Ante un jefe que le
amarga la vida, la primera opción es irse. Pero hay estrategias de reacción
diferentes. Dreamstime
Cuando parecía
comúnmente aceptado que la gente no se va de las compañías sino de sus jefes,
hay quien dice ahora que un mando tóxico nos engancha al trabajo y hace que nos
quedemos más tiempo.
Es un mantra aceptado por todo el mundo. La gente no se va
de las empresas, sino de sus jefes. De los malos jefes.
Pero esta verdad universal podría tener alguna fisura. The
Wall Street Journal citaba recientemente un estudio de la consultora Life Meets
Work que presenta una conclusión sorprendente: "Quienes trabajan para un
mando altamente tóxico -que mina la autoconfianza de sus empleados- tienden a
estar mucho más enganchados a su trabajo que el resto de profesionales".
El estudio va aún más allá. Sobre "irse de la empresa" por culpa de
un superior nefasto, la investigación concluye que "estos empleados
dirigidos por un jefe pésimo suelen estar una media de dos años más en sus
puestos que aquellos que no reciben órdenes de un mando tóxico".
Parece de perogrullo que si nuestro superior nos hace la
vida imposible, la primera decisión es irse.
En todo caso, la forma de reaccionar ante ese evidente
problema laboral dependerá de cada situación y de los motivos. Pueden ser
personales o profesionales. Quizá no cumplimos sus expectativas, o nos ve como
una amenaza. Puede ser que le cuestionamos... Cada motivo necesita estrategias
diferentes, y dependerán de cada persona.
Está la opción de fingir y comportarse lo mejor que se
pueda, desde una pose de falsedad, disimulando y haciendo lo que le gusta a
nuestro superior.
También cabe la resignación, asumiendo la situación como si
no pasara nada, sobreviviendo mientras uno encuentra otro trabajo o cambia de
departamento.
Un jefe tóxico mina la autoconfianza y el
crecimiento,
y eso activa el miedo a cambiar
de trabajo
Juan San Andrés,
consultor en organización y psicólogo, se refiere a la realidad que pueden
vivir algunos profesionales mal pagados -o incluso maltratados- que les lleva a
desarrollar unos vínculos de lealtad y unos niveles de productividad superiores
al promedio. Se pregunta cómo se explica esto, y la respuesta es que "en
un entorno en el que conseguir buenos empleos es difícil, si nuestro jefe es
alguien difícil o tóxico, la mente funciona para reducir la disonancia que
existe entre 'mi jefe es insoportable y sigo trabajando con él'. Dado que es
mucho más fácil cambiar de ideas y actitudes que de trabajo, poco a poco vamos
encontrando razones y sentimientos que explican por qué seguimos trabajando con
esta persona. Podemos pensar que en realidad no es un mal tipo; que es duro,
pero se aprende mucho con él; que la empresa merece la pena (esto es fácil de
aplicar si se trata de una empresa conocida)".
Si nuestro jefe es del tipo de los que hace ver que no somos
capaces de tomar decisiones, el miedo nos hará imposible cambiar de trabajo.
En este sentido Regino
Quirós, socio director de Be-Up, entiende por jefe tóxico aquél que no nos
da protagonismo, que ni refuerza ni permite crecer, o que es difícil en el
trato por sus malas maneras.
El estudio de Life
Meets Work es por tanto contrario a lo que siempre se ha pensado acerca de
que la gente no se va de sus empresas sino de sus jefes, aunque Quirós puntualiza que quedarse más
tiempo no implica ser más productivo: "Un jefe verdaderamente tóxico mina
la autoconfianza y el crecimiento, y eso provoca el miedo a moverse y a cambiar
de empresa o de trabajo. El profesional puede estar incómodo, pero no se irá
por miedo".
Quirós añade que "sentirse cómodo en la empresa tiene
que ver con que lo que uno hace tenga sentido, que se sienta integrado y
reconocido. También está relacionado con tomar las riendas. Si el jefe es un
obstáculo para esto, nos anula, y eso provoca un cierto estado de indefensión.
El reto de buscar trabajo fuera se convierte así en algo inabordable".
Juan San Andrés
se refiere a otro escenario: "Cuando el sueldo es bueno, las oportunidades
y la empresa también, cuando en recursos humanos o en la dirección general
están obsesionados con conseguir un premio de Best Place to Work y todo se concede, sorprende comprobar cuánta
gente está insatisfecha en estos lugares".
San Andrés no
cree que se saque más productividad, lealtad y compromiso mostrando estilos de
dirección duros: "Somos responsables de crear entornos en los que las
personas puedan dar lo mejor de ellas mismas y desarrollarse. Hay otros modos
de conseguir que los profesionales se identifiquen con los proyectos y de
ganarnos su lealtad, pero exigen un ejercicio de alto liderazgo . En
comparación con ese nivel elevado, ser un jefe duro es facilísimo".
Exigencia o
toxicidad... Hay una diferencia
¿Qué es realmente un jefe tóxico? Hasta del mando que nos
agobia y nos presiona podemos sacar partido. Regino Quirós, socio director de Be-Up, explica que "no se
debe confundir la toxicidad de un mal jefe con todo lo que supone un mando
exigente. Estamos hablando de jefes que presionan y exigen, pero que son
verdaderos líderes a pesar de todo. Exigen mucho y dejan a cada uno la responsabilidad
de su propio desarrollo. La confianza que nos da ese mando hace que resulte
menos tóxico de lo que parece a primera vista".
- Que nuestro jefe esté demasiado pendiente de nosotros puede resultar más beneficioso que perjudicial para nuestra carrera. Lo primero que debemos determinar es hasta qué punto queremos promocionar en nuestra empresa. Algunos prefieren la tranquilidad de permanecer acomodado.
- En todo caso, hay que plantearse cuál es nuestro grado de tolerancia a la presión, porque algunos aguantan y otros, no.
- El problema puede estar en cómo se percibe la presión del superior. No se puede olvidar que ciertos profesionales necesitan que alguien esté pendiente de ellos, por falta de madurez técnica; o porque tener a alguien que le exige despierta una alerta profesional.
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