Esta crisis parece no
acabarse nunca. ¿Por qué?
Era previsible,
mirando los datos económicos, que el crecimiento de los años anteriores iba a
menguar. Lo que estamos viviendo tiene todas las características de un tipo de crisis
de largo alcance, de estas que duran un periodo prolongado. No es un problema
de capear la tormenta uno o dos años. Estamos hablando de una década. Me
recuerda un poco lo que la gente ya solía decir en los años 30 en el siglo
pasado: “Tranquilos, la economía se va a recuperar”. Y luego hubo una
depresión. En la actualidad, hay una cierta similitud con aquel entonces, no
tanto en lo que se refiere a las condiciones financieras, que son diferentes,
cuanto a los tiempos de actuación y de respuesta política. Igual que hace un
siglo, los gobernantes sólo están pendientes del calendario electoral, lo que
impide la toma de las decisiones que vayan en la decisión correcta.
¿Cuál es la mayor
debilidad económica que padece España?
No es algo de ahora.
Hay que remontarse a los años 90. Si usted mira la evolución de los datos, se
generó, en los años del boom, un espectacular aumento del empleo, pero un
descenso de la productividad. España se encontró así en una situación muy mala
cuando estalló la crisis. Por eso, se necesitará tiempo para que el país salga
adelante. No es sólo un problema de políticas macroeconómicas, sino de qué es
lo que pueden hacer las empresas españolas para remontar el vuelo.
Pero las grandes
firmas españolas siguen siendo muy apreciadas y encabezan muchos rankings…
Recuerdo todavía
cuando Zapatero convocó en la Moncloa a las 37 mayores empresas españolas. Hay un
dato curioso: según mis investigaciones, estas empresas no representan nada más
que el 5% de todos los empleos en España. Es un poco optimista arreglar la
economía de un país con estas bases... Y si se mira los puestos de trabajo que
estas grandes compañías han creado en los últimos años, pues se descubrirá que
los empleos se generaron esencialmente en el exterior, o sea, fuera del país.
En España, Francia o Italia ha habido un excesivo interés por parte de los
políticos en ocuparse únicamente de las grandes empresas, cuando está
demostrado que estas últimas, a diferencia de las más pequeñas, suelen estar en
mejores condiciones y presentan mejores datos de productividad. Son las
pequeñas empresas las que tienen que hacer los deberes.
¿Está diciendo que si
las pymes se hacen más grandes se soluciona el problema?
El gran reto para las
pymes es pasar de un tamaño muy pequeño a un tamaño mediano. A partir de 2.500
empleados, el esfuerzo para crecer no es tan grande. Yo creo que hay un tejido
de empresas pequeñas con baja productividad que es excesivo. Y sí, existe una
correlación interesante en este sentido entre tamaño y productividad. Cuanto
mayor es el primero, también suele ser mayor la eficiencia.
¿Para lograr esto hay
que expandirse al exterior?
Es una de las claves.
España se sitúa muy por debajo en cuanto a relaciones comerciales con el resto
del mundo. En algunos sectores, como el turismo, las cosas parecen ir un poco
mejor. Pero es un caso aislado. El país ha registrado un déficit comercial
durante muchos años: las importaciones se han disparado, y las exportaciones se
han reducido, lo que ha obligado a poner en marcha las actuales políticas de
austeridad. Nosotros hemos detectado en nuestros estudios que en realidad, en
estos momentos, tanto las importaciones como las exportaciones han perdido
fuerza. Y el peso de España en el comercio internacional sigue siendo muy
escaso.
Ponga un ejemplo de
lo que no hay que hacer.
Pensemos en un sector
de éxito en España, como el vino. España es el segundo exportador en el mundo.
