones. Por
ejemplo, cuando una mayoría resuelve continuar con la propuesta, a pesar de los
enormes costos asociados, en buena medida “para no perder lo que ya se jugó”
(sesgo de costo hundido). Y hay una estrategia de “priming” (influenciar el
comportamiento con algún estímulo, sin que haya una guía consciente) cuando
desde la macabra organización se muestra el cerdo trasparente que se llena con
los billetes del premio acumulado al finalizar cada juego.
Grosman, de la Di Tella, cree que hay una infinidad
de vínculos posibles para analizar entre la “Calamar-nomics” y la macro
local: “En ambos casos, la falta de plata es un síntoma: sin resolver
los problemas de fondo es imposible seguir adelante. La ayuda externa, pero el
cambio tiene que venir de nosotros mismos”, dice el profesor y consultor, que
en el pasado trabajó en McKinsey. “Aquí hay una buena analogía de cómo
a menudo buscamos culpas y responsabilidades en entes externos, en lugar de
hacernos cargo de nuestros problemas”, dice.
Para Grosman, con una mirada menos negativa se puede
remarcar (en la serie y en la economía argentina) que una crisis puede
hundir más, pero también trae oportunidades para abordar los problemas de
siempre: Seong, sin todo lo que atravesó y sufrió, probablemente hubiera
seguido igual que antes. “Y tanto al protagonista de la serie como a
la economía argentina les cuesta ‘aprender a soltar’ los traumas del pasado,
que se vuelven un enemigo tóxico innombrable”, agrega.
Por su brillantez y oscuridad, El juego del
calamar es a menudo comparado por los críticos con la película
ganadora del Oscar Parasite, de Bong Joon-ho, que también muestra los
contrastes extremos del milagro surcoreano. Ambos productos, junto con el
género musical K-Pop, son los máximos exponentes de la muy exitosa política de
exportaciones culturales del país, que este año crecerán (alerta spoiler) un
6,3%.
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