Me sigue fascinando como cualquier situación, por muy circunstancial que sea, puede darnos lecciones sobre liderazgo. Incluso un simple viaje en AVE entre Barcelona y Madrid. Normalmente me tomo estos viajes como una oportunidad para relajarme e incluso meditar. Tal vez lea algún libro, o tal vez simplemente me dedique a viajar.
Viajando en un tren que circula a 300 kilómetros por hora es un momento especial. Primero por el hecho de reconocer la capacidad creativa del ser humano. Probablemente ni nos demos cuenta, pero el tren de alta velocidad es una importante innovación creada por el ser humano.
Cuanto conocimiento y sabiduría hemos necesitado acumular, cuantas “prueba y error” se han llevado a cabo antes de poder estar en condiciones de imaginar, diseñar y crear estos trenes. Nos permiten “volar”. Lo que antes se hacía con el puente aéreo, ahora se hace con mayor comodidad (eso sí, la estrategia de precios de Renfe deja que desear) y a una velocidad que impresiona. Barcelona-Madrid (o en dirección opuesta) en menos de tres horas. Impresionante.
El AVE es un ejemplo de una tendencia observable en innovación. Parece como si una gran parte de los esfuerzos innovadores estén dirigidos a permitirnos correr cada vez más. La promesa: “si corremos mucho, aprovechamos mejor el tiempo, somos más productivos, y por tanto nos quedará más tiempo para la ‘vida privada’”.
Ahora vamos a 298 km/h. ¡Guau! Pero ¿qué es eso borroso que se ve a través de las ventanas? Parecen árboles. ¿Serán árboles? No estoy seguro. Vamos tan rápido que no consigo distinguir. ¿No será ese el precio que pagamos por ir tan rápido? El de no ver los “arboles”. Se dice que “el árbol no te deja ver el bosque”. Sin embargo, ahora con el incremento de la velocidad, no vemos ni los “árboles”. ¿Cómo vamos si quiera a pretender ver el “bosque”?
Observo que en la mayoría de las organizaciones, las personas disponen de todos los medios para ir cada vez más rápido. Paradójicamente, cada vez se va más lento, y cuesta más encontrar las respuestas sostenibles para afrontar los cambios necesarios y poder adaptar la organización.
Cada vez se “ven menos los “árboles” (oportunidades, riesgos, impacto, inquietudes, voces no escuchadas, etc.) y aún menos el “bosque”, metáfora de aquello que realmente importa. Liderar a “300 km/h” impide ver aquello que realmente importa. A mayor velocidad, mayor enfoque en el corto plazo. A mayor enfoque en el corto plazo, más en el olvido queda lo que realmente importa.
Como le dijo el conejo a Alicia “en este país, para no moverse del sitio hay que correr mucho” (algunas veces es bueno cuestionar lo que se lee, incluso este artículo). La estrategia del “conejo” es una estrategia reactiva, pues se juega para no perder (el “sitio”). ¿Y si se dejase de correr? Tal vez, una oportunidad para comenzar a “jugar para ganar”. Tal vez, incluso se llegaría antes.
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