Quién no se ha topado alguna vez
en su vida profesional con el típico compañero que no duda en utilizar métodos
poco éticos para salvaguardar su puesto, en detrimento del trabajo del resto de
la plantilla. Ésta es una figura que se podría calificar en la jungla laboral
de depredador y que en tiempos mejores apenas se dejaba ver. Sin embargo,
ahora, en un escenario económico adverso y con una tasa de paro superior al 25%
se ha convertido en un personaje reconocido por la mayoría del personal.
Los expertos consultados definen
a este sujeto como alguien "poco comunicativo", que apenas participa
en las reuniones salvo para intentar frenar cualquier cambio o innovación que
se proponga; individualista; reacio a la colaboración; políticamente correcto;
gran escaqueador; conocedor del organigrama de la empresa y de su
funcionamiento. En definitiva, se trata de una persona que trabaja mucho para
ganarse a los jefes y muy poco para ayudar a sus compañeros y al equipo.
Según Montse Ventosa, socia de
Sticky Culture, este perfil suele definirse como el de una persona insegura en
su propio puesto, porque "alguien con talento y competente no tiene tiempo
para estos juegos". Sin embargo, cuando se producen situaciones en las que
hay riesgo de despidos, el depredador puede salir indemne ya que "sabe
venderse".
En situaciones adversas,
cualquier profesional válido puede reaccionar mal para salvar su puesto.
Aunque la mayoría de los
consultores de recursos humanos considera que aquel que se descubre como un
depredador laboral lo es para siempre, otros como Paco Muro, presidente
ejecutivo de Otto Walter, cree que, en algunos casos, este comportamiento es
transitorio. A veces, cuando cabe la posibilidad de perder el empleo, cualquier
persona válida podría experimentar una reacción así: "Este depredador
puntual suele asumir un exceso de carga de trabajo, en parte por echar una
mano, en parte por tratar de ganarse el engañoso título de imprescindible. Lo malo
es cuando descontrola esa hiperactividad y resulta nociva para el equipo, ya
que lejos de aportar nada acaba siendo un cuello de botella y no cumple sus
compromisos". Ocasional o no, este personaje es uno de los tipos tóxicos
que se pueden encontrar en la oficina. Y los compañeros poco pueden hacer para
evitar que se comporte así.
Falta de comunicación. José
Manuel Casado, socio fundador de 2C Consulting, opina que lo ideal sería que la
plantilla advirtiera al jefe de la actitud del depredador. No obstante, casi
nunca pasa porque en la mayoría de las organizaciones la comunicación no
funciona como debería. Lo que suele suceder, asegura Noelia de Lucas, directora
comercial de Hays, es que se generan políticas de pasillo. Es decir, los
compañeros comentan el comportamiento del depredador entre ellos y nunca con el
responsable del equipo porque "esta figura no se sale de los límites
permitidos". Además, Ventosa asegura que estos profesionales saben muy
bien qué teclas deben tocar para ser reconocidos por sus superiores. Sin
embargo, "los jefes tendrían que sospechar de aquellos que les hagan
demasiado la pelota. No deberían permitir que surjan estos comportamientos
porque crean mal ambiente, desmotivación y afectan al rendimiento",
comenta la socia de Sticky Culture. En algunas ocasiones, asegura Carlos
Monserrate, socio de Odgers Berndtson, la falta de actuación del líder provoca
que el grupo sancione socialmente al depredador: "Y en la mayoría de los
casos, este castigo es más potente que el económico".
Estos personajes suelen conocer bien
los límites y saben qué teclas deben tocar para ser reconocidos.
Por eso, el papel del jefe es
importante. Carlos Viladrich, director de recursos humanos de Adecco,
recomienda un liderazgo paliativo, un management cercano que fomente la
colaboración y el trabajo en equipo. Monserrate aconseja que el líder se
esfuerce en entender quién es cada miembro del equipo y cuáles son sus
funciones. De ahí la importancia de los sistemas de evaluación. "Si el
grupo está bien construido estas figuras no prosperan, porque sólo aparecen en
equipos dañados", indica el socio de Odgers Berndtson.
El papel del líder
En el caso de que el jefe se dé cuenta de la situación que está provocando el depredador, Pilar Jericó, socia fundadora de Be Up, recomienda que se lo haga saber, que lo confronte ya que, "si el responsable no hace nada, sus colaboradores pierden la confianza y la motivación. Hay situaciones que hay que erradicar porque si no se convierten en metástasis". Y si vale la pena mantenerle en plantilla, hay que reforzarle y darle una oportunidad haciendo un seguimiento exhaustivo de su actitud y su productividad. Ventosa, sin embargo, se muestra más escéptica y considera que algunas veces el coste de reencauzar a un depredador es más caro que prescindir de él.
En el caso de que el jefe se dé cuenta de la situación que está provocando el depredador, Pilar Jericó, socia fundadora de Be Up, recomienda que se lo haga saber, que lo confronte ya que, "si el responsable no hace nada, sus colaboradores pierden la confianza y la motivación. Hay situaciones que hay que erradicar porque si no se convierten en metástasis". Y si vale la pena mantenerle en plantilla, hay que reforzarle y darle una oportunidad haciendo un seguimiento exhaustivo de su actitud y su productividad. Ventosa, sin embargo, se muestra más escéptica y considera que algunas veces el coste de reencauzar a un depredador es más caro que prescindir de él.
Lo que está claro, asegura Muro, es que
hoy los jefes deben gestionar las emociones del equipo más que nunca y estar
pendientes de que el pesimismo no invada el ánimo del grupo, "porque es
entonces cuando los comportamientos se descontrolan y surgen personajes como
estos depredadores, los que tiran la toalla, los protestones, los quejicas y un
largo etcétera".
Pese a que esta figura existe desde
siempre y en todos los sectores, es ahora cuando el temor a perder el puesto de
trabajo y el miedo a no encontrar otro empleo, incitan a estos personajes a
sacar las garras.
Cómo detectar la manzana podrida
1. Faltan a la verdad.
1. Faltan a la verdad.
2. Se muestran muy ocupados y fomentan el
presentismo.
3. Se apropian de logros ajenos.
4. Falta de talento.
5. Se preocupan de que los demás bajen aunque ellos
no suban.
6. Dan la sensación de estar a la última.
7. Juegan mucho a la política.
8. Hacen la pelota para buscar padrinazgo.
9. Controlan el proceso de evaluación.
10. Son sensibles a las necesidades de los demás
porque las consideran obstáculos para su vida laboral.
Fuente: José Manuel Casado, fundador de 2C
Consulting
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