Experiencias

Rodolfo Salas: Facilitador y potenciador sobre conocimientos de liderazgo, estrategia, marketing y gestión de los negocios.

Fortalezas: Dirigir, inspirar e integrar a otros con una gran energía, Aceptar cambios de forma positiva, Desarrollar relaciones con otros, Ser más visible y Tener un alto grado de compromiso.

martes, octubre 05, 2010

Titanic: un ejemplo de management

Hace poco tiempo volvieron a echar en televisión la película Titanic (1997), de James Cameron y Leonardo Di Caprio y Kate Winslet, como actores protagonistas; una cinta de tres horas que recibió 14 nominaciones a los Premios de la Academia y que finalmente se alzó con 11 estatuillas.

Siempre me ha parecido fascinante la historia del Titanic, tanto desde un punto de vista histórico como desde un punto de vista empresarial y humano en el que se tratan muchos temas interesantes como el peligro de la infalibilidad, el desprecio a la competencia, la soberbia o la falta de prudencia, entre otros. El nombre de Titanic se lo dieron en homenaje a los titanes de la mitología griega, una raza de poderosos dioses que gobernaron durante la legendaria edad dorada, queriendo reflejar de este modo la grandeza del transatlántico.

Estrenada en el año 1997, Titanic es una película con dos historias paralelas. Por un lado, la propia biografía del transatlántico, y por otro, la historia de amor entre una joven de la alta sociedad inglesa –Rose Dewitt Bukater (Kate Winslet)– comprometida con un adinerado hombre de negocios norteamericano –Cal Hockley (Billy Zane)– y su amante, un joven pintor bohemio –Jack Dawson (Leonardo Di Caprio)– que gana su pasaje a la embarcación en una mano afortunada de póker. La búsqueda de un valioso diamante en las aguas del océano por una expedición del Titanic nos sumerge en esta cinta. Una anciana superviviente del naufragio relata en flasback la historia del buque y su romance con el joven Dawson.

En 1907, el astillero Harland & Wolff es encargado de la construcción del Titanic. 42.000 toneladas de peso, 260 metros de eslora, 30 metros de alto, y un coste de 1,5 millones de libras esterlinas eran sólo algunos de sus espectaculares datos. Las compañías aseguradoras, convencidas de la insumergibilidad del buque, redujeron considerablemente sus primas.

El 31 de mayo de 1911, el Titanic era botado por primera vez, y casi un año después, a las doce del mediodía del miércoles 10 de abril de 1912, partía del puerto de Southampton (Inglaterra), en su viaje inaugural. Su primera parada: Cherbourg (Francia), donde llegaría a las 17:30; horas más tarde, sobre las 20:30, es elevada el ancla rumbo a Queenstown (Irlanda); poco antes del mediodía del día 11, el Titanic arriba a su destino en la que sería su última parada antes del hundimiento. En torno a las 13:30 zarpaba rumbo a tierras americanas.

El presupuesto de esta película también fue considerable: 200 millones de dólares y un impresionante despliegue de producción, en el que Cameron contó con la ayuda de su hermano –ingeniero aeroespacial de la Nasa– para el diseño del submarino.

Destacamos algunas enseñanzas para el mundo de la empresa:

1. El complejo de superioridad –creerse por encima del bien y del mal– es un rasgo que se da con demasiada frecuencia entre quienes ocupan puestos de gobierno. Los hechos, sin embargo, suelen poner en su sitio a aquellos que se encuentran dominados por la soberbia ya que, antes o después, suelen estrellarse:

– Así que éste es el barco que dicen que es insumergible, señala la madre de Rose.
– Y es insumergible –apunta el impertinente Cal Hockley–, ni Dios podría hundirle.

Minutos más tarde, Bruce Ismay –inspirador del Titanic– y el señor Andrews –el ingeniero naval– son quienes ensalzan las grandezas del buque:

– Es el objetivo móvil más grande construido por la mano del hombre en toda la historia y nuestro ingeniero naval el señor Andrews lo diseñó desde la roda al timón.
– Es cierto que lo he construido yo, pero la idea fue del señor Ismay. Sugirió un buque de vapor de una envergadura tan grande y con un equipamento tan lujoso que su supremacía jamás sería puesta en duda, y en él estamos. Ahora es una “sólida” realidad.
– (...) Por cierto ¿A quién se le ocurrió el nombre de Titanic? ¿Fue a usted Bruce?
– La verdad es que sí. Quería que vieran la idea de su tamaño. Un gran tamaño significa estabilidad, lujo y sobre todo, fuerza.

Desgraciadamente, en la madrugada del 15 de abril de 1912, a eso de las 2:20, dos horas y cuarenta minutos después de la colisión, el “buque de los sueños” como se le vino a llamar al Titanic, se hundía a 3.800 metros de profundidad en las gélidas aguas del Atlántico Norte. De las 2.229 personas que iban a bordo entre pasaje y tripulación, tan sólo sobrevivieron 705.

