Experiencias

Rodolfo Salas: Facilitador y potenciador sobre conocimientos de liderazgo, estrategia, marketing y gestión de los negocios.

Fortalezas: Dirigir, inspirar e integrar a otros con una gran energía, Aceptar cambios de forma positiva, Desarrollar relaciones con otros, Ser más visible y Tener un alto grado de compromiso.

viernes, mayo 31, 2013

Nuestro potencial como innovadores

Hoy en día, la innovación se ha convertido en una especie de invocación mántrica para enfocar y buscar la iluminación en una época de globalización, crisis financiera y recesión económica. La innovación se presenta como la panacea, la palabra fetiche, que en boca de políticos, “líderes” empresariales y gurús de diversas pelambreras que huelen a chamusquina, solucionará  la mayoría de nuestros problemas, sin embargo, para una gran mayoría, el concepto de innovación les suena a cosa enigmática destinada únicamente a los iniciados.

Olvidamos que uno de los de los aspectos que nos diferencia del resto de los seres vivos es nuestra capacidad de crear, producir y, sobre todo, adaptar el entorno a nuestras necesidades, es decir, nuestra capacidad de innovar. El ser humano no inventó el fuego, éste estaba presente en la naturaleza, pero desarrolló técnicas para encenderlo y conservarlo. El control del fuego, implico una serie de innovaciones que permitió a nuestros antepasados no depender del capricho de la naturaleza para calentarse en los fríos inviernos, mantener alejados a los animales peligrosos y cocinar los alimentos.  Podemos imaginar que nuestros antepasados se dieron cuenta de que la tierra de alrededor de las hogueras se endurecía y comenzó a trabajar el barro, a darle forma moldeándolo y endureciéndolo en las fogatas, abriendo una nueva senda de innovación al obtener piezas de alfarería, vasos, vasijas y recipientes, que a la vez les servían para cubrir necesidades como transportar y almacenar agua y alimentos. El “se dieron cuenta” fue el resultado de ese instinto natural llamado curiosidad combinado con la capacidad humana de pensar de una manera abstracta a través de la observación.

La curiosidad y la observación son las herramientas básicas de la innovación. La curiosidad es la actitud interesarnos por por todo y visualizar el mundo sin prejuicios fomentando la observación, la cual hace que nos planteemos cuestiones y busquemos respuestas. La observación implica pensar, abstraer y relacionar, y, a partir de este punto, poder crear o modificar si detectamos un desajuste, una carencia, una laguna, una posibilidad de mejora, un nuevo objeto o servicio… El campo de la innovación es inmenso.

Innovar es recuperar el espíritu del niño: tocar todo, conocer, investigar. Lamentablemente, cuando vamos creciendo el ecosistema sociocultural y económico con sus cánones de comportamiento subordinados a determinadas estructuras de poder tiende a cohibir a la mayoría de los seres humanos impidiendo desarrollar sus potencialidades libremente, por lo tanto, innovar requiere contar con un ecosistema favorable y, en cierta medida, es la explicación del porqué, en un momento determinado, hay sociedades que son más innovadoras que otras. Simplemente porque son capaces de generar un estado de cosas para que las personas den lo mejor de ellos y sean más creativas (¿Por qué cuesta ser emprendedor en España?).

Decíamos que el campo de la innovación es inmenso, podemos innovar en objetos, servicios o procesos. Podemos innovar individualmente creando, por ejemplo, una aplicación para móviles o elaborando una nueva receta para la cocina. Pero la innovación es cada vez más colaborativa en la consecución de retos compartidos y en el progreso del conocimiento.
Sin embargo, el concepto de innovación está sobreexplotado, se utiliza de forma abusiva, se aborda con estrechez de miras y se instrumentaliza de acuerdo con unos determinados intereses, posiblemente el concepto que debemos reivindicar es el de la transformación que permita abordar la creatividad de una nueva sociedad en la que somos, a la vez, productores y consumidores de valor, lo comentábamos en “la innovación ha muerto, viva la transformación”.

El gran reto para superar la crisis actual es transformar innovando en los modelos de gestión, en el marco jurídico-político, en el desarrollo de dinámicas colaborativas entre todos los actores de una sociedad cada vez más compleja. Transformar innovando es ética, visión, diseño, movilización, catalización, conducción, materialización, participación, gestión de la emoción, gestión de las relaciones de poder, gestión del conocimiento, formación y comunicación (La transformación como proceso de construcción creativa).

Las opciones para que podamos innovar con una visión transformadora son muy variadas y está en nuestras manos. Dos ejemplos: los espacios colaborativos autogestionados (hacker spaces) y nuestra implicación en la mejora de los procesos dentro de la organización donde trabajamos.

Seguiremos escribiendo sobre innovación y transformación, pero lo importante a subrayar es que nuestro potencial como innovadores requiere únicamente que abramos nuestras mentes y exploremos el mundo que nos rodea, porque no se desea ni se consigue lo que no se conoce.  Una actitud bastante simple pero, a la vez, compleja porque requiere madurez, implicación y participación.

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