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domingo, junio 27, 2021

Tiburones, vacunas y economía del Covid: quién sale en la foto de los sesgos del año pandémico

 

ANDREW CABALLERO-REYNOLDS - AFP

Una de las primeras frases que se repiten en el inicio de las carreras de periodismo es la de que si un perro muerde a un hombre no hay noticia, pero lo contrario (fue William Maxwell Aitken, un magnate de los medios anglo-canadiense que fundó y dirigió diarios como el Daily Express, el Sunday Express y el Evening Stardard. 

Maxwell Aitken falleció en 1964, una década antes de que los padres de la economía del comportamiento Daniel Kahneman y Amos Tversky empezaran a investigar en profundidad los sesgos cognitivos (errores que cometemos al decidir, la mayor parte de las veces de manera inconsciente, y que nos apartan de la pretendida “racionalidad” de la economía tradicional). En 1973 Kahneman y Tversky se refirieron por primera vez al “sesgo de que un hombre muerda a un perro) sí es un hecho noticioso, por lo inaudito. El autor de este concepto disponibilidad”, que indica cómo asignamos (mal) las probabilidades de que algo ocurra sobre la base de lo fácil que se nos vienen a la mente pensamientos relacionados.

El sesgo de disponibilidad explica por qué ganar un premio hace que sea más probable ganar otro (los jurados ya conocen el caso), porqué nos dan miedo riesgos extremadamente improbables y porqué los gobiernos invierten tantos recursos en mitigar riesgos que ya ocurrieron.

Kahneman resalta que los medios de comunicación juegan un rol fundamental en este sentido, porque amplifican lo inusual. Como en el caso del hombre que muerde al perro, o en otro ejemplo muy citado que también involucra mordeduras: los ataques de tiburones son rarísimos, pero están presentes en nuestros temores de manera desproporcionada (y “estigmatizan” a los tiburones de manera muy perjudicial para ellos).

Durante el año pandémico, el de disponibilidad fue uno de los sesgos estrella y se puede advertir en infinidad de ejemplos. En los Estados Unidos, el Dow Jones correlacionó alto en su primera caída en 2020 con la cantidad de muertos en Italia, pero casi no se movió cuando las noticias llegaban antes desde Wu Han. Italia está mucho más “disponible”, cercana culturalmente (quienes hayan visto la última película de Disney, Luca, lo pueden comprobar) y allí hay más corresponsales de medios que en la zona de China donde se inició la epidemia, y que buena parte de la audiencia conoció después de la difusión del virus.

Para Hugo Acciarri, abogado y especialista en temas de comportamiento de la Universidad Nacional del Sur, un riesgo muy alto que subestimamos porque no es tan “saliente” (o porque ya a esta altura no es noticia, ni algo inusual) es el de los accidentes de autos. “La probabilidad de morirse por una complicación con las vacunas es 100 veces más pequeña o aún menor que la de hacerlo en un accidente en la calle”, cuenta. Sin embargo, por estos días vemos al primer miedo exacerbado por las historias de trombosis y otras complicaciones de pocos casos en millones, cuando andar en auto o cruzar una calle es más de 100 veces más peligroso, y no le quita el sueño a tanta gente.

En El cisne negro, de Nassim Taleb, se cuenta una dinámica muy ilustrativa al respecto: en los meses que siguieron al ataque a las Torres Gemelas en 2001 hubo más muertes por el excedente de autos en las autopistas (porque nadie quería tomarse un avión) que las que se sufrieron en el propio atentado.

“Tenemos una dificultad grave para aprender de eventos raros y desconocidos”, dice ahora a LA NACION Daniel Aromi, especialista en economía del comportamiento de la UBA y de la UCA. “Por ejemplo, durante la pandemia hubo gente que se relajó y fue una o dos veces a visitar a padres o abuelos, vio que no había contagio, y sacó conclusiones sobre muy pocos puntos”, cuenta el investigador. Cass Sunstein, el autor de Nudge, lo llama “negligencia de probabilidades":  habitualmente los humanos somos malos para calcular, y más en este contexto, donde la evidencia estadística es tan opaca.

La economía del comportamiento tuvo un nuevo boom en los últimos meses, por varios motivos. En épocas de hiperincertidumbre y ansiedad se suelen tomar más decisiones, y los sesgos también se amplifican. La guerra contra el virus se pelea en buena medida en el terreno de los “hábitos” y de las conductas (distanciamiento, uso de barbijos, etcétera), donde la economía comportamental tiene mucho para aportar. Así como las revistas eligen la foto con “los personajes del año”, se podría hacer lo mismo con “los sesgos del año”, aquellos más costosos en los 15 meses que llevamos de pandemia.

Según Walter Sosa Escudero, profesor de la Udesa y colaborador de esta sección, en un lugar central de esa foto –donde suelen aparecer Susana Gimenez, Tinelli o Mirtha Legrand– debería estar el sesgo de confirmación, a la par del de disponibilidad o saliencia. “La pandemia es un fenómeno de pocos datos. Es decir, su interpretación requiere de mucho contexto. Mirar la curva de casos ex ante se parece mucho a mirar el precio de una acción o de ver nubes: ex post uno puede hablar de ciclos, olas, tendencias, pero viendo cómo crece una de las olas nadie tiene la más peregrina idea de cuándo se da vuelta”, dice Sosa Escudero. Y los explica con un ejemplo personal: “Cuando me agarré Covid, decidí escuchar solamente a dos médicos (el mío personal y mi prima). Hubo mucha gente que usó lo de ‘escuchar a los médicos’ como una iteración de andar preguntando hasta que uno le diga lo que ex ante ya tenía ganas de hacer: si vacunarse, ver a la familia, hibernar, etcétera”.

Tres años atrás le preguntaron en una entrevista al Nobel y pope de economía del comportamiento Richard Thaler qué sesgo eliminaría si pudiera borra uno en la historia de la humanidad. El profesor de Chicago no lo dudó: el de “exceso de autoconfianza”,  porque fue el que hizo que muchos líderes en la historia (Hitler, Napoleón, etc) se embarcaran en guerras imposibles que costaron millones de vidas.

En la misma línea, Robert Trivers, socio-biólogo y profesor de Harvard, cree que el error conductual más costoso en pandemia para Estados Unidos tuvo que ver con la personalidad de Donald Trump, que subestimó la epidemia. Consultado por LA NACION, Trivers sostuvo que “las muertes podrían haber sido la mitad de las 600.000 que hubo en Estados Unidos”. La explicación, según el académico, no tiene medias tintas: “En mi opinión, Trump es un psicópata al que no le importó nunca la verdad”.

Este tipo de errores, sigue Trivers, vienen de un proceso evolutivo de millones de años. En una primera decisión rápida e intuitiva es muy difícil o imposible librarnos de ellos. Pero en una segunda vuelta, más en frío, ser conscientes del abanico de sesgos que nos moldean ayuda a tomar mejores decisiones. No dejaremos de sorprendernos si un hombre muerde a un perro, como planteaba Maxwell Aitken, pero al menos no basaremos nuestra conducta posterior en este hecho inaudito.

Sebastián Campanario

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