Mucho se viene hablando de innovación estos últimos años.
Los cambios en el entorno económico, tecnológico y geopolítico han sido tan
convulsos que las empresas y todo tipo de organizaciones, públicas o privadas,
lucrativas o no, se han visto obligadas a replantearse muchos de sus productos,
servicios, procesos e incluso modelos de negocio.
De pronto a las
empresas les ha interesado innovar y, para ello, han solicitado a sus equipos,
a sus personas, a sus trabajadores que despierten su capacidad creativa.
En algunos casos ésta estaba ya entrenada. En muchos otros
casos, la creatividad de la gente estaba dormida, anestesiada, descreída.
Muchos directivos han
confundido innovación con investigación y desarrollo, la conocida I+D. Poco
importa que se le añada la i de innovación. Y han restringido la innovación a
los departamentos técnicos o de marketing. Esta es solo una vertiente de la
creatividad. Las empresas más innovadoras del mundo tienen una visión mucho más
amplia. La innovación debe poder ocurrir
a cualquier nivel jerárquico y en cualquier departamento de la empresa.
Pero para lograrlo, es preciso un cambio cultural importante. Este cambio
cultural supone que los miembros de una organización hayan vivido y
experimentado en sus propias carnes que su creatividad importa y es tenida en
cuenta.
Sabemos mucho acerca de la creatividad pero las empresas
saben relativamente poco porque no ha sido ésta un área de gestión en la que se
ha invertido demasiado.
Despertar la
creatividad de las personas requiere una serie de condicionantes fundamentales.
El primero es erradicar la cultura del
miedo. Amancio Ortega insiste en que Inditex está donde está gracias a una
cultura de aceptación del error. O, lo que es lo mismo, eliminación del miedo a
equivocarse. En Procter, tienen un mantra: fracasa pronto, fracasa rápido y
fracasa barato. Pero fracasa. La innovación lleva asociado un importante grado
de error y las empresas que saben aprovechar la creatividad de sus personas
tienen esto en cuenta: el error forma parte del proceso, se asignan y reparten
sus consecuencias sin que eso entrañe un riesgo para la carrera profesional de
las personas y, finalmente, se dota a la empresa con los mecanismos apropiados
para detectar los errores que toda actividad creativa lleva asociada. Las
empresas más creativas del mundo son empresas que, ante todo, se equivocan a
veces pero, especialmente, están entrenadas para descartar. El arte de innovar
no es el de acertar, que también, sino el de descartar las ideas malas antes de
que cuesten demasiado dinero.
Las empresas que
favorecen la creatividad de sus personas son organizaciones que atraen talento.
La gente quiere y desea trabajar en ellas. La explicación es muy simple.
Juntamente con el amor, la creatividad es una de las facultades básicas en la
autorrealización de un ser humano. Es una necesidad vital y hay pocas
organizaciones que permitan desplegarse en tal ámbito. La creatividad va
asociada al placer intelectual. Crear, inventar, descubrir es placentero y,
aunque es una tarea dura y ardua a veces, produce elevados niveles de
satisfacción profesional. Por eso las empresas donde la creatividad se
incentiva, donde las ideas de las personas son escuchadas, son empresas que
retienen mucho mejor el talento. Aviso para navegantes en departamentos de
recursos humanos: una persona que haya
experimentado cómo su creatividad puede desplegarse en su trabajo difícilmente
cambiará de empleo ni aunque le ofrezcan un 30% más de salario. Obviamente,
siempre que ese salario supere un mínimo higiénico de subsistencia. ¿Por qué?
Pues simplemente porque la satisfacción profesional que experimenta la persona
es tan elevada que no va a querer arriesgarse a perder autorrealización por
dinero. Son pocas las empresas que lo tienen en cuenta. Pero es algo
fundamental. La creatividad es un factor de retención fenomenal. No solo sirve
para que la empresa produzca ideas, sino también para retener el talento, a las
mejores personas.
Sin embargo, hay algo aquí a ser tenido en cuenta. Desde recursos humanos debemos asegurarnos
de que tenemos a las personas idóneas y en los puestos idóneos.
