Los usuarios
amplifican su voz a través de Internet, pero las empresas deben retomar la
iniciativa en ese diálogo y buscar nuevos modelos de relación con el cliente.
¿Quién debe tener la iniciativa en la conversación entre
empresa y cliente? Los usuarios utilizan las herramientas que ha puesto en su
mano la tecnología y se hacen oír, aunque no siempre en la línea deseada por
las marcas. Muchas compañías se han visto sobrepasadas por las redes sociales y
su enorme influencia en la decisión de compra y en la propia imagen de las
firmas y han cedido las riendas de su estrategia de comunicación, a los
usuarios.
Sin embargo, una cosa es escuchar al cliente y orientar la
empresa hacia la satisfacción de sus necesidades y la búsqueda constante de
nuevos nichos de negocio y, otra muy distinta, es dejar la comunicación en
manos de los usuarios. Perder la iniciativa en la conversación con los clientes
significa perder el control de la imagen de la marca.
Los cambios en la forma de comunicarse con los clientes y el
paso de la conversación unidireccional, que existía antes de Internet y las
redes sociales, al diálogo, han hecho que las empresas necesiten replantearse
su modelo de relación con el cliente. Dicho modelo debe definirse en función de
tres variables centrales: La filosofía de la empresa/marca; el target al que
apuntan y el modelo de relación.
En cuanto a este último aspecto, y a modo de
ejemplo, los nuevos empresarios, los que están creando gran parte de las que
serán las mayores compañías del mundo dentro de diez años, utilizan de forma
mayoritaria un método gráfico que ayuda a verificar la viabilidad de un
proyecto. También está el método conocido como "mapa de la empatía".
La idea que propone es diseñar productos, servicios y modelos de negocio con
los ojos del cliente, lo cual no implica que éste sea el único punto de vista
que debe adoptar una empresa, pero sí que debe obtener un conocimiento profundo
del entorno, el comportamiento, las inquietudes y las aspiraciones de los
clientes.
Gracias a este ejercicio, la empresa podrá saber cuáles son
los productos y servicios que necesitan sus clientes, cómo ayudarles a
conseguirlos, qué trato y relación debe establecer con ellos y por qué tipo de
servicios están dispuestos a pagar más.
El 99% de las compras que hacen los consumidores se hacen
por impulso y por sentimiento, sin un razonamiento que avale esa acción. Por
eso, el auténtico desafío que afrontan las empresas es generar experiencias más
interesantes e intensas en torno a sus productos.
El marketing emocional
examina qué emociones y aspiraciones debe satisfacer la empresa para poder
venderlas después. Se trata de buscar un lugar en la mente del consumidor
intentando conquistar sus emociones. La base científica es simplemente el
reconocimiento del comportamiento humano como emocional y es aquí donde ha
surgido una nueva disciplina, el neuromarketing, encargada de estudiar el
cerebro para conocer en profundidad el proceso que mueve a la compra.
Las grandes multinacionales ya han empezado a hablar del
neuromarketing a nivel mundial. Su aplicación es de lo más diversa: comprobar
si un anuncio gusta o no, decidir la mejor ubicación de una pieza publicitaria,
anticipar la acogida que tendrá un producto en el mercado, determinar la
posición óptima en un lineal o, incluso, valorar la venta potencial de una
promoción.
Emocionar al cliente es el objetivo. La forma de conseguirlo
puede ser muy variada. Las marcas que han creado nuevos modelos de relación con
sus clientes se apoyan en la tecnología, la innovación, el contenido, las
experiencias o el servicio exclusivo. Pero todas ellas coinciden en dos
principios: adivinar las aspiraciones del cliente y ofrecerle una nueva
sensación.
Daniel Vardé, es
socio a cargo de la práctica de Consumo Masivo de Deloitte y Antonio Ibañez
Director de DaemonQuest by Deloitte
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