Escuché una vez al maestro José Antonio Marina decir que la vida es como el poker. Se reparten
cartas que no eliges (inteligencia, físico, temperamento, contexto social,
cultural, económico…) y hay cartas mejores y peores. Es preferible que te
toquen cartas buenas que malas. La pregunta es: “¿gana siempre el que mejores
cartas tiene?… Hasta hace un tiempo, la respuesta era: “juega bien tus cartas y
podrás ganar… de vez en cuando”. Ahora podemos afirmar: “juega bien y podrás
cambiar tus cartas de inicio”.
Se dice que si dejas de entrenar dos días, lo notas tú; si
lo dejas una semana, lo notan los que saben; y si te abandonas un mes, se da
cuenta todo el mundo. El Talento no se estanca y, si no mejora… empeora.
Necesita ser entrenado, educado y desarrollado de forma permanente, pues sino
se aprecia, se deprecia. Creo que el
Talento no es un don innato, sino una conquista, un logro que se realiza a
partir del desarrollo perseverante y consciente de las múltiples inteligencias
y capacidades que alberga cada ser humano. Sostengo que todos somos
bellotas con un enorme potencial por desarrollar, pero son muy pocos todavía
los que consiguen descubrir y despertar esa esencia dormida transformándola en
el Talento que nos acerque a nuestra mejor versión, ayudándonos incluso a
cambiar las cartas de inicio.
Durante mi otra vida de deportista profesional pude
constatar en numerosas ocasiones la teoría del profesor Marina de que el
Talento no existe al principio, no es la causa de nada, sino que brota al
final, como el sorprendente resultado de un proceso de educación y
entrenamiento de la mano de líderes al servicio comprometidos a regar, cultivar
y hacer crecer las inmensas posibilidades que asoman en cada ser humano. Generalmente confundimos las altas
capacidades con el Talento, pero no es lo mismo. Por qué sino tantos niños
superdotados no cristalizan en resultados visibles sus elevados cocientes de
inteligencia cuando llegan a la edad adulta. Cuántos jóvenes deportistas en
edad de formación que destacan por sus formidables habilidades técnicas
abandonan por el camino sin alcanzar el nivel que se aventuraba, sin ser
capaces de desarrollar en Talento, en desempeño, en rendimiento, un conjunto de
destrezas potencialmente diferenciales. Uno de los más reconocidos genios precoces
de todos los tiempos, cuyo éxito prematuro nos incita a confundir ambos
conceptos (altas capacidades y talento), Wolfgang Amadeus Mozart, nos dejó esta
reflexión: “No es una gran inteligencia ni una gran imaginación, ni siquiera la
suma de ambas lo que produce un genio. El amor y el amor y el amor por lo que
haces es lo que genera el Talento.” El
Talento no es por lo tanto una posibilidad, sino un acto que hace real lo
posible.
Comparto con JA Marina su definición del Talento como la
‘inteligencia triunfante’, el acto de poner en valor lo que una persona sabe,
quiere y puede hacer, soportado en las 3Cs que plantea Juan Carlos Cubeiro,
otro estudioso de esta sensible y delicada materia: Capacidad, Compromiso y Contexto.
La Capacidad
incluye tanto la inteligencia, los conocimientos, el físico, las destrezas y
habilidades (aptitudes), como el carácter modelado por sus hábitos y
comportamientos visibles (actitudes). El
Compromiso recoge el amor y la pasión por lo que haces, que se percibe en
la energía que pones en las tareas; emocional (estado de ánimo), física
(esfuerzo y entrega), mental (presencia y concentración) y espiritual
(coherencia y alineamiento con tus valores). El Contexto (hilos y redes) es la tierra en la que se siembra la
bellota, el abono y el agua que la riega, el espacio que facilita que brote el
Talento y que viene determinado por la cultura organizativa, el ambiente
laboral, la cooperación, la confianza, la exigencia, los principios y valores,
la calidad de los vínculos, de las relaciones y de las conversaciones.
