Los sub 30 pierden los
complejos. Una encuesta reveló que 6 de cada 10 jóvenes no quiere depender de
nadie en el trabajo y sólo el 11% admite normas.
"El objetivo de los programas de jóvenes profesionales es atraer nuevos
talentos"
Para Alejandro, de 19 años, estudiante de Ciencias
Económicas, no hay nada como ver “Ale” escrito en el vaso gigante que le dan en
Starbucks. Mariana y Diego, un poco más grandes, se están por casar y por las
vacaciones de invierno en la nieve tuvieron récord de “me gusta” en Facebook.
Los ciento y pico de “likes” no les cambiaron la vida, pero los pusieron
contentos. A Carolina (28) la ascendieron en el banco en que trabaja. Elegir la
foto de perfil de WhatsApp, para ella, es clave. Porque el “marketing personal”
también juega. Esa imagen que todos ven cuando la buscan tienen que ser fresca,
alegre, pero no demasiado sensual... En la vida de los sub 30, las reglas
sociales están desacartonadas. Mostrar la intimidad o el éxito no está mal ni
despierta culpa. Porque en la Generación Ego, la individualidad es el centro de
la escena.
Esta realidad, de jóvenes de clases medias urbanas, tiene
matices. Al mismo tiempo que ponen los deseos personales sobre todo, en las
relaciones sociales se muestran tolerantes: suelen apoyar las movidas
solidarias y respetar más las identidades sexuales. Acostumbrados al “on
demand” digital, en el día a día buscan lo inmediato y en la vida, a lo sumo al
mediano plazo. El cambio constante de la época no habilita construcciones
largas o imaginarse adónde llegar en 10 o 20 años.
“Más que personas individualistas o egoístas, lo que se ve
es un proceso que viene dándose desde los ‘60 y que se acentuó: supone el
corrimiento del individuo de lo que les marcaban las instituciones
tradicionales como la Iglesia o la escuela. Ahora, la sociedad de consumo
permite construirte a vos mismo”, opina Cecilia Arizaga, directora de la
carrera de Sociología de la universidad UCES. Describe: “Antes vivíamos en la
obediencia; hoy, la propia sociedad te pide iniciativa individual, ser uno
mismo, tener proyectos, ser espontáneo y sensible a los nuevos productos, es
decir, ser cool”. Esa dinámica exige tener una identidad fuerte y diferenciada.
Algo egoíca. Se retroalimenta: el mercado estudia los gustos de los jóvenes y
desarrolla productos que acentúan esos gustos.
Las investigaciones, aunque algo arbitrarias, ponen
porcentajes. Ejemplo: una encuesta a 800 estudiantes universitarios de Capital
y GBA que publicó la Universidad Argentina de la Empresa (UADE) en junio
pasado, señaló: 6 de cada 10 prefieren “ser jefes o un trabajo autónomo, para
no depender de nadie”. La independencia es un valor de época y derriba la costumbre
de pagar “derecho de piso” para que el beneficio llegue más adelante.
Sólo el 11% de los entrevistados admite entender el sentido
de las normas: para el resto, es difícil cumplirlas siempre, porque dependen de
situaciones particulares, como la de no respetar un semáforo de noche. En la
encuesta de la UADE, “la felicidad” resultó elegida por 5 de cada 10, por
encima del “bienestar de mi familia” (34%) y el “bienestar de mi país” (5%). A
la hora de encarar una actividad, sea cual fuera, el 67% contestó que prefiere
decidir sin pedir consejos. La investigación concluye: “La sociedad posmoderna
genera ideales de libertad asociados a actitudes individualistas”.
En enero, la multinacional Ford había presentado un informe
sobre la denominada Generación Z (los
nacidos a partir de 1995 y criados en la era de Internet) que se basó en
encuestas en varios países. Entre los resultados: los más jóvenes adoran a los
rebeldes y, para ellos, fracasar ya no es un estigma. En una era de
transformaciones permanentes, el único fracaso es no atreverse. Quedarse
quieto.
También entra la llamada Generación Y, los que llegaron al mundo a partir de 1982 hasta el
95. Un informe de la consultora Deloitte, terminado este año y con preguntas a
7.800 jóvenes de 29 países indicó que el 75% de esos jóvenes piensa que las
empresas están demasiado preocupadas en su propia agenda y poco en mejorar la
sociedad. Según la estadounidense Pew Research Center, dos tercios de la
comunidad “Y” preferiría un trabajo que les guste antes que otro aburrido, pero
mejor pago.
El médico psicoanalista Luis Minuchin, profesor de la
Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires (APDEBA), evalúa: “Antes, el modelo
era el desarrollo ‘para toda la vida’ y había realidades, como el matrimonio,
que podían asfixiar. La nueva cultura se permite corregir situaciones sin caer
en criterios de éxito o fracaso. Esa búsqueda de libertad es algo positivo”.
Pero Minuchin también cuestiona: “Esa misma cultura impone
que todo debe ser mostrado. La intimidad pasó a espectáculo. Es una especie de
necesidad narcisística de revalorización de uno a partir de la valoración que
te dan los otros”. Desde ese análisis, el paisaje superpoblado de egos puede
enmascarar otra realidad: miedo a los cambios y fragilidad.
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