Cada vez con más frecuencia en la Argentina, aparecen hombres que
deciden dejar sus trabajos, aceptan nuevos roles en la familia y adaptan su
vida personal para ir detrás de la floreciente carrera profesional de sus mujeres.
Magdalena Tejedor tiene 35 años y
vive en Guachipelin, Costa Rica, una zona que podría asimilarse a la de San
Isidro, en la provincia de Buenos Aires. La joven trabaja en el área de
Recursos Humanos unas diez horas diarias -"feliz", dice- y su esposo
aceptó seguirla dejando todo en la Argentina. Se trata de una asignación de 18
meses, pero a ella le servirá para adquirir experiencia y darle un empujón a su
carrera, mientras que su esposo aprovechará ese tiempo como un período sabático
para hacer todo aquello que no podía en su país: aprender inglés y pensar cómo
dirigir la empresa familiar que lo aguarda en Buenos Aires.
¿Seguir a una mujer? ¿Quedarse en
casa cuidando a la nena mientras ella, vestida de ejecutiva, salta -smartphone
en mano- de una reunión al avión? Quizá sean poco difundidos, pero cada vez son
más los casos en los que el hombre sigue y se adapta a los avatares de la
carrera de su mujer, ya sea cambiando de destino, adoptando roles menos
convencionales o aceptando que su esposa pase muchas horas fuera de casa.
"Contrariamente a lo que se
dice, la pareja no deja de funcionar porque la mujer adquiera poder o gane más
dinero, sino porque no se cumplió con un pacto preexistente", explica
Silvia Rodil, de Portal RH. "Si se acordó que ambos habían estudiado para
concretar sus sueños profesionales, empresariales o laborales esto debe
respetarse", agrega.
En estas decisiones, en las que
la pareja o a veces toda la familia debe cambiar, no se trata de convencer a
nadie. "El otro debe comprar per se el proyecto. Si no es compartido, no
funciona. Una, como mujer, puede dar todos los argumentos, pero cuando ambos
llegan felices al nuevo destino y es el hombre el que está en la casa todo el
día -aún mientras busca algo a qué dedicarse- las semanas pueden ser eternas y
eso puede minar la estabilidad de la pareja", comenta Tejedor.
Jimena Cobreros, actual consejera
senior de Global Commerce en Procter & Gamble (P&G), dudó cuando en
2011 le propusieron dejar Buenos Aires para trabajar en Panamá. "La primera
sensación fue decir que no, porque consideraba que iba a ser muy difícil para
mi esposo dejar su trabajo y volver a empezar en otro país. Conocíamos otros
casos de gente que se había ido, pero en su mayoría eran hombres, y sus mujeres
no trabajaban. Para mí, era muy difícil pedirle que dejara todo para seguirme
sin tener en claro su futuro laboral", explica la ejecutiva.
Ella tenía siete años de
experiencia en la empresa y otros dos en el estudio Marval, O'Farrel &
Mairal cuando recibió la propuesta. El puesto implicaba responsabilizarse de
casi toda América latina y reportaba directamente a los headquarters en Estados
Unidos. Su esposo, arquitecto, estaba en un proyecto de diseño y construcción
de cinco casas en San Isidro, y su hija de 2 años estaba por empezar el jardín.
Lo habló con su familia y amigos
y lo consultó con su jefe en la Argentina. "Necesitaba saber cuál era mi
plan de carrera y estar segura de que si por alguna razón el cambio no
funcionaba para mi familia, yo podía regresar", confiesa.
Contrariamente a lo que Cobreros
suponía, su marido consideró la mudanza como "una oportunidad" para
la familia y decidió usar ese tiempo para participar en concursos
internacionales de arquitectura. Durante el primer año en Panamá, él se dedicó
a cuidar de la nena y a los concursos, mientras ella se ocupó de aprender todo
lo vinculado a su nuevo rol, especialmente las leyes y particularidades de cada
país.
Actualmente tienen otra beba, de
un año, nacida en Panamá y su marido consiguió un excelente trabajo como
project manager en varias obras. "Eso hace que no sólo pueda seguir
creciendo profesionalmente, sino que también esté feliz y encarando desafíos
que tal vez jamás hubiera tenido la oportunidad de conocer si no nos hubiéramos
animado a este cambio", afirma.
