Augusto Costanzo
La prioridad de estas
empresas no es crecer, sino perdurar en el tiempo. Para ello, se centran en su
negocio 'core' pero saben innovar para adaptarse a los cambios del mercado.
Apuestan por un liderazgo estable y un equipo con talento.
¿Son longevas las empresas españolas? Lo cierto es que no.
Sólo el 16% de los negocios en activo tiene 20 años (o más), según datos del
INE. Y la tasa tampoco mejora en otros países desarrollados. Las compañías del
S&P 500 han pasado de una media de edad de 67 años en 1940 a apenas 15 años
en la actualidad.
Y es que sobrevivir no es fácil. A los posibles (y a veces
inevitables) errores en la gestión se suman los vaivenes en la coyuntura
económica y las crisis financieras. Por eso, las escasas compañías que
consiguen superar los cien años de antigüedad no sólo son rara avis en nuestro
país, sino que, bien mirado, adquieren un cierto tinte heroico. ¿Cómo lo han
conseguido? Y, lo que es más importante, ¿qué podemos aprender de ellas?
De partida, el primer
rasgo diferencial radica en la vocación de la empresa. Su prioridad no es
crecer, sino perdurar en el tiempo y cumplir un papel en la sociedad. De hecho,
el 89% de las empresas centenarias a nivel mundial son de pequeño tamaño (no
superan los 300 trabajadores). "Hay que definir cuál es el objetivo
principal de la empresa: convertirse en un unicornio y crear riqueza para los
accionistas o dejar un legado a la siguiente generación e inspirar orgullo de
pertenencia. Ninguna cosa es mejor que la otra", afirma Josep Tàpies,
catedrático de Empresa Familiar del IESE.
Otro de sus rasgos
distintivos es que suelen concentrarse en su negocio core a lo largo de los
años, sin que esto sea óbice para que añadan nuevas líneas de negocio para
diversificar el riesgo. "No suelen cambiar de sector. Saben en qué son
mejores, dónde aportan valor añadido y a lo largo del tiempo van mutando
alrededor del conocimiento que ya tienen para adaptarse al mercado",
explica Tàpies.
La cintura a la hora
de adaptarse a los cambios es sin duda un rasgo esencial. Las empresas
centenarias están atentas a la evolución de la sociedad y apuestan por la
innovación para amoldar su producto o servicio a las necesidades del cliente. Y
todo ello sin perder su esencia.
Parte del ADN de este
tipo de compañías descansa en sus valores. Según el estudio Claves de las
empresas y marcas españolas que han cumplido 100 años o más, elaborado por Millward
Brown Iberia, ADG Comunicación y APD, las compañías más longevas se
caracterizan por valores como el compromiso con los stakeholders (desde
accionistas y empleados a entidades financieras), el amor al trabajo, la
cultura familiar, la dimensión ética, el aprendizaje continuo, la paciencia y
la prudencia. También la responsabilidad social, a menudo generando desarrollo
en el lugar de origen.
Por otro lado, el 59% de los directivos considera que la
clave de su éxito radica en la excelencia del producto y sitúan como centro de
la estrategia la satisfacción del cliente.
Dimensión familiar
La mayoría de las empresas españolas son negocios familiares
y la proporción es aún más elevada en el caso de las compañías centenarias.
Este factor resulta clave, ya que dota a las empresas de una visión a largo
plazo y una mayor vocación de continuidad.
Además suelen caracterizarse por una gestión prudente en el
ámbito financiero. La estabilidad en el capital propicia la reinversión de los
beneficios, con lo que la compañía suele recurrir a la inversión a partir de
fondos propios antes que al endeudamiento.
Ahora bien, las empresas familiares también tienen sus
propios retos a los que deben enfrentarse, desde la profesionalización hasta la
gestión del relevo generacional. "La continuidad de una empresa familiar
depende del grado de unidad y compromiso que alcancen y mantengan las personas
que participan en ella: tanto las que trabajan en la empresa, como las que
participan en su propiedad, y las que integran la familia propietaria, es
decir, los familiares de los accionistas", señalan Miguel Ángel Gallo y Joan
M. Amat, autores de Los secretos de las empresas familiares centenarias.
La mayoría de las compañías más longevas apuesta además por
un liderazgo estable. Según un estudio de Harvard Business Review, las
organizaciones tienden a cambiar sus líderes cada cinco años, mientras que las
entidades centenarias los mantienen durante más de diez. Una estabilidad que
habitualmente se extiende también uno o dos niveles por debajo en el escalafón.
Por otra parte, suelen cuidar más las transiciones al frente de la compañía.
Señalan un sucesor más de cuatro años antes del cambio y emplean al menos un
año en el proceso de relevo.
A menudo los líderes pertenecen a la familia propietaria, lo
que les dota de un plus de motivación para afrontar el trabajo (y sacrificio)
necesarios para sacar el negocio adelante. Además, cuentan con la experiencia y
la formación necesarias para el mando.
Por último, las propias empresas destacan un ingrediente
imprescindible para su éxito: el equipo. Como explica Marta Beltrán, directora
de la Asociación de la Empresa Familiar de Madrid, "las empresas que saben
identificar al personal válido y que encaje en la cultura corporativa, y que
implementan todas las prácticas posibles para formar y desarrollar el talento,
y finalmente, retribuirlo y valorarlo, tienen más posibilidades de perdurar en
el tiempo".
