Gallo propone las siguientes sugerencias a aquellos que son
buenos al realizar presentaciones pero quieren perfeccionar su competencia. Éstas son:
a).- Los buenos presentadores no utilizan muchas
diapositivas ni muchas palabras. Los grandes escritores y oradores son
buenos editores. Algunos de los discursos y documentos históricos más
memorables son breves. Por ejemplo el discurso inaugural de John Kennedy duró
menos de 15 minutos y la declaración de Independencia estadounidense garantiza
3 derechos fundamentales, no 22. Por tanto debemos sintetizar y eliminar lo que
no es necesario donde podamos.
b).- Los
buenos oradores no utilizan sólo palabras. Por ejemplo Steven Jobs,
considerado uno de los mejores comunicadores de su tiempo, no utilizaba
exclusivamente texto en sus presentaciones sino texto e imágenes.
Experimentos realizados en relación con la memoria y la
comunicación han encontrado que la información transmitida por medio de
imágenes tiene más probabilidades de ser recordada que la que utiliza solo
palabras. Por tanto, debemos complementar los textos en las presentaciones con
fotos, vídeos e imágenes.
c).- Los
grandes comunicadores realzan sus palabras. Un reciente estudio, por
ejemplo, realizado por Jonah Berger, profesor
de marketing en la Universidad de Wharton ha revelado que los
oradores que varían el ritmo, el tono y el volumen de sus voces son más
eficaces. Al modular la voz transmiten mayor confianza en su argumento, por
ejemplo alzando la voz para resaltar un mensaje clave o haciendo una pausa
antes de transmitir un punto importante.
d).- Los grandes oradores crean momentos
impactantes. Las personas no recuerdan todas las palabras de una
presentación, sino determinados momentos especiales. Los momentos inesperados
captan la atención de una audiencia porque la mente humana se aburre con facilidad
y está programada para buscar algo nuevo y sorprendente, algo que destaque y
sea atractivo.
e). - Los
grandes comunicadores ensayan. La mayor parte de los oradores
no practican todo lo que deberían para poder brillar en sus presentaciones.
Malcolm Gladwell defiende
la regla de las 10.000 horas de práctica para lograr la excelencia en una
materia (20 horas a la semana durante una década). No es necesario llegar a
tanto pero los grandes oradores han dedicado mucho tiempo para llegar a ser
maestros. Por ejemplo, Martin Luther King ofreció sus mejores discursos tras
años de práctica lo que le permitía improvisar, como en el caso de sus famosas
palabras “yo tengo un sueño” que no estaban incluidas en el texto oficial del discurso
que se había entregado previamente. Supo calibrar el estado de ánimo de su
audiencia y en el momento combinó palabras e ideas contenidas en charlas
previas.
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