El enorme legado de Abraham
Lincoln es un peso para cualquier presidente norteamericano. Para liberar a su
pueblo, para preservar la Unión, "para sanar las heridas de la nación":
la presidencia de Lincoln, en un momento de grandes pasiones morales de la
historia de los Estados Unidos, es un caso de estudio en liderazgo de alto
vuelo.
En estos días en los que todo es
sobre Lincoln -probablemente, Steven Spielberg ya está contando sus Oscar-, los
ejecutivos y empresarios de toda raza podrían desempolvar sus libros de
historia y prestar más atención a la que podría llamarse la escuela de management Lincoln.
Incluso antes de la llegada
de Lincoln, la película, ya existía entre los líderes del país una
suerte de culto alrededor del 16° presidente. Los altos y no tan altos
directivos siempre han buscado inspiración en su vida y en su obra. Pero ahora
que Barack Obama encara un nuevo mandato y que los capitanes de la industria tienen
problemas para seguirle el paso a la vertiginosa transformación de la economía
global, las lecciones que dejó Lincoln parecen más actuales que nunca. Son
lecciones que demuestran la importancia de la resiliencia (esa capacidad de
resistencia y recuperación), la tenacidad, la inteligencia emocional, la
escucha reflexiva y la minuciosa evaluación de todos los ángulos de un
argumento. También demuestran el valor que tiene ser fiel a una misión más
grande.
"La presidencia de Lincoln
es un aula enorme y bien iluminada para los líderes empresarios que busquen
construir organizaciones duraderas y exitosas -dice Howard Schultz, director
ejecutivo de Starbucks-. Lincoln siempre aspiraba a más, y siempre convocaba a
los ciudadanos a tomar caminos más elevados y a abocarse a propósitos que
fuesen más allá de ellos mismos. La escucha y la autenticidad son cualidades
esenciales en un líder, ya sea que a uno le toque conducir un país en tiempos
de guerra o a una compañía en un período de transformación."
Como historiador de la Escuela de
Negocios de Harvard, he sido alumno de Lincoln por más de una década. He
escrito un caso de estudio y varios artículos sobre su presidencia y he
conversado extensamente sobre él con ejecutivos y empresarios. La
película Lincoln , que sigue paso a paso sus esfuerzos para
garantizar la aprobación de la 13a. Enmienda, que declaró la esclavitud como
inconstitucional, ofrece amplia evidencia de sus habilidades de liderazgo. Pero
para mí, el mejor ejemplo para apreciar sus fortalezas de liderazgo se
encuentra en una experiencia más temprana, con la redacción de la Proclama de
Emancipación.
Antes y después de la firma de
esa proclama, Lincoln debió enfrentar una seguidilla de reveses militares, una
intensa oposición política, su propia depresión y sus dudas. En el verano de
1862, las fuerzas confederadas, al mando de Robert E. Lee, atacaron
"repetida e incansablemente, con una valentía rayana en la
inconsciencia", como escribió el historiador James M. McPherson. Quienes
apoyaban a la Unión advirtieron que la Guerra Civil sería mucho más larga y
sangrienta de lo que imaginaban.
BAJO LA TORMENTA
Periódicos y políticos del Norte
asediaban al gobierno con acusaciones de incompetencia. El número de
voluntarios del ejército de la Unión menguaba. Entre los abolicionistas,
quienes desde el principio de la guerra urgían a Lincoln para que avanzara
contra la esclavitud, la frustración era cada vez mayor. Lincoln describió su
propio estado como "tan inconsolable como podría estarlo y vivir". Y
en el ámbito personal, la muerte de su hijo Willi, de 11 años, cinco meses
antes, todavía causaba enorme pesar tanto en él como en su esposa. Sin embargo
y a pesar de todo su sufrimiento mental, Lincoln nunca les dio lugar a sus
miedos más oscuros. Su capacidad de resistencia y recuperación y su compromiso
con la preservación de la Unión lo ayudaban a seguir adelante.
La capacidad de experimentar
emociones negativas sin por ello hundirse es vital tanto para los ejecutivos
como para los empresarios. Ari Bloom, asesor estratégico de empresas
relacionadas con el consumo, lo explica de esta manera: "Nada te prepara
para los altibajos emocionales que siempre se producen cuando se empieza un
negocio nuevo. Siempre habrá obstáculos, más grandes o más pequeños, desde
cuestiones personales hasta atraso en la entrega de insumos, desde pagos
atrasados hasta huracanes". Para atravesar esos obstáculos, los
empresarios deben mantener la compostura profesional y ser fieles a su visión y
a su propia integridad, dice Bloom.
