¿Quién no ha tenido alguna vez
algún enemigo? Alguien a quien de manera directa o indirecta hayamos percibido
como una amenaza hacia nuestra persona o nuestra carrera profesional. ¿Hemos
sido enemigos de alguna persona? A sabiendas o no y muchas veces contra nuestra
voluntad seguro que nos hemos encontrado enfrente de terceros cuyas reacciones
han sido de agresiva defensa y nos hemos preguntado por qué.
Muchas veces hemos aterrizado en
un nuevo puesto de trabajo en el que sin saberlo hemos literalmente pisado las
expectativas de otra persona que por este hecho, fuera de nuestro control, nos
ha convertido en su enemigo. O hemos coincidido con algún colega que se ha
sentido amenazado por nuestro empuje o nuestra creatividad o simplemente por
nuestra presencia.
Aunque involuntaria y fuera de
nuestro control directo este tipo de situaciones puede poner trabas a nuestra
evolución profesional dañando nuestra marca personal, y en consecuencia hay que
tomar cartas en el asunto.
Brian Uzzi y Shannon Dunlap, un profesor de la Kellog School of Management y una
periodista de New York, realizaron una investigación sobre este tema e idearon
un proceso en tres etapas para convertir los enemigos en aliados que ese
publicó en la Harvard Business Review en mayo del
2012. La investigación demostró que la confianza reposa
sobre la razón y las emociones de manera que
si queremos recuperarla o conquistarla hemos de actuar en el mismo sentido y de
aquí surge el proceso de las tres R.
Redirección. En primer lugar hay que redirigir las emociones
negativas que hayamos causado a nuestro rival de manera para que se alejen de
nosotros. Buscar una excusa agradable para dar un vuelco a la situación, una
comida o un viaje, para hablar claramente del asunto exponiendo nuestro punto
de vista y dejando claro cuál es nuestro nivel de responsabilidad en la
situación creada e intentando buscar puntos comunes que nos acerquen a
nivel humano.
Reciprocidad. Se trata de dar antes de pedir. Ceder algo de
valor ayuda enormemente a neutralizar una relación negativa y acto seguido
seguro que se ponen en marcha los mecanismos de la reciprocidad y se obtiene
una contrapartida. La reciprocidad es una ley universal no escrita por la que
cuando se recibe una ayuda se debe devolver de manera equivalente. Es de bien
nacidos ser agradecidos, dice el refrán. La reciprocidad es una de las bases de
las relaciones humanas y tiene un punto de desprendimiento porque si damos algo
para seguidamente pedir la contrapartida no estamos estableciendo una relación
si no una transacción que es algo conceptualmente diferente.
Racionalidad. Actúa cuando hemos completado las dos etapas
anteriores y se basa en exponer de manera clara lo que queremos y para que lo
queremos. Si contamos con nuestro interlocutor como aliado se lo decimos
claramente. La racionalidad, que llega tras la redirección y la reciprocidad,
permite que nuestro interlocutor enfoque la situación de manera razonada y
entienda lo que pretendemos y que beneficios puede obtener con nuestra alianza.
Al final se trata de dejar claro que los dos ganamos.
El método de las 3R es un puntal
de nuestra capacidad de influencia y ayuda a dar la vuelta a todas las
situaciones de rivalidad sean con los superiores, los subordinados o con
personas de nuestro mismo nivel y es también una herramienta de gestión
de marca personal porque permite dejar una huella visible, duradera y memorable
en el corazón de las personas que nos rodean.
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