El fenómeno de los MOOC nació en
Estados Unidos de la mano de algunos visionarios como el teórico de la
inteligencia artificial y ex profesor de la universidad de Stanford Sebastian
Thrun. Aunque las primeras experiencias tienen varias décadas, no ha sido hasta
el pasado 2012 que el fenómeno no se ha convertido en masivo. Durante los
últimos 12 meses nacieron las principales plataformas tecnológicas a las que
las universidades han enganchado sus cursos.
“Ha surgido de todo, desde ser mejores cocineros,
aprender a ser más artístico, dominar nuevos deportes, nuevos instrumentos,
nuevos lenguajes de programación, otros idiomas y hasta convertirse en mejores
profesores”, escribían en su blog los responsables de Udacity como sus propósitos para el
nuevo año.
Creada por Thrun y otros dos colegas dejan claro
sus objetivos en su declaración de principios: “Nuestra misión es ofrecer al
mundo enseñanza superior de forma accesible, atractiva y eficaz. Creemos que la
educación superior es un derecho humano básico y pretendemos capacitar a
nuestros estudiantes para que desarrollen sus habilidades y así puedan avanzar
en sus carreras.” En apenas un año desde su fundación, Udacity ha enrolado a
más de 150.000.
Un vistazo a la página de Udacity
permite hacerse una idea de lo que se puede aprender en un MOOC. Hay cursos de
introducción a la informática o a la física, intermedios para aprender
inteligencia artificial o programación y cursos avanzados en criptografía
aplicada o robótica.
Pero más importante que los contenidos es la forma
y la filosofía de los MOOC. Como anteriores plataformas de aprendizaje, son
online. No importa donde se encuentre uno, basta una conexión decente para
apuntarse. Pero ahora son masivos. En teoría se puede inscribir tanta gente
como quiera. Los ha habido con decenas de miles de estudiantes. En la práctica,
las universidades está limitando el número de inscripciones por razones de
operatividad. La Universidad de Texas en Austin, por ejemplo, ha tenido que cerrar el registro para su segundo curso sobre
infografía, dirigido por el español Alberto Cairo, tras alcanzar los 5.000
inscritos. Ni los servidores del centro universitario ni la capacidad de Cairo
podían con más. Los MOOC son también abiertos, lo que lleva aparejada su
gratuidad. Es un detalle fundamental de la filosofía en la que se basan: democratizar
y globalizar la enseñanza superior.
Las búsquedas en Google muestran el aumento del interés por los MOOC.
En el fondo de la revolución que viene hay un
cambio en el paradigma educativo. Ideas ya veteranas como el constructivismo,
que postula la entrega al alumno de las herramientas para el aprendizaje, se
han fusionado con conceptos como el edupunk, el hazlo por ti mismo
aplicado a la enseñanza, o el neologismo conectivismo, la confianza
en las posibilidades que ofrece la red para adquirir nuevos conocimientos. No
se trata sólo de que Alberto Cairo cuelgue sus vídeos sobre visualización de
datos en la web. Los cursos MOOC se apoya en herramientas de las redes sociales
para interactuar con sus miles de estudiantes interpelándoles y poniendo tareas
o para que los inscritos se pregunten entre sí.
Aunque el fenómeno salió de iniciativas
individuales de grandes profesores (Thrun, por ejemplo es investigador en
Google y uno de sus socios en Udacity, David Stavens, formó parte del equipo de
la Mars Rover de la NASA), las universidades también se han subido al carro. El
MIT y la Universidad de Harvard crearon edX, una plataforma de
cursos online masivos a la que se han unido otros centros de alto nivel como
Berkeley, Georgetown o Wesleley College en el pasado diciembre. Con la incorporación
de las dos últimas, edX también DA un paso más allá en los contenidos. Aunque
los cursos relacionados con la tecnología y la ciencia son los que más abundan,
en este año ofrecerán otros en los campos de las ciencias sociales, de la salud
o la economía.
Pero si se trata de contar universidades, la
plataforma más amplia es Coursera. Nacida también
en 2012 cuenta ya con más de dos millones de estudiantes, lo que la convierte
en la universidad más grande del mundo. En total, tiene 33 centros educativos
asociados. Para el año que empieza, tienen programados 211 cursos en las más
diversas disciplinas. Con Coursera se produce también la internacionalización
de los MOOC. Entre sus centros universitarios están algunos de los más
prestigiosos de fuera de Estados Unidos, como la École Polytechnique Fédérale
de Lausanne (Suiza), la Universidad de Londres o la Universidad de Ciencia y
Tecnología de Hong Kong.
Los MOOC también han llegado a España, aunque de
forma aún discreta. En los últimos meses, la UNED lanzó sus primeros COMA (acrónimo en español de los
cursos online masivos abiertos) en comercio electrónico, open data o
innovación social. La otra gran plataforma española es Unimooc, impulsada por el Instituto de
Economía Internacional de la Universidad de Alicante, en la que participan
varias universidades españolas, el Banco Santander o Google. Aunque empiezan
con un único curso para emprendedores, puede ser la semilla para que los MOOC
despeguen en España.
El único punto débil de estos
cursos es su homologación. No hay manera de examinar a los estudiantes y, por
tanto, la mayoría no son cursos oficialmente reconocidos. Pero, aunque algunas
plataformas como Udacity ya darán créditos este año tras implantar un control
externo en alguno de sus cursos, la filosofía de los MOOC tiene poco que ver
con la obtención de un título y sí con la educación realmente adquirida.
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