"¿Soy lo que hago o hago lo que soy?" Preguntarse
por el sentido del trabajo cotidiano
es válido más allá de cuáles sean las tareas de un determinado oficio o una
determinada profesión. El interrogante inicial, muchas veces escuchado, no solo
invita a analizar por qué hacemos lo que hacemos y no otra cosa (algo que
muchas veces puede tener su respuesta solo en la necesidad de ingresos), sino
que también llama a reflexionar sobre la manera en que hacemos las tareas y los
efectos que tiene nuestro esfuerzo, físico o mental, sobre otras personas y, en
definitiva, sobre la sociedad.
"Más allá de satisfacer nuestras necesidades
materiales, el trabajo puede contribuir a darnos una sensación de identidad, de
pertenencia y de propósito. También amplía el abanico de opciones que se nos
presentan. Y tiene importancia colectiva, al establecer una red de conexiones e
interacciones que forjan la cohesión social". La frase está incluida en el
informe sobre el escenario laboral y los tiempos por venir, que elaboró la
Comisión Mundial sobre el Futuro del Trabajo, un grupo de expertos convocados
por la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Las conclusiones se
presentaron en Ginebra, en el marco del inicio de la celebración por los 100
años del organismo fundado tras la Primera Guerra Mundial, con la premisa de
que la justicia social es necesaria para la paz.
La parte fuerte del informe está en las recomendaciones de
medidas de acción para gobiernos, dirigentes de empresas y sindicalistas.
Porque se advierte que, sin ciertas intervenciones, el rumbo que toma el
mercado laboral llevará a empeorar la situación social. Con esa advertencia y
en tiempos de análisis sobre qué tareas podrían ser hechas próximamente por
robots o por la inteligencia artificial, se incluyó la reflexión sobre el
trabajo como algo inherente al ser humano, que puede estar dotado de un sentido
que trasciende el necesario objetivo de obtener dinero.
"Saliendo de la definición de la transacción de
esfuerzo y tiempo a cambio de salario, el trabajo es una llave enorme para la
gratificación personal", dice a LA NACION Claudio Alonzo,
psicólogo del trabajo, profesor en la UBA y en la UCA y especialista en
perspectivas psicosociales del trabajo.
Según afirma, a diferencia de lo que pasaba en los viejos
modelos industriales, hoy tiende a perderse la idea de que el eje central de la
vida es el trabajo. "Cambia la relación de la persona con el empleo, se
sale del concepto del empleo para toda la vida y se pierde el sentido de
fidelidad con una empresa. Sí existen mecanismos de identificación: la gente
valora identificarse positivamente con la organización. Y se busca cumplir con
ciertos propósitos", dice. En síntesis, se tiende a relacionarse con las
organizaciones de forma "condicional y transitoria".
Que la relación se dé o busque darse de manera
"condicional" es una cuestión vinculada con las metas o los
propósitos que se tienen para la propia vida, al menos para quien pone su
trabajo bajo la lupa de la búsqueda de sentido (todo depende de las
expectativas personales, claro).
Aquella frase de "trabajar para vivir o vivir para
trabajar", si bien remite al tiempo dedicado a lo laboral (una cuestión
nada menor), parece indicar la existencia de canchas de juego diferentes. Como
si el trabajo no estuviera en el campo de la vida y como si no fuera una de sus
experiencias protagónicas.
Frases como esas, dice Alonzo, revelan ideas hoy
cuestionadas que tienen que ver con la "mala prensa" del trabajo
(desde el "ganarás el pan con el sudor de tu frente", que en el
Génesis es una expresión de castigo).
El trabajo puede verse como una oportunidad para
"erigir día a día el proyecto de vida", dice Lucía Copello, doctora
en psicología y psicoterapeuta con especialidad en logoterapia.
Desde la teoría motivacional del psiquiatra austríaco Viktor
Frankl, el hombre es definido como un buscador de sentido. "Entonces, es
esperable y natural que el hombre encuentre y se pregunte por el sentido del
trabajo que realiza", señala Copello.
En un artículo publicado por el sitio de internet Logoforo,
la psicóloga propone apoyarse en la palabra "oportunidad" para
dejarse guiar en un camino de reflexión sobre las puertas que puede abrir el
trabajo. Es una oportunidad, por ejemplo, para dar algo de uno mismo al mundo,
y también "para que el hombre pueda elegir qué quiere hacer y, en el
hacer, hacerse a sí mismo". Y es, entre otras cosas, una oportunidad para
reflexionar sobre cómo queremos que juegue en la vida la tríada "ser,
hacer, tener".
"En el trabajo, ¿busco ser? ¿Busco tener? ¿Busco hacer
sin saber para qué? ¿Busco ser en lo que elijo hacer? ¿Es el trabajo únicamente
un medio para tener? ¿Qué significa para mí tener?" son algunas de las
preguntas propuestas.
Además de la relación de uno mismo con lo que hay detrás de
esos tres verbos, la conexión con el mundo y con otras personas se define en
gran medida en el ámbito laboral. "El trabajo es una expresión de tu
inserción en la trama de la convivencia", dice el psicólogo y escritor
René Trossero en su libro La alegría de convivir amando. Agrega que
la tarea que alguien hace, sea un trabajo manual o de otro tipo "se
ennoblece o se envilece" según la actitud con la que se encara. Si la
actitud es la del "amor servicial", concluye, todo se enriquece.
El informe de la OIT no deja de señalar que millones de
trabajadores hoy son víctimas, en el mundo, de situaciones de "esclavitud
moderna", que son muchos quienes trabajan demasiadas horas, que hay
ingresos que no alcanzan y que el estrés laboral "ha exacerbado los
riesgos para la salud mental". Son cuestiones que pueden limitar el
espacio para pensarse. Y son desafíos para quienes tienen por trabajo mejorar
el trabajo de los demás. Lo cierto es que el impacto del esfuerzo siempre puede
estar, aunque a veces resulte desconocido. Escribió Jorge Luis Borges que
"no hay acto que no sea coronación de una infinita serie de causas y
manantial de una infinita serie de efectos". Actos de la vida, muchas
veces realizados en el trabajo, que es gran parte de la vida.
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