La educación es la única herramienta que tenemos para progresar en nuestras
vidas. Es la mano que nos da de comer y el principal
motor de cualquier sociedad. Releyendo “Talento” de Tom Peters, encuentro un pasaje que me toca de lleno y que dice:
“Está ocurriendo algo fundamental, que supera a la tremenda ola de la
tecnología, al gran cambio en el puesto de trabajo. La naturaleza de
‘quienes somos’ está sufriendo un cambio tectónico. La transformación
afecta no sólo al tipo de trabajo que hacemos, sino a nuestra relación
fundamental con el trabajo. Y los contables de 47 años tiemblan en sus
mocasines. ‘¿Qué voy hacer cuando IBM decida echarme de mi cubículo?’
La clave, y sólo hay una clave... es la actitud. Si el plato que te
gusta es la seguridad del cubículo y la esclavitud garantizada de por vida...
bien, vas a tener mucho miedo de todo lo que viene por la carretera. Pero si te
emociona la noción de la vida como una serie de ‘trabajos temporales’ en los
que aprendes cosas nuevas y vivir de tu ingenio, entonces... bien, despertarás
y se te caerá la baba ante la oportunidad de re-imaginarte... y añadir a tu
carrera otro proyecto WOW memorable del que fanfarronear”
Esa transformación laboral de la que habla Peters es quizá una realidad
demasiado palpable de la que no podemos escapar. Pero también tenemos otras
realidades que debemos atender: un gran paro juvenil; una importante parte de
la población, con muchos jóvenes en ella, que no han completado estudios medios
o superiores; y una economía que durante la década pre-crisis generó incentivos
perversos para el abandono escolar y el convencimiento de que el “cubículo” era
seguro y que duraría muchos años. Todo ello hasta que la burbuja se desinfló,
pasando a costarnos horrores el mero hecho de “re-imaginarnos”.
Para re-imaginarse necesitamos herramientas personales que hemos de
aprender a utilizar. Pero, ¿dónde? ¿Está el sistema educativo cumpliendo esta
función? Uno de los aspectos más en entredicho de nuestra sociedad es el propio
sistema educativo. ¿Cuál es su función? ¿Nos forma para la vida o es una mera
herramienta de señalización de estatus? ¿Cuáles son los verdaderos principios
de la educación para los tiempos en los que nos ha tocado vivir?
Éstas son algunas de las preguntas que se plantea de forma enérgica
Dennis Littky, uno de los fundadores de un movimiento que surgió en Estados
Unidos decidido a transformar el sistema educativo tradicional. Ha logrado
apoyos de líderes empresariales (por ejemplo, Bill Gates), políticos (Bill
Clinton) y de la sociedad civil. Su libro “The big picture: education is everyone's business” (2004)
disfrutó de un gran impacto mediático y social, dando lugar a un movimiento y a una
tipología alternativa para crear “otras” escuelas. Dennis Liitky es un
personaje que, al leerlo y escucharlo, remueve conciencias y hace pensar. ¿Qué
principios considera vitales en la educación? Pues aquellos que permiten a una
persona:
1. Ser un alumno de por vida.
2. Ser apasionado.
3. Estar dispuesto a asumir riesgos.
4. Ser capaz de pensar de forma crítica.
5. Ser capaz de completar las cosas de modo
diferente.
6. Ser creativo.
7. Ser capaz de perseverar.
8. Ser íntegro y respetarse a sí mismo.
9. Tener coraje moral.
10. Ser capaz de usar el mundo que tiene en torno suyo.
11. Ser capaz de trabajar tanto de forma independiente como con
otras personas.
12. Hablar bien, leer bien, escribir bien.
13. Disfrutar verdaderamente de su vida y de su trabajo.
Su punto de vista sobre la educación es sumamente interesante. Educar no
consiste en memorizar contenidos. Tampoco consiste solo en adquirir una serie
de conocimientos, los cuales corren el peligro de quedar obsoletos rápidamente.
Aprender no es una etapa de nuestra vida, sino que es nuestra vida. En las
primeras páginas de su libro se posiciona de forma muy clara:
“Quiero estudiantes que aprendan a usar los recursos que tienen a su
alrededor. Quiero que cuando lean o vean algo que les interese, lo persigan.