Pero si usted mira el volumen de ventas, comprobará que la mitad de lo que se
vende es vino de garrafa, un cuarto son botellas sin denominación de origen y
sólo el cuarto restante es el que tiene denominación de origen, vino de
calidad premium. El precio de venta medio por litro del vino
español es un euro y 36 céntimos, cuando hace diez años era de un euro y 74
céntimos. Significa que España no está apostando por la calidad y que va en la
dirección equivocada. Los productores dicen que si no hay demanda en el
interior, entonces no les queda más remedio que vender en el extranjero el
excedente malo… Pero es un desastre. ¡Internacionalizar no es esto! Porque
España no sólo no puede competir con Francia, sino que ahora también hay
competidores de bajo coste que son muy agresivos. Por ejemplo, Chile o
Sudáfrica. Y es impensable creer que los pequeños productores españoles puedan
enfrentarse a los gigantes australianos.
Ahora cite un caso de
una empresa o de un sector que, en cambio, ha hecho lo correcto.
Siempre en los vinos,
Matarromera sigue políticas interesantes: invierte el 30% de sus ingresos en
investigación y desarrollo y comercializa vino sin alcohol para los países
musulmanes. La bodega García Carrion, que vende vino en tetrapack, hizo una
apuesta por la logística muy sensata, al impulsar su presencia internacional,
300 puntos de venta por el mundo que le garantizan abastecimiento constante en
el mercado. Lamentablemente, estamos hablando de excepciones. Existe la idea de
que la culpa es del Gobierno y de las autoridades. Pero los ejecutivos de las
empresas españolas, salvo algunos casos, tienen su parte de responsabilidad.
¿España no cuenta con
buenos gestores?
En general, en España
hay buenos ejecutivos que podrían introducir cambios de estrategia, y no creo
tampoco que aquí falte talento. Pero, seamos sinceros, muchos de los directivos
en los últimos años han destacado esencialmente por su capacidad de especular,
en la construcción, por ejemplo, sin preocuparse de llevar a cabo operaciones
de mayor calado o de valor añadido. Todos los países, en general, tienen
dificultad para encajar la oferta y la demanda en el mercado laboral. Pero
España lo hace especialmente mal.
¿Por qué?
No es que la gente no
esté formada. Pero hacer coincidir demanda y oferta de empleo es difícil aquí.
Por poner un ejemplo, el nivel de movilidad es muy restringido. En EE.UU. la
gente se mueve cada dos años, mientras que aquí la gente se quiere quedar cerca
de su familia. En la agenda política del país, hay mucha discusión sobre cómo
regular el mercado laboral, el mercado de capitales, pero nadie habla del reto
de mejorar la productividad, que es la manera más eficiente de combinar trabajo
con capital. Estuve hace poco en Dinamarca, donde sólo hay un paro del 7%. Ahí
se considera que la productividad es una prioridad nacional, han hecho una
comisión para discutir el problema. En cambio, aquí el tema está completamente
ausente del debate.
¿Cuál es la receta
que seguir?
La productividad
aumentó en España sólo entre 1990 y 1994 y entre el 2008 y el 2011, y a un
ritmo inferior a los países del norte de Europa. Fue una etapa en la que
esencialmente las empresas españolas reducían plantillas. Pero ajustar costes
es sólo una parte de la estrategia. Parece que las empresas españolas sólo
saben hacer una cosa a la vez: o se expanden, con más capital, más empleados y
más producción, o bien despiden a alguien. La clave sería poder hacer las dos
cosas a la vez para incrementar la productividad, es decir, generar riqueza y
al mismo tiempo crear empleo. Ya no se trata de que las compañías españolas se
conviertan en las nuevas Apple o Google, bastaría con que algunas firmas
consiguieran alcanzar el nivel promedio de su sector de pertenencia y pasasen a
ser un poco más eficientes. Ya sé, no es algo sexy, pero es lo que hay. Si las
firmas no tienen recursos y ya han reducido costes, podrían sacar provecho de
la tecnología actualmente disponible. Si no se hace en estos momentos que hay
crisis, francamente, no sé cuándo los empresarios piensan hacerlo.
¿Puede ser un poco
más concreto?
