En cualquier equipo
hay buenos y malos profesionales. El problema se produce cuando los malos,
además de no cumplir los objetivos, frenan el trabajo de los demás. Esos son
los llamados tóxicos.
Empleados fósiles, compañeros quejicas, trepas que sólo
buscan una promoción sin hacer méritos para ello y jefes tóxicos que frenan el
buen funcionamiento de un equipo trabajan codo con codo con profesionales
responsables orientados a resultados. Todos ellos forman la fauna de una oficina.
Todos tenemos que convivir con un espécimen difícil o con un colaborador que
obstaculiza nuestro trabajo. Eso sí, éstos no son la norma sino la excepción en
una plantilla. Pero sus actitudes obstaculizan el trabajo bien hecho.
Para identificarles, lo ideal es conocer qué es un compañero
tóxico. Según Paco Muro, presidente de Otto Walter, "es aquel que
perjudica al conjunto, el que crea mal ambiente, problemas y calamidades. Los
peores son los tóxicos intencionados, los que actúan de mala fe". Aunque
lo cierto es que es complicado elegir cuál de todos ellos es más dañino, pues
todos, en mayor o menor medida, contaminan la marcha de un equipo. Si Genoveva
Vera, coach y experta en liderazgo, tuviera que elegir a los peores señalaría
"al opositor, porque se pierde mucho tiempo intentando convencerle de
cualquier decisión que se tome; el beligerante, ya que afecta de forma negativa,
lo que altera y desequilibra los ánimos del resto; y el quejica, porque por no
oírle sus compañeros suelen responsabilizarse de tareas que él no quiere
realizar, lo que produce una sobrecarga de trabajo al resto".
Los peores son aquellos que
actúan de mala fe
y que son malintencionados con el resto
Y esto a pesar de que, como señala Montse Ventosa,
presidenta de Truthmark, "se calcula que un 10% de las personas son
detractores y algo así como antiempresa". Sin embargo, "cada vez son
más los profesionales conscientes de que el trabajo forma parte de la
socialización y es una manera de sentirse realizado, de crecer como persona y a
nivel laboral", añade. Además, con las reducciones de plantilla que ha
sufrido la mayoría de empresas, "ha quedado más a la vista quién es equipo
y quién no. Cuando todo va bien, es más fácil camuflar las miserias, pero
cuando las cosas se complican se ve la esencia de cada uno, y quién estaba
comprometido sólo a las maduras", sostiene Paco Muro.
¿Mal necesario?
Lo que cabría preguntarse es si estos personajes son
realmente necesarios en la oficina para alcanzar ese equilibrio entre el yin y
el yang laboral. Para Genoveva Vera, "todo lo que existe es porque tiene
una función. Yo quiero pensar que lidiar todos los días con personajes de este
tipo te hacen crecer como persona y como profesional. Tu capacidad emocional y
tus habilidades sociales aumentan de forma exponencial porque, después de
superar con más o menos éxito el trato con dichos especímenes, hace que tu
relación con el resto de personas sea como una balsa de aceite".
Para que la situación no se desmadre está el jefe, que debe
actuar con los miembros de su equipo "de forma personalizada, tratando a
cada uno de ellos según su estilo personal. La gestión de personas del futuro
pasa del café para todos a la customización, de hablar con las plantillas a
tratar con las personas de manera individual", explica Montse Ventosa. El
líder que haga este seguimiento pormenorizado sabrá detectar al tóxico cuando
se presente, aunque como advierte Muro, "el tóxico casi siempre va más
allá, por tanto es mejor una vacante que un personaje de este tipo". Si un
trabajador no hace más que poner zancadillas y entorpecer, hay que actuar para
que no merme a todo el equipo.
Un espécimen difícil de
extinguir: El mal jefe
En un escenario como el actual, tras la cantidad de despidos
colectivos que muchas empresas se han visto obligadas a hacer, parece que dos
especímenes se han impuesto por encima del resto en aquellos equipos en los que
el jefe también es un personaje tóxico: el pelota y el chivato. Así lo cree, al
menos, Genoveva Vera, 'coach' y experta en liderazgo, quien explica que
"no hay ningún mal líder que no tenga en su corte de favoritos a estos dos
perfiles, necesarios para tener toda la información bajo su control y, a su
vez, su ego alimentado".
"Hay algunos responsables equivocados, que creen que
con el miedo a perder el empleo, los trabajadores están más felices", dice
Paco Muro, presidente de Otto Walter. Pero el miedo nunca ha sido un buen
instrumento de liderazgo, "por eso hay mucho jefe incapaz de manejar con
acierto la exigencia, que tiene un trato inadecuado con el equipo y piensa,
además, que se lo puede permitir". Y éste no es el único ejemplo. Hay
otros responsables que se cuelgan medallas que no se han ganado cuando su
equipo cumple algún objetivo, y que tienden a culpar a alguno de sus
colaboradores cuando las cosas no salen como deberían. Muro cree que en cuanto
mejore la situación del mercado laboral, "los mejores del equipo huirán de
esos líderes impresentables y descubrirán que lo que han sembrado es
desprecio".
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