Stella Low es VP de
Comunicaciones Globales de la firma de tecnología EMC. En 2013 recibió una
oferta para dejar el Reino Unido y trabajar en Boston. Su esposo, no sólo
aceptó dejar su empleo, sino cuidar a tiempo completo a su hija de seis años.
"Siempre hablamos de
contratar una niñera, pero cuando a los 3 meses venció mi licencia por
maternidad y tuve que volver a trabajar, hice números y me di cuenta de que
financieramente no nos cerraba. Le pregunté, con temor, si no quería dejar su
trabajo para ocuparse de la nena. Al principio temí su reacción, pero le
encantó", cuenta.
Él estaba en temas de
investigación de mercado y su trabajo pasaba por hacer llamadas telefónicas. No
disfrutaba lo que hacía y vio esto como una posibilidad de volver a la pintura
que es lo que realmente disfrutaba; su verdadera pasión.
"Cada familia -explica
Stella- tiene sus propios arreglos." Igual duda, especialmente cada vez
que su madre los visita, y le dice que "está loca". "Cada tanto
le vuelvo a preguntar a mi esposo si está conforme, pero una y otra vez me
repite que si, que le gusta", confirma.
Las nuevas generaciones son más
flexibles en aceptar esta alternativa y la pareja tiende a ser más compañera en
las decisiones, sostiene la consultora en Recursos Humanos, Gloria Casano.
"Nada asegura el éxito del matrimonio, pero el análisis de la situación,
la buena comunicación y definir algunos aspectos de antemano favorecerá que
todo marche de la mejor manera", recomienda.
Los
nuevos roles
Esta situación, impensada hace 40
años, obliga a modificar ciertos roles, no sólo de la pareja sino también del
resto de la familia. Los padres, a veces mayores, juegan un rol importante y
pueden estimular o frustrar la decisión.
"Qué pasaría con nuestros
padres y con la adaptación de los chicos es lo que más analizamos con mi
esposo", comenta Silvia Cal, al explicar cómo, a los 40 años, aceptó una
vacante en Midland, Michigan, para la gerencia de Operaciones Financieras de
Dow. Era 2006. Su esposo estaba en la empresa AUSA en un trabajo poco
atractivo, sin un plan de carrera que lo apasionara y dispuesto a renunciar a
su trabajo para seguirla. Evaluaron los pros y contras, y con sus dos hijos se
subieron al avión.
Cal no se arrepiente y siente que
aprendió muchísimo al trabajar "en la cocina de la tesorería". En las
oficinas centrales es donde se decide todo en la compañía. "Ahí tenés la
oportunidad de conocer y aprender un volumen de cosas que no las ves cuando
trabajás en una filial", valora Cal.
Analía González, licenciada en
Administración de Empresas, con máster en Finanzas por la Universidad Di Tella,
era en la pareja la que no quería dejar Buenos Aires cuando en octubre de 2012
se enteró que podría asumir una posición en Miami para un banco líder.
Su pareja desde hacía 5 años,
quizá más cosmopolita -había vivido anteriormente en Nueva Zelanda y en Italia-
la apoyó, y aceptó dejar su trabajo en relación de dependencia en la CNEA y
vender un negocio en la zona oeste, que sólo le daba problemas. "Él quería
un cambio. Yo, que al principio no quería saber nada, fui aflojando. No
teníamos hijos y además Miami está ahí nomás. Todo cerró, pero nadie convenció
a nadie", relata Analía.
Vivir solos y sin ayuda no es
fácil. Él está tramitando una autorización de trabajo para poder dedicarse al
negocio de la madera y mientras esa cuestión avanza, es quien se ocupa de
investigar cómo es la vida y las cosas cotidianas del nuevo destino.
Es la ley de las compensaciones.
"Estamos tapados de cosas para averiguar y resolver, no sos nadie, tenés
que sacar seguro, hacer todo solo, pero andás en roller, compramos bicis y
tenemos otro estilo de vida. Mucho trabajo, pero menos estrés. Acá ya no pienso
que me van a robar en el subte", confiesa la joven.
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