¿A qué se refiere las personas idóneas? Se refiere a que
tanto su perfil sea adecuado para nuestra organización (eso lo sabe todo el
mundo) como a que nuestra organización sea idónea para el suyo (extremo este
que es normalmente ignorado). ¿A qué me refiero? Pondré un ejemplo. Cuando yo
tenía 25 años entré a trabajar en una empresa como responsable de una conocida
marca de whisky. Yo no bebo, no me gusta la noche desfasada y además me
preocupa el impacto social del alcohol y sus efectos sobre las adicciones o los
accidentes de tránsito. La empresa no era idónea para mí a pesar de que mi
perfil sí era idóneo para esa empresa. ¿Cuál fue el resultado? Pues que yo, una
persona que he sido altamente creativa en otros entornos y ámbitos, fui incapaz
de desarrollar una creatividad continuada, duradera y de valor. Experimenté un
fracaso profesional de importante calado. ¿Fallaba la persona? No. Yo era el
mismo que ahora. Sencillamente se producía la ausencia de algo elemental para
que la creatividad de la persona sea sostenible en el tiempo y que se denomina
“motivación intrínseca”. La motivación intrínseca no puede ser articulada ni
incentivada por la organización. Es solo inherente a la persona. A sus gustos,
a sus aficiones, a sus preferencias, a sus querencias.
Por eso es
fundamental asegurarnos de que nuestra empresa es la idónea para las personas
que contratamos y no sólo personas idóneas para las tareas y funciones a
cubrirse en un puesto de trabajo. Es obvio que todas las tareas y trabajos
tienen momentos pesados o aburridos o tediosos. Incluso la tarea de un músico o
un pintor, cualquier artista, incluye fases que el propio creador aborrece.
Pero en su conjunto, el artista disfruta con su trabajo porque se dedica a algo
que le llena.
Lo mismo sucede con los puestos de trabajo. Debemos
asegurarnos de que tenemos a las personas asignadas a puestos y tareas que les
placen, que les atraen y que disfrutan enormemente con ellas. No siempre es
así. Debido a la enorme deficiencia del sistema educativo, son miles los
jóvenes que acaban metidos en carreras universitarias o formación profesional
que en realidad no desean cursar. A veces movidos por deseos de los padres y
otras veces porque no les queda más remedio, estudian algo que no les llena.
Como consecuencia, trabajarán en profesiones donde difícilmente van a sentirse
realizados.
Las empresas que deseen personas creativas han de aprender a
detectar cuáles son esos perfiles. Gente que se dedica a lo que no le gusta. Y
tienen dos opciones: no contratarlos o bien, si consideran que tienen un
talento en potencia, explorar hacia qué departamentos o responsabilidades desea
esa persona moverse. La reorientación profesional supone un esfuerzo para la
persona y, por supuesto, para la organización. Pero ¿puede alguien imaginar el
agradecimiento y la motivación que una persona sentirá por la empresa que ha
sacado lo mejor de él o ella, y que le ha ayudado a redirigir su carrera
profesional hacia dónde deseaba?
Pensamos poco en la
creatividad como factor de retención y tendemos solo a considerarla una fuente
de ideas e innovación. Pero en la vida todo tiene un efecto y consecuencia
que se mueven en un doble sentido. De dentro hacia fuera y de fuera adentro. Es
lo mismo con la creatividad. Las personas darán mucho, muchísimo a la
organización si ésta decide invertir en su creatividad.
Y, por último, siguiendo el título del artículo y uno de los
grandes objetivos de las distintas áreas de Human Age de este año, hablemos de
desarrollar.
La creatividad no es ni mucho menos una capacidad estática,
sino dinámica. La creatividad se puede
aprender, desarrollar, mejorar, ejercitar. Los caminos de la creatividad
son, por concepto, infinitos. Sin embargo, es posible acotaros, dirigirlos,
enfocarlos adecuadamente hacia los objetivos estratégicos de la organización.
Se trata, simplemente, de dedicar algo de recursos y tiempo.
No solo a la formación, sino a la liberación de tiempo. La creatividad y la
innovación requieren parar el reloj. Y las empresas, alocadas por la tiranía
del corto plazo, no tienen tiempo. Tienen demasiada prisa. Y esas prisas,
trasladadas a las personas, son acérrimas enemigas de la creatividad. Las empresas más innovadoras del mundo
destinan espacios y momentos a la creatividad, permitiendo que la persona
salga momentáneamente de su estresante día a día. Existen muchos modos de
hacerlo: desde liberación de horas, hasta
liberación de días o incluso meses. Google opta por lo primero; BMW por lo
último, por ejemplo. A ambas les funciona. El caso es liberar tiempo.
Una última palabra para los incentivos. Si algo sabemos en
economía es que las personas funcionamos mediante incentivos. Siempre es así. Los incentivos mueven la voluntad humana,
que fácilmente tiende a la desidia o la inacción.
¿Cuál es el mejor incentivo en innovación y creatividad? Se
ha demostrado que no es el dinero para la persona, sino el dinero para realizar
más proyectos profesionales. Las
empresas más innovadoras del mundo premian las buenas ideas con recursos para
nuevos proyectos. Son las que mejor han comprendido que fomentar e invertir
en creatividad les produce no sólo resultados, sino que se convierte en el
mejor factor de retención del talento.
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