En ocasiones, el
entorno social, cultural, intelectual o económico también son claves para crear
el Contexto adecuado. Pienso en la selección de fútbol de Uruguay y en sus
jugadores como un ejemplo evidente de la importancia del Contexto. Con sus
escasos 3,5 MM de habitantes, este pequeño País que sobrevive apretado entre
dos gigantes, Brasil y Argentina, con 190 y 40 MM de habitantes
respectivamente, es una de las tres selecciones con más Copas internacionales
(19) en la historia del fútbol y, desde la Liga más pobre de Latinoamérica,
exporta cada año decenas de futbolistas de alto nivel a las mejores ligas del
mundo. ¿Cómo lo hace?… ¿Acaso existe un gen en todos sus recién nacidos que
incluye de serie su Talento para jugar al fútbol?… Quizá la explicación haya
que buscarla en la ironía de Eduardo Galeano que afirmaba que en Uruguay “todos
los niños nacen gritando ¡gol!”…
Apoyo la idea de los que no creen en el sobrevalorado y
anticuado concepto del Talento como algo fijo e inmutable, que se tiene o no se
tiene… o vales o no vales. Creo en una
idea dinámica del Talento, en la que el esfuerzo, el deseo, la superación y la
perseverancia en una práctica inteligente durante el tiempo necesario
(10.000h. dicen algunos expertos) facilita
alcanzar el dominio en cualquier disciplina. Los jugadores uruguayos son
reconocidos como feroces competidores y un punto rebeldes, que saben sufrir,
generosos, solidarios y leales compañeros de batalla. Pero ellos no nacen así,
aprenden a serlo gracias a un Contexto, una cultura, una forma de ser y de
hacer, una historia y una tradición que transmite estos valores y que se
extiende al carácter y comportamientos de las personas que participan en la
educación y entrenamiento de sus jóvenes futbolistas. Es en este Contexto donde
brota y brilla este Talento tan reconocible en los charrúas. Podríamos concluir
que ‘sin talante no hay talento’.
Podemos fijarnos
también en cómo influyen Contextos diferentes en el desigual rendimiento de
Messi, uno de los mejores futbolistas de la historia. Parece evidente que
su cajón de Capacidad está repleto de habilidades y competencias, innatas y/o
adquiridas, para jugar al fútbol como los ángeles. En cuanto al Compromiso, en
mi opinión su amor y pasión por lo que hace es tan evidente que llega al punto
incluso de enfermar cuando no juega. Su cuerpo, quizá porque no ha aprendido a
gestionar adecuadamente sus pensamientos y emociones, somatiza el tremendo
disgusto que le provoca no poder jugar cuando está disponible hasta el punto de
reaccionar con molestias y dolores. No entraré a valorar si podría o debería
responder de otra manera ante estas situaciones, el hecho es que el nivel de
energía mental, emocional y física que dedica a su profesión es muy elevado.
Por último, si tomamos en cuenta el ámbito del Contexto, podemos apreciar una
diferencia sustancial entre el que se genera en su Club y el que existe en su
Selección. En uno, su Talento resulta ser descomunal, diferencial, de alto
impacto, reconocible, emocionante, contagioso e inspirador y, en el otro… aún
se duda de él.
El Contexto es
determinante. Si pensamos en Silicon Valley, ¿qué sucede es esa especie de
Meca tecnológica californiana del S. XXI, de la que surgen la mayoría de las
empresas líderes a nivel mundial (Facebook, Cisco Sistems, Oracle, Twitter,
Apple, Google, Linkedin, Netflix…)? O qué decir del Contexto que la pasión por
la música de la dinastía de los Habsburgo generó en la Viena del s. XVIII
atrayendo y cultivando el inmenso talento de algunos de los mejores
compositores de la historia (Beethoven, Haydn, Mozart, Vivaldi, Strauss,
Mahler, Brahms, Schubert…). O el ‘Siglo de Oro’ español con la eclosión de
pintores inmortales (Velázquez, Zurbarán, El Greco, Ribera, Murillo…) y
literatos imprescindibles (Cervantes, Quevedo, Garcilaso, Gracián, Góngora,
Lope de Vega, Calderón de la Barca…).
Hay multitud de
ejemplos que confirman que el Contexto es
sin duda un elemento decisivo para que brote el Talento y, por lo tanto,
resulta imprescindible que los países/organizaciones/empresas aprendan a
generar ecosistemas que faciliten su atracción y desarrollo, un enorme desafío
al alcance tan solo de líderes con un Talento muy especial para creer en el
extraordinario potencial de cada ser humano, para confiar en él y para ser
digno de su confianza. Líderes transformadores que se atrevan a aplicar su mirada bellotera para descubrir qué es lo que hay en lo más
profundo de cada una de sus bellotas esperando ser desvelado, qué es lo que les
hace especiales, únicas y valiosas. Líderes inspiradores y al servicio de
personas y equipos con la valentía necesaria para ser cómplices de una
posibilidad trascendente, de divisar y sacudir lo que todavía no es… pero
podría llegar a ser… con su ayuda.
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