El autoconocimiento y
la reflexión son dos factores que ayudan a las personas a reconocer sus
fortalezas profesionales y ponerlas en funcionamiento para lograr alcanzar los
objetivos marcados, pero, sobre todo, identificar las debilidades y darles una
solución antes de que supongan una limitación al crecimiento laboral y
personal. Se trata, además, de un proceso que se aplica independientemente del
cargo o posición que se tenga, y que es incluso más relevante en el caso de los
líderes.
En un artículo publicado por Harvard Business Review (HBR), se explica el cambio que Vincent
Siciliano, director general del “New Resource Bank”, tuvo que dar con el fin de
mejorar los índices de compromiso,
motivación y percepción que tenían del liderazgo los empleados de la
entidad. De este modo, se relata que la misión de Siciliano, tras su llegada al
banco, fue la de restaurar su misión fundacional.
Tras un tiempo de incertidumbre y una “exitosa transición”,
la directiva quiso comprobar el estado del ambiente laboral, dando como
resultado bajos niveles de compromiso y un elevado rechazo hacia los líderes.
En este sentido, HBR explica cómo Siciliano interpretó los malos reportes como
un reflejo de la difícil etapa por la que la entidad había pasado, lo cual le
llevó a reducir la cuestión a un problema de adaptación, cuya solución era
dejar pasar más tiempo, hasta que se solucionara por sí solo.
Esto no sólo no solucionó el problema sino que lo agrandó,
pues tras una segunda evaluación, un año después, se registraron bajos índices
de motivación y una única causa: el liderazgo de Siciliano. Con esta situación
sobre la mesa, sólo había dos opciones: pensar que el problema era de los
demás, convirtiendo así los resultados en una cuestión personal, o replantearse
qué es lo que estaba haciendo mal.
Después de superar el shock inicial, el directivo relata que
optó por el segundo camino y se
replanteó su estilo de liderazgo, hasta llegar a la conclusión de que
estaba basado en las normas establecidas, sin tomar en cuenta las
preocupaciones del resto del equipo que, quizás, no estaban listos para moverse
tan rápido o no entendían las razones de los cambios que había implementado.
"Mi ego estaba desbocado. Estaba liderando con la cabeza y no con el
corazón", reconoce Siciliano en el artículo
de HBR.
Asimismo, según relata, también se dio cuenta de que más
allá de las habilidades adquiridas a golpe de experiencias profesionales, nunca se había replanteado su papel como
líder: "quién era, qué valoraba y qué significaba realmente ser un
líder". En este sentido, desde HBR destacan que “la mayoría de los títulos
de MBA se centran en la estrategia” y que “aproximadamente el 40% de los
directores generales tienen un MBA”, sin embargo, esto no es siempre es
suficiente para generar resultados financieros y culturales a largo plazo y
algunos estudios apuntan a que, a menudo, “resulta perjudicial para la
productividad de una organización”.
Es por ello que conocerse, aplicar la reflexión y observar más allá de las teorías y los números
resulta fundamental para lograr tener en cuenta realmente a las personas,
siendo así el líder que estas necesitan. Sin embargo, el error en el cayó
Siciliano es más común de lo que debería: dirigir en base a las teorías de
negocio imperantes, sin llegar a tener una suficiente autoconciencia e
impidiendo que su equipo lo viera auténticamente.
En esta línea, HBR recoge tres consejos que permiten complementar las habilidades de liderazgo
tradicionales con esta nueva visión
que logra hacer más visible, cercano y positivo el liderazgo:
- Entrenar la consciencia para expandir los conocimientos sobre lo que está sucediendo, controlar y comprender las emociones, comportamientos y reacciones, crear mejores relaciones laborales y liderar con un mayor impacto.
- Descansar correctamente. Dormir las horas que se necesitan y aprender a desconectar es clave para permitir que surja la conciencia, sin interrupciones. Se trata de tomarse el tiempo para recapacitar y ver más allá de los problemas obvios que surgen en el día a día, para encontrar la fuente de los conflictos y la mejor solución a aplicar teniendo en cuenta un contexto más global.
- Tomar en cuenta las opiniones externas. Escuchar las preocupaciones y opiniones de los demás permite estar al tanto de la realidad y evita el aislamiento de lo que HBR llama “burbuja de liderazgo”, un lugar donde el cerebro realmente solo escucha la voz interior, sin incluir más parámetros que pueden explicar la causa de los problemas.
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