Manuel Escudero (Director general de Deusto Business School), plantea la necesidad de cambiar el modelo de educación para directivos. Cree que si las empresas quieren estar cerca de la sociedad, no se deben olvidar de ciertos valores.
1. En 1959, cuando las escuelas de negocios estaban apenas empezando en el resto del mundo pero en EE UU se habían ya establecido como una alternativa universitaria, se dieron dos grandes revisiones acerca del futuro de la educación directiva, realizadas por dos prestigiosas instituciones, la Fundación Ford y la Fundación Carnegie. La razón de tales revisiones tenía que ver con el propio crecimiento exponencial del sector y también con el hecho de que no había aún conquistado la legitimidad en el mundo académico.
Estas revisiones cimentaron la reputación académica de la educación directiva. Se introdujeron estándares educativos, se introdujeron nuevas materias, como el análisis cuantitativo o el comportamiento organizacional, se generalizó el método del caso y la AACSB, la gran institución estadounidense acreditadora de la educación en negocios, tomó realmente el liderazgo a la hora de asegurar estándares de calidad para el sector.
Mi tesis es que, 50 años más tarde, se hace precisa una nueva revisión. Si aquélla vino propiciada por la necesidad de cambios internos en el sector, ésta viene demandada por los grandes cambios de los últimos 20 años, como la desregulación, la globalización, las fusiones y adquisiciones, y la revolución tecnológica. Es verdad que las escuelas ya han ido cambiando, y donde se enseñaban teorías estáticas de las ventajas comparativas ahora se enseñan las ventajas competitivas de Porter, pero no es suficiente. La falta de liderazgo de pensamiento que han mostrado frente a la debacle financiera es prueba suficiente de que ha llegado la hora de tomar distancia y revisar desapasionadamente la enseñanza empresarial. Por ello, en el próximo lustro vamos a asistir a una nueva revisión de la educación directiva. ¿Quién la acometerá?
2. Mi segunda tesis es que esta tarea ya no puede ser realizada en el estrecho marco de un solo país. Si la primera gran revisión fue realizada en EE UU, la segunda gran revisión ha de ser un ejercicio global. El sector es ya global, las escuelas florecen en todo el mundo, en las Américas, en Asia, Oceanía, Europa y el este europeo, el Medio Oriente e incluso en África. Y con ellas han surgido asociaciones y entidades acreditadoras en todos los continentes. En Suramérica, Cladea; en el este europeo, Ceeman; en África, la AABS, y, por supuesto, en la vieja Europa, la EFMD ha afirmado su presencia como asociación líder. Por ello, la futura revisión habrá de ser un ejercicio multilateral e incluyente.
3. Mi tercera tesis es que, si las empresas demandan cambios a la educación ejecutiva, tales cambios tienen, por encima de todo, un nombre: educación basada en la sostenibilidad y en la innovación organizacional y tecnológica. Nunca esta demanda latente ha sido tan universalmente sentida. El estudio de Accenture, presentado en la Cumbre de Líderes del Pacto Mundial de Naciones Unidas, basado en opiniones de 700 consejeros delegados (A New Era of Sustainability: UN Global Compact-Accenture CEO Study 2010), es rotundo. La sostenibilidad, como nuevo paradigma aceptado y practicado universalmente por las empresas, puede ser realidad en 15 años, pero sólo si los centros cambian la orientación de su educación, incluyendo en su currículum los desafíos del desarrollo, el cambio climático y los cuellos de botella en la producción mundial de alimentos, la seguridad en el acceso al agua, la seguridad energética, los derechos humanos o el trabajo contra la corrupción. En otras palabras, que enseñen a sus alumnos a considerar el entorno social y medioambiental de la empresa una variable estratégica clave, y les den las competencias necesarias para ello.
4. Mi cuarta tesis, en consecuencia, es que, si hablamos de cambios, la pregunta ya no es qué cambiar ni por qué hacerlo, sino cómo lograr ese cambio. Y para ello, en primera instancia, serán las escuelas de negocios las que inicien ese cambio de rumbo. Los centros ganadores serán aquellos que hagan prender la innovación de la sostenibilidad y de la innovación organizacional y tecnológica tanto en su oferta como en su organización. Y para ello se necesita, por parte de sus decanos y directivos, visión clara, tenacidad y capacidad de persuasión. La educación no se cambia por decreto, sino por los propios profesores, que deciden actualizar y adaptar sus materiales educativos al nuevo imperativo.
5. ¿Pero será esto suficiente? Mi quinta y última tesis es que será además necesario que el propio sector en su conjunto, desde el punto de vista de sus propias instituciones, cambie sus incentivos a una investigación más relevante y menos formal, sus criterios y estándares para la acreditación de las mejores escuelas y, finalmente, sus rankings.
Vivimos momentos de cambio en el siglo XXI, y existe la oportunidad, en tal caldo de cultivo, de que las escuelas de negocios aumenten la legitimidad que merecen como instituciones que forman a los que están llamados a dirigir las organizaciones más complejas de la historia, las empresas, en un mundo en el que, más que ser parte del problema, pueden convertirse en parte de la solución.
Fuente: cincodias.com
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