Aunque popularmente se diga que las prisas son malas
consejeras, a nivel de trabajo en empresa vamos todos con sordera.
En esta sociedad, que avanza a ritmo trepidante, hemos hecho
de las prisas un modo de vida sofocante.
Si has convertido “No tengo tiempo” en tu mantra, espera,
respira hondo, y, por favor, léeme con pausas.
Prisas para llevar al peque al colegio, prisas para llegar a
una reunión, prisas para entregar el proyecto, prisas para leerme tu blog,
prisas para comer en una hora, prisas por terminar una buena conversación…
No hay nada que me parezca más patético que dejar que la
inercia te lleve con prisas hasta el cementerio. Y, sin embargo, es lo normal.
Con una letra se podría cambiar todo, porque realmente deberíamos ir por la vida a toda risa.
Y con esta reflexión inicial, aunque podría adentrarme en un
post sobre valores de la sociedad actual, quiero adentrarme en el campo de los
proyectos en Recursos Humanos. Mi recorrido profesional me permite tener una
visión de 360º sobre ellos. Fui su cliente (manager), fui parte del equipo y
ahora soy proveedor. Y desde las tres ópticas me he encontrado el mismo
panorama a la hora de gestionar el talento… las prisas.
Cuando eres manager, las entrevistas de desarrollo y
desempeño están metidas con calzador en medio de una agenda de locura. A veces
hasta quieres dedicarles tiempo, pero te encuentras con la presión del día a
día, percibes que la mayoría de los años cuando defines tus objetivos nadie se
preocupa porque la gestión del equipo tenga una prioridad absoluta, hay una sensación general en el colectivo
de gerentes que, aunque se hable mucho (y con intención sincera) de la
importancia de las personas, al final acaban por exigirte bastante más en
aquellas responsabilidades relacionadas con el negocio. Y claro, te dejas
llevar por la inercia, y al final el tiempo de calidad para tu gente se acaba
transformando en reuniones con prisas. Confías en que Recursos Humanos pueda
echar un vistazo a la información que has recopilado y echarte un cable, quizás
hasta diseñen un método más ágil que te facilite la vida…
En Recursos Humanos
no das abasto para dar una atención personalizada a los empleados de la
compañía. Sientes que debería ser tu obligación, pero siempre tienes proyectos,
implantaciones, administración de formaciones… otras tareas que han puesto por
delante en tus objetivos. Así que tienes
la percepción de que cuanto más tiempo dedicas a las personas más lío se te
acumula en tu sitio, más retraso generas en otros proyectos, menos atención
puedes dedicar a adaptar la cultura de tu empresa a los nuevos tiempos. Confías
en que una empresa de consultoría podría echarte una mano para solucionar el
problema….
Cuando trabajas en consultoría las prisas son tu forma de
vida. Hay tres vértices en todo proyecto: Calidad, precio y tiempo. Y siempre
hay que sacrificar uno para que los otros dos se puedan cumplir… pues sorprendentemente
se suele recibir más presión con los
tiempos de entrega que con la calidad. Hay excepciones, pero yo diría que
es la regla general. Es paradójico observar como se suele tardar mucho más en dar el visto bueno al lanzamiento de un
proyecto de lo que luego se exige para su ejecución. Por mucho que se diga
o que se perciba que las cosas van despacio en algunas empresas, lo, lo
relacionado con las personas se gestionar más rápido de lo requerido. Cuestión
de prioridades. O quizás de cultura de empresa… o cultura occidental en
general.
De nuevo las prisas, el ansia viva, la inercia negativa de
esta sociedad acelerada en la que vivimos.
Los unos por los otros, la casa por barrer, o, para ser exactos,
barrida a toda velocidad. Y así es fácil dejar suciedad por los rincones.
Necesitamos más
tiempo de calidad para las personas. El jefe, recursos humanos y los
consultores no deben perder de vista que ellas son la razón de su existencia. O
las cuidamos o nos tiramos piedras
contra nuestro propio tejado. Y el verbo cuidar es incompatible con las prisas.
Demos prioridad y
recursos a las personas, demos calidad, y no seamos cicateros con el tiempo.
En cualquier comité de dirección deberían ya saber que las prisas son malas
consejeras.
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