Quiero que cuando tengan una idea, cojan un teléfono y llamen a alguien para
hablar sobre ella, o que lean e investiguen, que se sienten y escriban. Cuando
imagino a uno de mis estudiantes de adulto, pienso en una persona que es capaz
de pensar y de hacer y seguir sus pasiones. Un adulto con la fortaleza para
levantarse y hablar sobre sus pasiones, sus preocupaciones; (...) capaz de
comprender y de hacerse comprender... (...) donde la creatividad, la pasión, el
coraje y la perseverancia representen sus cualidades personales”
Cuando me preguntan ‘¿qué es lo más importante que tienen que hacer las
escuelas?’, les hablo de los principios educativos. Pero éstos no se cumplirán
si los chavales no trabajan en ellos y si no son capaces de utilizarlos más
allá de la escuela (...) Éste es el corazón de lo que tienen que lograr la
escuela y la sociedad (...) Hacer copartícipes a la familia y la comunidad en
la educación de nuestros jóvenes.
Cuando un estudiante acaba la escuela ha de tener unas habilidades para
la vida que le ayuden en un mundo adulto - por ejemplo, cómo comportarse en una
reunión o cómo lograr tener una vida y un trabajo organizado-. Cosas básicas
que las escuelas olvidan por las prisas y la necesidad de impartir ciertos
conocimientos (...) En cambio, la clave es que el alumno desarrolle las
actitudes suficientes como para seguir mejorando sus habilidades, para seguir
aprendiendo y creciendo como persona. Una persona de 70 años sólo ha estado un
9% de su vida en el colegio. Por ello, la escuela nos tiene que permitir que
seamos estudiantes toda la vida, y darnos herramientas para ello”.
La educación no consiste solo en llenar un cubo de agua. Todo el
potencial del ser humano se encuentra dentro de sí desde el momento en que
nace. La educación debe dotar de herramientas para encontrar tu propio pozo de
agua, para saber extraerla y, también, para saber cómo utilizar el agua para
mejorar tu vida y tu entorno. En un contexto de gran incertidumbre, con la
necesidad de re-invertarte y re-pensar, de cerrar unas puertas y abrir otras,
cada día es más importante encontrar formas de afrontar los desafíos que la
vida nos pone por delante.
La pregunta es ¿cómo? ¿Están nuestras escuelas adaptadas para ello? ¿Hay
que transformar nuestro sistema educativo? Mientras nos concentremos en llenar
cabezas vacías de contenidos que pronto quedarán obsoletos (¡y que cualquiera
puede conseguir a golpe de click!), estaremos echando paladas de
arena en el mar.
El sistema educativo actual nació como la única respuesta posible a la
necesidad de educar en masa a toda la población en un contexto de recursos
mucho más escasos que los actuales. Pero el contexto en que nació el modelo
actual es muy distinto del posible y necesario en la sociedad del S.XXI. Si nos
centramos en unificar criterios, contenidos e incluso metodologías sin pensar
en la individualidad de cada alumno, en sus intereses y potenciales, en su
peculiar forma de ser y de aprender, estaremos enterrando la excelencia que sin
duda existe en cada ser humano. Como dice Satish Kumar “Un
artista no es un tipo especial de persona, sino que cada persona es un tipo
especial de artista”.
La diferencia esencial entre una persona capaz de reinventarse y otra
que no reside en una educación que persigue la excelencia de cada individuo,
que ha dado a esa persona las herramientas necesarias para encontrar y
transformar el conocimiento y que ha sabido mantener en esa persona la pasión
vital innata por aprender. Y esto no implica un país de ingenieros, el tópico
habitual cuando se habla de educación. La educación va más allá del título, y
el propio Dennis Littky propone esa individualización tanto para las personas
con altas capacidades como para quienes abandonan los estudios y tienen
problemas de exclusión, y también para el estudiante medio.
Pero no seamos ilusos, esta transformación hacia una atención
individualizada se tiene que hacer dentro del sistema, con muchos recursos
económicos, con mucho esfuerzo por dotar de instrumentos y formación al
profesorado y con una decidida implicación de la sociedad. ¡Lástima que en
España no tengamos un Bill Gates con una fundación que done cantidades ingentes
a organizaciones como las de Littky, las cuales apuestan de forma decidida por
una transformación del sistema educativo!
Javier García y Ana Calso
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