Experiencias

Rodolfo Salas: Facilitador y potenciador sobre conocimientos de liderazgo, estrategia, marketing y gestión de los negocios.

Fortalezas: Dirigir, inspirar e integrar a otros con una gran energía, Aceptar cambios de forma positiva, Desarrollar relaciones con otros, Ser más visible y Tener un alto grado de compromiso.

sábado, febrero 25, 2012

La letra pequeña

Hace poco, en un panel de debate televisado que - como no - giraba en torno a la sociedad española, sus carencias y nuestra dificultad colectiva para encontrar una salida del laberinto, un valiente, cuyo nombre no recuerdo, tuvo la honestidad de decir a la cámara: “¿Tiene Usted 50 años y está sin trabajo?... no se engañe, no volverá a ser contratado jamás. Podrá protestar por la calle, pero eso no le va a dar un trabajo. Quiero decir con esto que el que NO llegue a los 50 años pudiendo responder con un rotundo SI a la pregunta “¿tengo algo de valor que puedo aportar por mi cuenta?”, tendrá problemas en la nueva economía.”… y rápidamente se cambió de tema con los demás contertulios poniendo cara de circunstancia. Es decir, voluntad para realmente explorar cómo podemos seguir aportando valor, y qué tenemos que aprender, cómo aprender para llegar allí, no, no era tema para el debate.

Dicho debate - como muchos que presenciamos día sí y otro también - volvió a tocar temas que ya están manidos de tal manera que el televidente debe entrar en estado catatónico instantáneo ante expresiones como “voluntad colectiva”, “aportación de valor”, “necesidad de innovación”, “reforma de la educación”, etc. 

Sin embargo, todos estos temas son cruciales para nuestro futuro, pero al igual que ciertos conceptos que de tanto repetirse fuera de contexto se han trivializado (ejemplos: libertad, democracia, justicia, futuro), las tertulias se han quedado en meros titulares, pareciendo que nadie se molesta en escribir la letra pequeña de manera inteligible.

Con esto quiero decir que la valentía de aquel que pone el dedo en la llaga está haciendo lo que Kotter dice que es imprescindible si queremos en serio abordar el cambio, sea personal, institucional, o colectivo: “Crear un sentido de urgencia”. Y esto se hace solo con la verdad por delante, mirando la realidad de frente. Auto-complacencia, cero.

El otro ingrediente absolutamente esencial es que todos tengamos una visión de lo que queremos ser y hacia dónde vamos. Si el que está leyendo esto aún no se ha hecho la pregunta, le resultará difícil ciertamente plantearse donde va a aportar valor en el futuro.

El tercer atributo es la hoja de ruta. NO es fácil traducir una visión en una estrategia, un conjunto de entregables, que finalmente se traducen en acciones concretas, hitos, metas, retos y objetivos. No es fácil para una empresa, ni para las personas. Fácil no, pero sin ello, no hay visión que se materialice.

Luego se añade en letra pequeña algo difícil de medir, pero está allí: un cambio solo puede producirse si el coste en recursos, en resistencia interna y externa, es inferior a la calidad de la visión y a la masa crítica de los que están “por la labor”. Extrapolado a lo personal, esa masa crítica es la suma de nuestras propias determinaciones y voluntad de proseguir.

Al final, y al principio, como siempre, están las personas.

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