Un despido; un
proyecto que has encabezado y termina en un fiasco; o un negocio que no
funciona. Fallar es habitual e, incluso, una nueva manera de tomar impulso. Hay
que aprender a gestionarlo.
"No he fracasado. He encontrado 10.000 soluciones que
no funcionan". Este aparente optimismo que manifiesta Thomas A. Edison, empresario y prolífico inventor estadounidense,
en esta cita nos choca a muchos que hemos convivido con una cultura en la que
se penaliza el fallo en el terreno laboral. Un estigma social que, hasta que no
estalló la crisis económica y se llevó por delante todo el sistema de trabajo
con el que habíamos crecido como profesionales, podía acabar con nuestra
autoestima y ponernos las cosas muy difíciles para volver al ruedo laboral.
Gestionar un fracaso en este terreno, sea de la naturaleza
que sea -desde un despido hasta un proyecto fallido o una idea de negocio que
no cuaja-, es complicado. Pero, si se administran bien los pasos y se aprende
del error, un fallo puede servir para dar un nuevo impulso a la carrera
profesional.
Antes de aprender a gestionar el error hay que definir bien
qué es. Según Elena Méndez,
profesora de recursos humanos de IE Business School, "un fracaso es obtener
un resultado que no responde a las expectativas marcadas. Y sobre todo, un
fracaso es aquello que no te permite avanzar y te deja atascado". Para
evitar que esto pase, y partiendo de la base de que todo el mundo falla, hay
que poner en práctica las claves que convierten un error en una nueva
oportunidad. La resiliencia, el mejor de tus aliados.
Evolución
Dice Begoña Puente,
profesora de ESADE Business School, que "desde que convivimos con la
crisis la sociedad se ha vuelto más permeable. Ahora se es más indulgente con
las dificultades empresariales y económicas, ya que los valores comienzan a
adaptarse un poco a esta nueva realidad. Evolucionamos en la idea de poner el
foco de atención en cada uno de nosotros, como centro de nuestro desarrollo
profesional, frente a la sociedad, las empresas y los puestos de trabajo".
Una idea que no comparte con Genoveva
Vera, coach y experta en liderazgo, quien considera que la delicada
situación económica "ha aumentado el carácter prudente de las empresas y
de los empleados a la hora de correr riesgos. El miedo a perder posición en el
mercado, a no vender lo suficiente o a perder el puesto de trabajo hizo que se
paralizaran proyectos o que no se invirtiera en innovación".
El cambio
Cierto es que a nadie le gusta fracasar, ni siquiera para
aprender a no repetir ese error. Menos aún en una cultura en la que el fallo ha
estado muy mal visto. Y hablo en pasado porque, según la mayoría de expertos
consultados, hemos tomado conciencia de lo que realmente significa fracasar.
Sobre todo gracias al peso, cada vez mayor, del mundo emprendedor en el mercado
de trabajo. Un universo nada ajeno al error, en el que fallar es lo habitual.
"Hay más tolerancia en el mundo start up que en el laboral. El inversor
sabe que un emprendedor puede errar", recuerda Daniel Soriano, director del Centro Internacional de Gestión
Emprendedora de IE Business School.
José María Quintanar,
presidente de IusTime, cree que los emprendedores "se diferencian por
tener una actitud abierta, por trabajar con curiosidad, por no vetar las dudas
de los socios en el camino y premiar al equipo por cada paso adelante. Para
ellos el fracaso es sólo un paso atrás, para tomar impulso y avanzar cinco
más". Una forma de pensar que, poco a poco, va calando en el resto de la
sociedad.
Gestionar
Elena Méndez
reconoce que en España hay mucho miedo a perder el puesto de trabajo y, por
tanto, más barreras para reconocer el fallo. Además, en las organizaciones
jerárquicas (la mayoría) se penalizan los fracasos, amén de que el feedback y
las conversaciones sobre errores suelen ser agresivos. Sin embargo, entiende
que fallar es inevitable y que lo importante es aprender a gestionar bien el
error. Identifica, por tanto, una serie de pasos que dar para que un fallo se
traduzca, a la larga, en un éxito: "Reconocer y gestionar las emociones.
La gente entra en shock cuando algo no ha ido bien, de ahí la importancia de
tomar conciencia desde el punto de vista emocional del momento en el que
estamos; aceptar y aprender. No puedes admitir frases del tipo 'ha sido mala
suerte'; no dejar que un fracaso te rompa. Revísalo con otros ojos y saca lo
positivo de la situación; aprende de otros que ya lo han pasado y han
sobrevivido; elabora un discurso. Hay que saber contar qué es lo que ha pasado
y sentirte cómodo en el relato. E, incluso, puedes preguntar a tus receptores
si ha quedado algo en el tintero; cuidarse. No sólo debes atender la parte
emocional, también la física. Hay que dormir bien, comer bien y hacer
ejercicio; y, por último, aprender a fallar bien, es decir, a reconocer antes
el error e identificar lo mejor de ese fallo".
El despido
Otro tipo de fracaso es el que sientes cuando te despiden.
Un salto al vacío en estos momentos en los que el mercado laboral apenas ofrece
alternativa. Pero, aunque en un primer momento lo parezca, que te echen de una
empresa no es el final. Puede ser un nuevo comienzo. José María Quintanar aconseja "analizar objetivamente el
motivo y tomar una decisión en función a los datos". Una vez realizadas las
gestiones iniciales, "hay que marcarse una meta hacia otro proyecto
profesional. Y, como todo proceso de búsqueda de empleo, esto pasa por trabajar
la marca persona, definir y adecuar el mercado laboral al que dirigirse. Y
hacer", indica Puente. Porque
un fracaso puede ser una oportunidad.
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