Hay una compañía
interesante que he estudiado, Celsa, en el sector del acero. Su sector es
maduro. Pero han accedido a la mejor tecnología alrededor del mundo. Se han ido
hasta Japón a buscarla. Incluso en un periodo en el que las cosas iban bien, no
tuvieron reparo en invertir en mejoras tecnológicas, cuando en apariencia no
hacía ni falta. Gracias a esto su productividad mejoró. Al contar son una
amplia presencia internacional, consiguieron aumentar de forma sensible las
toneladas de acero producidas por cada trabajador. También puedo citar el caso
de Nissan, que ha cambiado su sistema de producción automovilístico para
convertirlo en just in time (en tiempo real).
Pero hay empresas
españolas que ya tienen una presencia internacional relevante. Por ejemplo, en
América Latina.
La realidad es que
los niveles de integración internacional de España son bastante limitados aún.
Incluso lo que en teoría es un punto de fuerza de la economía española, como el
idioma, está poco aprovechado. Me menciona el caso de América Latina. Pues
bien, el comercio de este continente con España, en relación con toda la
riqueza que produce, es similar al peso
que tiene esta región en la economía mundial. ¿Qué quiere decir? Que España no destaca en absoluto como socio comercial privilegiado de Sudamérica. Normalmente, los vínculos de las excolonias consolidan las relaciones comerciales, por sus vínculos culturales, etcétera. Pero en este caso no ocurre. El problema es que España tiene poca presencia en las partes del mundo que están creciendo más. El flujo de las relaciones comerciales de las empresas españolas en Asia o Oriente medio debería ser mucho más intenso. Todos los empresarios me hablan de que quieren ir a India o China. Bien. No se debe a una falta de aspiraciones o de ambiciones. Pero la realidad es que el peso comercial de España en estas zonas... ¡disminuye! Si los empresarios creen que van a hacer negocio sólo porque hay millones de chinos o de indios, entonces vamos mal.
que tiene esta región en la economía mundial. ¿Qué quiere decir? Que España no destaca en absoluto como socio comercial privilegiado de Sudamérica. Normalmente, los vínculos de las excolonias consolidan las relaciones comerciales, por sus vínculos culturales, etcétera. Pero en este caso no ocurre. El problema es que España tiene poca presencia en las partes del mundo que están creciendo más. El flujo de las relaciones comerciales de las empresas españolas en Asia o Oriente medio debería ser mucho más intenso. Todos los empresarios me hablan de que quieren ir a India o China. Bien. No se debe a una falta de aspiraciones o de ambiciones. Pero la realidad es que el peso comercial de España en estas zonas... ¡disminuye! Si los empresarios creen que van a hacer negocio sólo porque hay millones de chinos o de indios, entonces vamos mal.
¿España tiene un
problema de imagen?
La reputación de un
país cambia más rápido que la misma realidad. Se mueve demasiado, oscila. Y las
disfunciones económicas no se explican sólo con un problema de imagen. Además,
es Europa como tal la que tiene un problema de marca. Desde fuera, los
inversores en estos momentos piensan: “¿Cómo es posible que estos países no hayan sido
capaces de ponerse de acuerdo para solucionar sus asuntos?”. Dicho eso, España
presenta algunos activos en términos de imagen indudables. Por ejemplo,
considere el fútbol. La selección española o el Barcelona. Son unas marcas
formidables.
Usted sostiene que el
mundo no está tan globalizado como parece. Asumiendo que esto sea realmente
así, ¿esto es una suerte o una desgracia?
La globalización es
positiva en general. El problema es que la gente exagera cuando dice que
estamos globalizados. Si usted pregunta a los franceses qué porcentaje de su
población es inmigrante, contestan que el 25%. Pero la realidad es que los
extranjeros apenas son el 7%. O consideremos otro asunto, como el cambio
climático. Existe la convicción de que gran parte del porcentaje de emisión de
gases de efecto invernadero se debe al transporte aéreo internacional. A la pregunta,
la gente contesta que los viajes intercontinentales causan el 25% de los gases,
pero la realidad es que la contaminación de los aviones sólo influye en un 2%
sobre el total. Si incluimos el tráfico nacional, como mucho se llega al 3%. No
digo que no haya un problema de calentamiento global. Pero de ahí a pensar que
reduciremos el problema del CO2 cerrando o
reduciendo el tráfico aéreo y que la culpa la tiene la globalización… Espere,
le doy más ejemplos de esta divergencia entre la percepción y la realidad.
