Experiencias

Rodolfo Salas: Facilitador y potenciador sobre conocimientos de liderazgo, estrategia, marketing y gestión de los negocios.

Fortalezas: Dirigir, inspirar e integrar a otros con una gran energía, Aceptar cambios de forma positiva, Desarrollar relaciones con otros, Ser más visible y Tener un alto grado de compromiso.

miércoles, abril 30, 2014

La innovación es un acto económico

Las palabras más peligrosas que hay en cualquier idioma son las etiquetas que gustan a todo el mundo y que cada cual utiliza para describir cosas bastante distintas. Una palabra como «innovación», por ejemplo, carece de críticos, pero dispone de ejércitos de intérpretes que muchas veces ni siquiera se dan cuenta de que persiguen objetivos distintos. En concreto, hay muchas personas que confunden innovar con inventar: un error muy caro. Para mantener sus negocios en pie, es fundamental que los empresarios tengan clara la diferencia entre ambas palabras.
«Se confunde innovar con inventar: un error muy caro; es fundamental que los empresarios tengan clara la diferencia»

El difunto Peter Drucker solía ajustar las etiquetas demasiado generosas en la jerga de las empresas: nos ofreció la impagable reflexión de que la innovación «es un término económico, no tecnológico». A menudo vemos que una empresa recibe el calificativo de innovadora por haber creado un producto nuevo, pero muchas innovaciones persiguen en realidad mejorar procesos o crear necesidades nuevas.
*La innovación de productos llevó a IBM a ofrecer al público el ordenador personal, que se lanzó al mercado con una arquitectura abierta que abría la puerta a un ecosistema de accesorios gigante.
*La innovación de procesos permitió que Dell tomara los pedidos personalizados de clientes que querían un «PC con el estándar IBM», creara y enviara el pedido, y recibiera el pago por el ordenador antes de que Dell siquiera hubiera pagado por los componentes.
*La innovación en necesidades ofrece a los clientes hoy un ordenador menos capaz (como Chromebook), con un precio mucho menor, haciendo gran parte del trabajo «en la nube» a través de otros sistemas conectados a internet.
Los clientes no pidieron la nube, pero la quisieron cuando la vieron: de todos los ordenadores vendidos en Estados Unidos en 2013, las máquinas del tipo Chromebook se llevaron un 10% de cuota de mercado. No se trataba de tecnología nueva, sino de interpretar de forma diferente cómo les gustaría a los clientes hacer tareas habituales, de forma más sencilla y cómoda. Hace diez años estaba de moda que los proveedores de tecnologías de la información de grandes empresas desestimaran la nube como algo de interés para empresas pequeñas y particulares solamente; hoy, claramente, es el modelo dominante para crear nuevas formas de colaboración corporativa e interactuar con clientes.
Mirar más allá de la forma obvia de innovar (hacer las cosas de siempre «mejor, más rápido y más barato») es el eterno reto de los empresarios, concebir cosas que prácticamente nunca se han hecho antes, e incluso cosas que los clientes quizá nunca hayan pedido. Las innovaciones más convincentes son aquellas que catalizan el deseo (cuando el cliente las ve) y son posibles gracias a un nuevo entorno, como el mundo ampliamente conectado de hoy día. 

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