El psicólogo, Jesús
A. Lacoste, nos explica en su blog en qué debemos fijarnos para
catalogar a una persona de antilíder y, con ello, no solo se
refiere a los jefes, sino a aquellos compañeros que es mejor tenernos lo más
lejos posible o, si no puede ser, intentar no convertirse en el blanco de sus
dianas.
En primer lugar, el antilíder se siente por encima
de los demás, por ello actúa de una manera pedante, soberbio y hostigador.
Como se cree que lo único bueno es su punto de vista, no escucha ni pide
consejos, además no reconoce sus propias limitaciones ni sus errores.
En segundo lugar, se atribuye los méritos ajenos.
Como es incapaz de realizar una tarea o tener ninguna responsabilidad, le dará
las vueltas a las cosas para hacer saber que son suyos los méritos de los
demás, y sin ningún tipo de vergüenza. Además no le gusta asumir riesgos, por
lo que siempre va a estar transitando caminos ya recorridos o yendo detrás de
los demás, aunque ocultándolo.
En tercer lugar, un antilíder abusa de su poder, tenga
mucho o poco, lo que no soporta es que alguien brille más que él, por lo que
suele rodearse de gente mediocre, para que no le haga sombra. Con su equipo
actúa de manera gris y descorazonadora, no le anima y ademas promete y no
cumple, lo que genera mucha desconfianza y pérdida de credibilidad.
Como no sabe trabajar en equipo, actúa sin
aprobación o consenso con los demás. Hemos dicho antes que no le interesa la
opinión del grupo, por lo que hace y deshace a su antojo, incluso si sus
decisiones perjudican a los demás.
En conclusión, el antilíder es un personaje bastante
abundante en las oficinas del que es mejor mantenerse lejos.
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