La vocación exterior
de Verdú Cantó
El azafrán es la especia más cara del mundo y también la más
delicada. Y una de las empresas con más solera en su elaboración es Verdú Cantó Saffron Spain. La
compañía nació en 1886 fruto de la colaboración entre José Cantó y su sobrino
José Verdú. Desde un principio se caracterizó por una fuerte vocación
exportadora, instaurando una oficina comercial en la India a principios del
siglo XX. Hoy, vende sus productos en 40 países y obtiene el 60% de sus
ingresos del exterior.
El negocio se ha mantenido siempre en manos de la familia
Verdú, que conserva la mayoría del capital. El relevo generacional en sus más
de 130 años de historia ha sido "complicado" pero finalmente se ha
conseguido gracias a grandes dosis de "generosidad y sentido común",
además de la aplicación de un protocolo familiar, según explica Juan Luis Durá,
accionista y secretario del Consejo.
Para Durá, el secreto de su éxito hasta el momento ha sido
sin lugar a dudas "el tesón y la constancia, no desfallecer". También
mimar el proceso de fabricación y tomar el pulso al mercado de forma constante:
"Por ejemplo, el mundo de las especias siempre se ha utilizado como
aderezo en las cocinas, pero vimos que también se demandaba en coctelería, así
que lanzamos los formatos y especias concretas que necesitaban los
barman". Otro punto clave ha sido la inversión en I+D+i. Algo que les ha
permitido desarrollar, entre otras cosas, productos novedosos, como el azafrán
en gel, que les desmarcan de la competencia.
Ansorena, de las
joyas al arte moderno
Ansorena es una
de las joyerías con más caché de nuestro país. Un prestigio al que contribuyen,
en buena medida, sus casi 170 años de historia. La empresa nació en 1850 y hoy
se encuentra en manos de la sexta generación. Comenzaron siendo diamantistas
(joyeros) de la Casa Real y con los años fueron incorporando nuevas líneas de
negocio, como las subastas y la venta de arte. "La joyería sigue siendo el
50% del negocio, pero hemos querido diversificar. Mis padres optaron por el
arte y las subastas porque tenían afición y vieron que en España había potencial.
Además, había similitudes y sinergias interesantes en cuanto al tipo de cliente
y de producto", comenta Jaime Mato, CEO de la empresa y tataranieto del
fundador.
En su opinión, el éxito de la compañía radica en su espíritu
de empresa familiar. "El hecho de que sea parte de tu familia y lleve tu
nombre te hace defenderla a capa y espada", asegura.
También destaca la importancia de que los socios confíen en
un solo gestor con autonomía suficiente para tomar decisiones, sin que esto
suscite rencillas familiares. "Es importante que haya alguien que se
desviva por el proyecto y que le apasione este mundo", comenta.
De hecho, Mato considera que "para llegar a ser una
empresa centenaria, la ilusión por lo que haces es uno de los dos elementos
clave". El otro es "contar con un equipo de calidad y con el que
conectes".
López de Heredia, un
rioja centenario
El origen de López
de Heredia, una de las bodegas más antiguas de La Rioja, se basa en un
cúmulo de casualidades. Su fundador fue Rafael López de Heredia y Landeta, un
chileno que emigró a España, abrazó la causa carlista y posteriormente se
exilió en Francia. Allí trabajó como contable en una empresa que terminó en
suspensión de pagos. En el proceso de liquidarla tuvo que viajar a Haro (La
Rioja) donde uno de sus acreedores le ofreció trabajar con él. De este modo,
aprendió el arte de la elaboración del vino y en 1877 fundó su propia bodega
que hoy en día está en manos de la cuarta generación. "Seguimos fieles a la
filosofía del fundador que él resumió muy bien: cuidado y limpieza en la
producción, seriedad y honradez en sus transacciones comerciales", comenta
su bisnieta, María José López de Heredia.
La receta que les ha permitido superar las crisis durante
142 años ha sido "convicción en lo que se hace, pasión y trabajo, mucho
trabajo". También una fuerte vocación por el oficio: "Amamos lo que
hacemos".
La diversificación
del Grupo Aza
Vicente Zamorano fundó su compañía de transportes a
principios del siglo XX. Lo que comenzó siendo una empresa de carros y caballos
hoy constituye un grupo empresarial de
transporte de paquetería con más de 300 empleados. Además, la compañía ha
introducido nuevas líneas de negocio entre las que se incluyen la venta de
barcos, los inmuebles, la logística y la explotación de plazas de aparcamiento.
"Hemos mantenido nuestro concepto de empresa familiar, basada en el
trabajo y la disciplina. La evolución hacia cada uno de los tiempos que hemos vivido
ha sido constante", dice Fátima Zamorano, exponente de la cuarta
generación familiar.
Para superar la última crisis, optaron por "incrementar
el esfuerzo y marcar objetivos de ahorro e innovación". Así, en pleno
'crack' del ladrillo, construyeron los proyectos Colón 6 y Rufaza 16, los más
emblemáticos de Valencia en la crisis.
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