Así que ésta es mi cuarta entrega
del seriado que estoy escribiendo sobre liderazgo humanista.
Los que visitáis con frecuencia esta casa ya sabéis que es un tema que me
interesa mucho, y al que estoy dedicando una parte de mi agenda de
investigación de los últimos tiempos.
Todo empezó con un artículo en la
web de eMOTools en el que propuse lo que son para
mí ocho rasgos del
liderazgo humanista, y que tuvo tan buena acogida que me animó a seguir explorando en esa
línea. Eso me llevó a revisar el papel que están jugando en toda esta historia
las instituciones que más forman a directivo/as y empresario/as, y de ahí salió
el post: “Escuelas de
Negocios y la profecía autocumplida del Homo Economicus”, donde traté de argumentar por
qué creo que esas entidades necesitan renovarse a partir de un profundo
ejercicio de autocrítica. Me di cuenta que hay fallos estructurales en su
modelo educativo que podrían superarse si se tomaran en serio esta pregunta: “Por qué
necesitamos más Humanidades en la formación empresarial”, que fue la tercera entrega del
seriado.
Después comprendí, a partir de
preguntas que me repetían en varios sitios, que tenía que volver a los orígenes
de la reflexión para intentar definir lo que yo entiendo como “Management Humanista”, y sobre todo el apellido “humanista” que genera tantas dudas, algo que voy a
hacer en este post sin ninguna pretensión de dar definiciones académicas, sino
con el único fin de poner mis propuestas en su contexto.
Lo primero que quiero dejar claro
es que el término “humanismo”, tal como lo utilizo
aquí, no se refiere a ningún movimiento, ideología, partido o rama filosófica
concreta de las que se han dado en Europa en distintos momentos históricos;
sino en su sentido más genérico e integrador, es decir:
Humanismo: Búsqueda del desarrollo integral del
ser humano, colocándolo como el valor y preocupación central por encima de todo
lo demás.
De modo que “Formar integralmente” implica integrar además de
aspectos curriculares, el aprendizaje de normas, valores y competencias que
ayuden a lo/as directivo/as a aprender a pensar, actuar y
vivir desde una perspectiva crítica ejercida con
libertad y plena conciencia. Lo que estoy diciendo con esto en
términos prácticos es que el yo-empresario es también yo-ciudadano, yo-persona
y yo-comunidad, y debe haber una armonía sin dobleces entre esos roles para que
el hombre pueda realizarse en su globalidad.
Salvador García y Ceferi Soler
echan mano de la obra “The Human Side of Entrerprise”
de Douglas McGregor (1960) para definir al directivo humanista como
aquel profesional que, con el fin de dirigir personas y obtener resultados
empresariales, aplica conocimientos derivados de las ciencias
humanas, tales como la psicología social, la antropología, la
ciencia política o la filosofía, entre otras. Con ello, según los expertos, hay
un reconocimiento explícito de que “Las ciencias económicas son
claramente insuficientes para saber dirigir personas y proyectos”, y
que necesitan por lo tanto aliarse con otras disciplinas como las Humanidades.
Por cierto, un error habitual es confundir la formación “humanista” con la
formación en “Ética” que aunque comparten ciertamente ámbitos
comunes, el alcance de la primera es mucho más integral y abarcador que el de
la segunda.
La Ética es la parte de la filosofía que trata
sobre la moral de los actos humanos. Estudia el conjunto de normas morales que
rigen la conducta humana. Visto así, la formación en Ética que ahora se imparte
en las Escuelas de Negocios (EN) tiene un objetivo práctico y concreto:
establecer un marco de referencia que permita calificar las acciones y
decisiones empresariales como buenas o malas. Pero si bien permite juzgar los
actos y las intenciones, faltaría poner todo ello en un contexto más integral y
profundo que nos lleva necesariamente a colaborar con otras disciplinas de las
humanidades. Necesitamos líderes éticos pero que al mismo
tiempo sepan desarrollar una nueva sensibilidad, trabajando con sus
dos hemisferios cerebrales, tanto el analítico-racional (izquierdo) como el
imaginativo-emocional (derecho).
Hay otro asunto que destaqué en
un artículo anterior, porque que me parece crítico para sanear al Management, y es revisar el lugar que ocupa la DIGNIDAD, que es un concepto
esencialmente humanista, en las prioridades del mundo corporativo. O
como dijera Octavio Paz:
“Una educación humanista hace
comprender nuestra propia indigencia y nuestra apertura intrínseca hacia los
demás; la responsabilidad que tenemos frente a los ‘otros’ que habrán de venir
en el futuro, así como la dignidad compartida de todos los seres humanos”.
En un intento de resumen, creo
que hay algunas características que pueden distinguir al Management Humanista, y son estas:
1. Insiste
en la centralidad
de la persona frente al determinismo de lo económico.
2. Concede una gran importancia al área afectiva, interesándose por el
fomento de la autenticidad y el autoconocimiento.
3. Ve a la empresa como una comunidad de personas, y por eso
impulsa una reflexión antropológica desde dentro de ella.
4. Promueve el sentido global y la visión de conjunto, para superar
la obsesión productivista. Por eso invita a “abrir el zoom” para
entender el contexto social, cultural, económico y político que condiciona las
decisiones.
5. Reconoce la diversidad como algo positivo, insistiendo en el
respeto por la diferencia como una oportunidad (“cada ser humano es único e
irrepetible”), y evitando la tendencia a estandarizar perfiles. Se
basa en la idea de que “todas las personas son
diferentes, y hay que ayudarlas a ser ellas mismas”.
6. Explora constantemente nuevas
vías de incrementar la libertad y la responsabilidad personal. Por eso la
formación humanista se basa en modelos de aprendizaje significativo,
que son co-gestionados por los propios alumnos con el fin de que puedan
integrar a su personalidad los nuevos conocimientos y competencias de una
manera natural y reflexiva.
7. Trabaja por la igualdad de oportunidades para todos, y lucha
contra cualquier forma de discriminación. Guiado por los valores de la
solidaridad y el bien común, el humanismo está comprometido con la tolerancia y
actúa según el principio de “Trata a los demás como quieres
que te traten”.
En realidad, lo que me planteo aquí es “un nuevo Renacimiento”, una recuperación de la vocación
renacentista que entendía a la educación de forma integral y
promovía el estudio de ciencias ligadas al espíritu humano, con igual
importancia que otros saberes más técnicos o utilitarios.
Para terminar, cito a Gabriel
Castelló Taliani que invita a los nuevos economistas humanistas a
“volver al hombre”, y lo explica así:
“A nuestro parecer, la Economía
debe fundarse y echar raíces teniendo como fundamento una concepción antropológica. La Economía debe basarse en
lo que dicen otras disciplinas sobre el hombre para trabajar a partir de ellas,
y no contra ellas como ocurre muchas veces. La falta de conocimiento que tiene
la Economía del hombre hace que cuando se entremezcla una cuestión antropológica
dentro de su campo de actuación (justicia, solidaridad intergeneracional,
reparto de riqueza, el ocio como valor, el logro de la salud…), la actitud
habitualmente sea de perplejidad o de disparate. Se debe mirar qué es el hombre para, a partir de ahí, inducir el
comportamiento económico que genera (consumidor, inversor),
sabiendo que dicho análisis estará fundado en un conocimiento sólido de la
unidad esencial de la Economía que es el hombre”.
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