2. No hay que confundir experiencia con infalibilidad. “La vida –solía decir Charles Chaplin– da tiempo nada más que para ser amateur”. Estimular la prudencia es una de las asignaturas pendientes de un buen número de gobernantes. Los años, son un componente de innegable ayuda para no fallar, pero en un entorno dominado por el cambio, reproducir comportamientos como un autómata no es lo más aconsejable. Ya lo decía Jean Paul Getty: In times of rapid change experience could be your worst enemy (En tiempos de rápido cambio la experiencia podría ser tu peor enemigo).

El Capitán Smith, con más de tres décadas de travesías a sus espaldas, cometió el error de no prestar atención a las numerosas advertencias que informaban de grandes masas de hielo en el océano:

– Disculpe señor, han avistado icebergs, el aviso proviene del norte, le comenta un marinero.
– No se preocupe. Es normal en esta época del año. Además, doblaremos la velocidad; he ordenado encender las calderas que faltan.

Brock Lowett (Bill Paxton), el director de la expedición, en su conversación con la anciana Rose (Gloria Stuart) precisa bien lo que se quiere explicar:

– 36 años de experiencia jugaban en su contra. Supuso que avistarían cualquier obstáculo que pudiera hundirles y tendrían tiempo para mirar. Pero el buque es muy grande y el timón es muy pequeño. No sirve para mirar rápido. Nada de lo que él conoce le sirve.

3. Es normal que cuando uno se lanza a una aventura empresarial piense que le va a ir bien, entre otras cosas, porque si no fuese así, no la llevaría a cabo. Pero el optimismo debería ser moderado. Siempre hay que contemplar la otra posibilidad ¿Qué haré si me va mal? Hay que prever alternativas –¡para casi todo!– por si las cosas no transcurren como uno esperaba:

– Señor Andrews, he hecho un cálculo mental y con el número de botes salvavidas multiplicados por la capacidad que mencionó, lo siento, pero no son suficientes para los que vamos a bordo, advierte la señorita Bukater.
– Sólo hay capacidad para la mitad, contesta éste. En realidad diseñé un nuevo tipo de pescantes donde cabía otra hilera de botes al lado de los que están, pero algunos pensaron que la cubierta parecería demasiada abarrotada así que se denegó la proposición.
– Con los que hay ya es un desperdicio de espacio para un barco insumergible, afirma el engreído Cal.
– Duerma tranquila señorita Rose. He diseñado un buque fuerte y muy marinero, es el único salvavidas que necesita.

4. Los puestos de Alta Dirección se justifican, entre otras cosas, por dar la cara ante las dificultades más graves. Algunos mandos, sin embargo, en cuanto se presentan los primeros inconvenientes, son expertos en escabullir el bulto. Éste es el caso de Cal, quien no tiene ningún reparo en hacerse pasar por padre de una niña con tal de poder embarcarse en uno de los botes reservados a las mujeres y los niños.

5. La competencia nunca está quieta. Menospreciarla bajo el pretexto de que se ocupa una posición de dominio –por grande que sea– es una insensatez. Jack Dawson, un tipo aparentemente con poco futuro y objeto de continuas mofas por los amos del universo de primera clase –como los llama la señorita Dewitt Bukater–, es quien finalmente acaba seduciendo y conquistando a la joven Rose (minutos 50–65).

6. El dinero –del que presumen algunas personas– es maravilloso pero no es garantía de felicidad para nadie. Rose, profundamente insatisfecha con su situación, navega en medio de toda esa sociedad desprovista de valores y vacía de contenidos –a la que no duda en llamar “cueva de serpientes”– cuyo único objetivo es amasar y amasar:

– Veía toda mi vida como si la hubiera vivido. Un desfile incesante de fiestas y cotillones, yates y partidas de polo. Siempre rodeada de la misma gente y sus banales conversaciones. Sentía como si estuviese al borde de un gran precipicio sin nadie que me ayudara a no caer, sin nadie a quien yo le importara o se fijara en mí...

7. Como hemos repetido tantas veces en este blog, la avaricia rompe el saco. Saber ceder a ciertas propuestas irresistibles y no dejarse llevar por una ambición sin límites también es importante en el ámbito de la empresa:

– Así que no ha encendido todas las calderas, pregunta el señor Ismay.
– No, no hay necesidad. Llevamos una velocidad excelente, contesta el capitán.
– La prensa conoce el tamaño del Titanic, ahora quiero que se maravillen con su velocidad. Tenemos que ofrecer alguna noticia. Este viaje inaugural del Titanic debe aparecer en titulares.
– Preferiría no forzar las máquinas hasta que estén rodadas, insiste el capitán.
– Sólo soy un pasajero. Dejo en sus manos decidir qué es lo mejor. Pero sería un glorioso final para su última travesía si llegásemos a Nueva York con un día antes. Sorprenderíamos a la competencia y saldríamos en los periódicos. Se jubilaría con un gran éxito.

8. La capacidad de soportar altas dosis de presión es lo que a menudo justifica que se cobren sueldos más elevados. No todo el mundo está preparado para ello, hay que estar hecho de una pasta especial. En la cinta, cuando el caos se apodera de los pasajeros, uno de los marineros es el encargado de controlar el acceso al reducido número de botes. La situación le supera y tiene que hacer uso de su arma en un par de ocasiones matando a dos pasajeros ante sus intentos por embarcar. Poco después, es él quien se suicida (minutos 135–142).

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