Jim Collins en su estudio publicado en 2001
y que llevó más de cinco años, denominado “Good to Great”, en el que
estudia porque algunas compañías hacen la transición con éxito de ser
buenas a mucho mejores en un periodo sostenido, identifica la relevancia de
tener líderes de “Nivel 5”. Es decir, aquellos que se caracterizan
por, además de tener los rasgos de los niveles 1 a 4, - tener capacidades
individuales, disponer de un buen equipo, gestionar adecuadamente el negocio y
combinar las habilidades básicas de liderazgo (cómo la capacidad para dirigir,
orientar, movilizar y transformar a un grupo) -, tener los siguientes
rasgos:
- Toman decisiones valientes.
- Hacen lo mejor posible.
- Y sobre todo, son humildades.
La humildad es un valor (o virtud) que el propio
Collins considera escaso en los ejecutivos y que consiste en aceptarse con las
habilidades y defectos de los que disponemos. Ser humilde es lo contrario de ser soberbio. La
soberbia significa olvidarse de las imperfecciones, sentirse autosuficiente y
perder la capacidad de crítica. Por ello, la soberbia es el principio del
declive de una persona y de una organización.
De un buen líder se espera, por tanto, que no sea
pretencioso, interesado o egoísta. Ernest Hemingway hacía residir en la humildad el
secreto de la sabiduría, del poder y del conocimiento.
Algunos de los comportamientos de líder en
consonancia con la humildad han de ser: sus ansias por aprender; analizar
permanente el entorno; escuchar y en su caso, aceptar los consejos de otros;
reconocer lo bueno de otros y las oportunidades; aprender de los errores;
aceptar la críticas; ser flexible para rectificar; apoyar en aquellos que mas
capacidades tienen; etc.
Por ello, uno de los retos de las organizaciones es
hacer que sus directivos tomen consciencia de sus carencias y aéreas de mejora,
además, de que no tengan miedo a buscar el conocimiento y apoyarse en otros.
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