Reinventarse en el
momento de éxito es el desafío de todas las compañías, que deben sortear un
futuro impredecible que se acerca a la velocidad de la luz.
Casi diariamente aparecen novedades tecnológicas que
influyen y modifican la vida en sociedad. Sin embargo, no sucede lo mismo con
las estructuras organizacionales, que se mantienen, en la mayoría de los casos,
con diseños de siglos, como si nada hubiera cambiado. Hay investigadores que apuntan
a que, en la cultura occidental, esto se debe a las religiones monoteístas que
fueron adoptadas, donde prima una figura central y, de esta manera, se
despliega la pirámide que viene a continuación, más abajo.
Es posible y materia de discusión, pero la realidad indica
que casi no existe otra manera de pensar las organizaciones, excepto algunos
pocos casos aislados y la posibilidad de algún aporte como el que fue publicado
en el Harvard Business Review, en
una nota escrita por Alexander
Osterwalder. Su propuesta es interesante, ya que cuestiona la posición
unipersonal del Chief Executive Officer (CEO), al señalar que debiera tener un
par que sea un Chief Entrepreneur (CE), algo así como "jefe de emprendimientos", que reportaran, en un mismo
nivel, al presidente.
Sus argumentos sobre el reparto de funciones no carecen de
validez. El CEO es quien sería responsable de que los procesos mantengan su
ritmo, pero el CE conduciría un equipo de trabajo que estuviera atento a lo que
puede pasar más allá del horizonte visible. Son dos miradas diferentes. Una es
el del futuro cercano, otra sobre un futuro impredecible.
Es verdad que hay ejemplos de CEO que han cumplido ambos
roles, como el de Steve Jobs (Apple) y Jeff Bezos (Amazon), pero la verdad es
que tales sujetos no abundan. Por lo general, quienes conducen las empresas están demasiado pegados a las operaciones
como para tener una visión concentrada en los negocios futuros.
Ésta sería la función del CE, quien, al decir de
Osterwalder, "alguien debería liderar el futuro de la compañía, buscar
nuevas áreas de crecimiento, un ejecutivo que pueda ayudar a las grandes
empresas a reinventarse en los momentos de su mayor éxito". Además,
agrega, "debiera ocupar un lugar en la mesa del directorio".
La primera pregunta que surge es si podrá convivir con su
par tradicional, el CEO. Pues bien, de esto se trata la novedad. Por lo
general, las áreas de investigación y desarrollo o marketing, de algún modo,
equivalentes a la función del CE, están por debajo de los niveles superiores.
En la actualidad, existe una publicidad en nuestro país que es un ejemplo
perfecto. Se trata de un diálogo entre un jefe y un supervisado. Éste propone
hacer algún tipo de regalos a sus clientes, como un juego de cubiertos para
asado. El jefe replica que está pensando en algo más relacionado con la
tecnología. El empleado aporta: "¿Una tablet?". "¡Eso,
perfecto!", aprueba el jefe, como una buena idea. El empleado,
tímidamente, señala que fue su ocurrencia, pero el jefe descalifica el aporte:
"Usted dijo juego de cubiertos para asado".
¿Qué sucederá después? El jefe llevará la idea a sus
superiores como propia y la creatividad se pierde en el archipiélago confuso de
la organización. Entonces, aquello de ubicar a un ejecutivo que se haga
responsable de proyectos a futuro en el podio de las decisiones podría ser una
cuestión vital. Tan luego, ni más ni menos, de supervivencia.
Osterwalder, con acierto, señala que quien ocupe ese lugar
precisa de competencias específicas, como la pasión por la innovación; la convicción de que todo es posible conviva con la incertidumbre, y una
particular habilidad diplomática.
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