DREAMSTIME EXPANSION
Nuestra 'curva de la
felicidad' es una 'U' invertida que podría salvar la satisfacción en el
trabajo.
El paleontólogo y codirector del yacimiento de Atapuerca,
Juan Luis Arsuaga, suele decir que "la vida no puede ser trabajar toda la
semana e ir el sábado al supermercado". Algo sabrá este científico -que
conoce al ser humano de hace miles de años- para sostener este argumento que tiene
que ver con la felicidad laboral.
Un estudio de la Universidad de Dartmouth confirma las
conclusiones de otras investigaciones que hablan de una curva de la felicidad
en U invertida -a los 18 años los niveles de satisfacción empiezan a decrecer-
y que nos lleva a que a los 47,2 años (en los países desarrollados) y a los
48,2 años (en los países en desarrollo) lleguemos supuestamente a nuestro
máximo de infelicidad.
El estudio analiza 132 países y asegura que las personas en
todo el mundo experimentan una "curva de felicidad" invertida en
forma de U. Como en otras investigaciones similares, este nuevo estudio
confirma que la felicidad tiene mucho más que ver con la forma en la que
afrontamos nuestra vida y los acontecimientos. La cuestión es si a partir de
los 47 (48 en los países en desarrollo) podría comenzar también una nueva etapa
en nuestro desarrollo profesional.
En realidad, nunca es demasiado tarde para encontrar el
trabajo de nuestra vida, que nos haga felices. La frustración laboral no puede
ser una opción, sobre todo en un entorno laboral en el que aparecen (y
desaparecen) profesiones constantemente. A pesar de la incertidumbre, ni
siquiera la edad puede ser un obstáculo para que aparezca la posición soñada o
un empleo en el que podamos encajar, siempre que estemos preparados para
responder a ese momento y a ese puesto.
El estudio de Dartmouth explica que "sentirnos
infelices cuando nos damos cuenta de que no lograremos todos nuestros
objetivos, sueños y aspiraciones es algo que no podemos controlar, y nos golpea
con más fuerza a los 47,2 años". Sin embargo, son cada vez más los
expertos que aseguran que la vida laboral después de los 40, 50, 60, e incluso
tras los 70 nos lleva a realizar proyectos y sueños. El best seller de Lynda
Gratton y Andrew Scott -The 100-year Life- analiza cómo las carreras se
extienden temporalmente en un mundo laboral en el que las futuras generaciones
vivirán más allá de los 100 años. Una persona que hace 100 años tenía 70 era lo
que es hoy una de 40 o 50, y las expectativas de vida cada vez mayores nos
llevan a pensar que un profesional de 70 de hoy se corresponda con el esplendor
profesional de hace un siglo, pero con más experiencia y una formación
enriquecida. Hay quien asegura que los 70 son los nuevos 40, porque el mercado
laboral acoge a cada vez más septuagenarios que demuestran un valor profesional
sostenible.
- Cada
vez resulta más común desempeñar alguna actividad laboral que no tenga que
ver con nuestra formación o experiencia previa. No hay edad para intentarlo
de nuevo. Lo determinante es convencer a los reclutadores de que podemos
usar las competencias que hemos adquirido en otras áreas en las que aún no
habíamos entrado. Es posible que haya ciertas áreas que quizá no hayamos
desarrollado aún y en las que somos buenos si nos formamos y nos
adaptamos. Tampoco hay edad para esto, porque nuestro mayor activo es la
adaptabilidad, la capacidad de aprender y de reaccionar a los cambios de
un mercado laboral en el que tendremos que trabajar más años.
- Nuestro
escenario profesional será muy diferente y estará marcado por un nuevo
tipo de relación entre empleadores y empleados. Las nuevas oportunidades
que ofrecen otros modelos de trabajo nunca vistos son especialmente aptas
para sexagenarios y septuagenarios que se convierten en la solución a una
generación de reemplazo que presenta un déficit de formación y
cualificación profesional, y que no se ajusta a lo que exigen las empresas
y los reclutadores. Los sénior ya no deben esperar sólo 'trabajos para
mayores', mal pagados y que no requieren demasiada formación. Cada vez
más, se tiende a exigir y a valorar la experiencia.
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