Dicho
debate - como muchos que presenciamos día sí y otro también - volvió a tocar
temas que ya están manidos de tal manera que el televidente debe entrar en
estado catatónico instantáneo ante expresiones como “voluntad colectiva”,
“aportación de valor”, “necesidad de innovación”, “reforma de la educación”,
etc.
Sin
embargo, todos estos temas son cruciales para nuestro futuro, pero al igual que
ciertos conceptos que de tanto repetirse fuera de contexto se han trivializado
(ejemplos: libertad, democracia, justicia, futuro), las tertulias se han
quedado en meros titulares, pareciendo que nadie se molesta en escribir la
letra pequeña de manera inteligible.
Con esto
quiero decir que la valentía de aquel que pone el dedo en la llaga está
haciendo lo que Kotter dice que es imprescindible si queremos en serio abordar
el cambio, sea personal, institucional, o colectivo: “Crear un sentido de urgencia”. Y esto se hace solo con la verdad
por delante, mirando la realidad de frente. Auto-complacencia, cero.
El otro
ingrediente absolutamente esencial es que todos tengamos una visión de lo que queremos ser y hacia dónde vamos. Si el que
está leyendo esto aún no se ha hecho la pregunta, le resultará difícil
ciertamente plantearse donde va a aportar valor en el futuro.
El tercer atributo es la hoja de
ruta. NO es
fácil traducir una visión en una estrategia, un conjunto de entregables, que
finalmente se traducen en acciones concretas, hitos, metas, retos y objetivos.
No es fácil para una empresa, ni para las personas. Fácil no, pero sin ello, no
hay visión que se materialice.
Luego se
añade en letra pequeña algo difícil
de medir, pero está allí: un cambio solo puede producirse si el coste en
recursos, en resistencia interna y externa, es inferior a la calidad de la
visión y a la masa crítica de los que están “por la labor”. Extrapolado a lo
personal, esa masa crítica es la suma de nuestras propias determinaciones y
voluntad de proseguir.
Al final,
y al principio, como siempre, están las personas.
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