Adelante.
La empresa Tesco
decidió hace un tiempo dejar de comprar rosas en Kenia, decidió que lo haría en
Holanda para reducir la contaminación debido al transporte. Pues bien, no se
dio cuenta de que en Holanda las rosas crecen en invernaderos… ¡que también
contaminan! Más casos: si usted pregunta a los estadounidenses qué porcentaje
de la riqueza del país dedica a la ayuda exterior, la gente contesta que el
30%, cuando es apenas del 1%. Los norteamericanos creen que su país está muy
volcado en el exterior, pero no es así. En Estados Unidos, la suma de las
exportaciones y de las importaciones alcanza el 28% de la riqueza nacional.
Pero en Alemania es del 82%. ¡La economía americana es muy cerrada! Hablar de
globalización, cuando la primera economía del mundo no está globalizada…
Desde varios sectores
se insta a regular más la economía para frenar los excesos del mercado salvaje.
¿Está de acuerdo?
Los flujos de capital
son diferentes de los flujos de personas, lo que exige cierta regulación, sobre
todo a muy corto plazo, ya que se pueden dar desequilibrios. Para mí, es
sensato asumir que los mercados por sí solos sean razonables y que se autorregulen,
pero reconozco que sería por lo menos imprudente dejar los destinos financieros
de un país en manos del mercado, con lo que un mínimo de intervención sí sería
necesaria. Se puede regular ciertas cosas, pero no tiene sentido hacerlo sólo
en una ciudad como Nueva York. Hay que hacerlo a escala global.
Si no se está tan
globalizado, ¿cuáles son los obstáculos que impiden una mayor integración entre
los distintos países?
Depende del sector.
Por ejemplo, en una industria cementera, la distancia geográfica sí que
representa un obstáculo; en cambio, en la cultural es mínima, ya que es un
producto universal y conocido por todos. Hablando de barreras, una
significativa es la del transporte: dentro de la Unión Europea sigue siendo
significativamente más caro desplazarse que en Estados Unidos. Una vez, en una
conferencia en Minnesota, Jean-Claude Trichet (expresidente del Banco Central
Europeo) dijo que “la Unión Europea es como Estados Unidos., salvo en la unión
fiscal”. Yo me pregunto: ¿en qué clase de Europa vive este señor?
Usted nació en India,
trabajó en Estados Unidos y ahora es profesor del IESE en Barcelona. ¿Las
nuevas generaciones tendrán que acostumbrarse a moverse por el mundo?
He vivido en cinco
países e hice un estudio sobre el tiempo transcurrido en cada uno de ellos y la
cantidad de gente que he conocido durante ese tiempo en India, España, Estados
Unidos, Reino Unido, Francia. He llegado a la conclusión de que estos países
representan el 72% de mis contactos. Me di cuenta de que en Sudeste Asiático estoy
un poco flojo. Y he decidido intensificar mis relaciones allí. Hay que pensar
que el mundo todavía hay mucho que explorar.
¿Tendrán las personas
en el futuro problemas de identidad?
La identidad múltiple
a veces crea confusión, pero se puede manejar. Las nuevas generaciones ya están
acostumbradas a mezclar raíces. Yo, por ejemplo, en el fútbol, sigo al
Barcelona de cerca. Pero también soy de los Indiana Patriots en el fútbol
americano. Y créame, es difícil seguirlos desde aquí, ¡a veces no me queda más
remedio que ver partidos por internet en baja definición!
Pankaj Ghemawat. Profesor de Estrategia Global del IESE. Ha sido el académico más joven de la historia de Harvard Xavier Cervera.
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