"Parte de la habilidad de
Lincoln para avanzar en ese terreno tan difícil era su inteligencia emocional y
la profunda fe que alimentaba su visión de futuro. Pero también su modo de
buscar consejo y reunir información de un amplio espectro de personas,
incluidos aquellos que no estaban de acuerdo con él. Eso es importante para
consolidar cualquier empresa, porque uno tiene que saber escuchar a los
clientes, los empleados, los proveedores y los inversionistas, incluidos
aquellos que son críticos de nuestra gestión", agrega.
La habilidad de Lincoln para
manejar la palanca de cambios en momentos difíciles, sin por ello abandonar el
objetivo final, es una lección vital para aquellos líderes que ocupan cargos en
medio de las actuales turbulencias.
En algún momento entre fines de junio
y principios de julio de 1862, Lincoln empezó a redactar el borrador de la que
sería la Proclamación de Emancipación. El 22 de julio, le comunicó a todo su
gabinete que había "tomado la decisión de dar ese paso, y que no los había
convocado para consultarlos al respecto", sino para "presentarles el
proyecto de la Proclamación". Lincoln siempre había sido un pensador
pausado y minucioso, que examinaba cada asunto desde todos sus ángulos. El
gabinete estaba dividido en cuanto a la proclama, pero a esas alturas era muy
improbable que pudiesen disuadirlo. Sin embargo, el secretario de Estado,
William H. Seward, sugirió que el presidente aguardara hasta la victoria de la
Unión para luego lanzar la proclama, para que no pareciese la última medida de
un gobierno exhausto. A mediados de septiembre de 1862, después de la
sangrienta victoria de Antietam, donde murieron o fueron heridos más de 20.000
soldados de ambos bandos, Lincoln hizo pública la Proclamación de Emancipación.
Era un acto radical. Transformaba el significado y el alcance de la Guerra
Civil. Lo que había comenzado como un conflicto para salvar la Unión se había
convertido en una contienda para salvar un país nuevo y diferente, donde la
esclavitud fuese abolida para siempre.
Ante la Proclamación, los
estadounidenses reaccionaron con vehemencia. Los abolicionistas celebraron su
llegada, pero muchos de los correligionarios de Lincoln la tacharon de
inconstitucional. En el Sur, el presidente de la Confederación, Jefferson
Davis, tildó la proclamación de intento de instar a la insurrección de los
siervos, diciendo que era una razón más para que la Confederación luchara por
su independencia. En noviembre de ese año, los efectos de la Proclamación de
Emancipación, las cuantiosas pérdidas humanas de la guerra y el deterioro de
las posiciones militares del gobierno se combinaron para que el partido del
presidente sufriera un revés en las elecciones de mitad de mandato.
Frente a ésos y otros
contratiempos, la depresión de Lincoln se agudizó, pero su compromiso con la
proclama no flaqueó. Cuando firmó el documento final, convirtiéndolo en ley,
era consciente de estar modificando un paisaje que se había vuelto mucho más
abarcador que cuando asumiera como presidente. Y advirtió que debía comunicar a
los demás ese compromiso inalienable para con un objetivo superior.
En el transcurso de la guerra,
Lincoln fue capaz de experimentar una amplia gama de emociones, sin por eso
actuar al calor de éstas ni de un modo que pudiese conspirar contra una misión
integral.
Es crucial que los líderes
practiquen ese tipo de templanza. Su experiencia cotidiana es emocionalmente
muy exigente. Las comunicaciones instantáneas a toda hora del día, como el
mail, los mensajes de texto y las redes sociales, suelen generar aún más turbulencia
y confusión. Los ejecutivos enfrentan el desafío de atravesar sus propias
emociones y las de los demás con gran consideración y reflexión previa. Tal
como Lincoln lo advirtió, la primera reacción que nos viene en mente no siempre
es la más sabia. Él fue capaz de aprender y crecer en medio de enormes
calamidades. Su historia, como ninguna otra, demuestra que los líderes no sólo
construyen el momento: van a su encuentro, y en ese proceso, ellos mismos son
transformados.
Traducción de Jaime Arrambide.
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