La confianza es el motor de la vida. Ganarse la confianza de los demás requiere ciertas actitudes, algo que dista mucho de lo que ocurre a veces en algunas empresas.
La confianza es el motor de la vida. Si consigues que las
personas adecuadas crean en ti, lograrás los objetivos fácilmente. Ganarse la
confianza de los demás requiere ciertas actitudes, algo que dista mucho de lo
que ocurre a veces en algunas empresas. Seguro que conoces a alguien que no
presta atención al que habla en las reuniones porque está enganchado al móvil
contestando correos. A quien interrumpe continuamente o a quien eleva el tono
de voz en exceso. Cuando esto sucede es difícil que la persona deje un buen
sabor de boca a quien tiene enfrente. Mucho menos que obtenga su confianza.
Para solventar estos inconvenientes, en los últimos años se ha puesto de
moda entrenar una habilidad en los jefes (o en quienes
pretenden serlo). Se llama la presencia ejecutiva, es decir, la
capacidad de conectar con los otros de una manera auténtica.
En primer lugar, debemos entender cómo viven
los demás la experiencia de estar a nuestro lado. Alguien que tiene
buena presencia ejecutiva conoce qué inspira a las personas de su entorno y les
hace sentir importantes. Para ello debe ser empático, es decir, ponerse los
zapatos del otro, pero sin llevárselos puestos. Esta situación no implica que
pierda el foco de sus propios intereses, sino que le capacita para conectar con
las inquietudes de la otra persona. Requiere escuchar y desterrar la
tecnología, como móviles u ordenadores, si se está en presencia de alguien. De
ahí que algunas organizaciones hayan comenzado a prohibir atender estos
aparatos durante las reuniones de trabajo. La confianza se apoya en hechos, que
no en palabras bonitas. Por eso, tener una buena presencia pasa por estar
presente sin perder de vista los propios objetivos. Así de sencillo.
El segundo paso es mejorar nuestras habilidades de
comunicación. Dejar un buen sabor de boca está relacionado con la forma que
tenemos de comunicar. No solo hay que saber escuchar, también debemos usar un
tono de voz adecuado para dirigirnos a los demás. Subir el tono en exceso no
ayuda a mejorar la comunicación. Tampoco interrumpir constantemente para
demostrar que se sabe más que nadie. Debemos escuchar los comentarios de los demás con respeto y
con serenidad, aunque no nos gusten o estemos en contra. Este es el motivo por
el que algunas compañías están imponiendo unas reglas de comunicación sencillas
durante las reuniones para evitar interrupciones o acaparar en exceso el tiempo
de exposición.
En tercer lugar, debemos asegurarnos de que
nuestra apariencia no es una distracción. Cuando conocemos a alguien, nuestra mente lo evalúa inconscientemente en apenas unos
segundos. La imagen que trasladamos es nuestra tarjeta de visita. Una vez
más, necesitamos ser empáticos y vestir de un modo adecuado, dentro de nuestro
estilo, claro está. Debemos evitar desafinar, algo que le ocurrió a uno de mis
amigos, comercial en una consultora. Este amigo acudió un día a ver a un
cliente que trabaja para un banco con otro compañero, experto en tecnología. El
joven que le acompañaba llevaba una ropa muy informal, incluida una camiseta
negra de un grupo de rock duro que podría haber asustado a cualquier anciana
por la calle. Su cliente, mientras tanto, vestía de manera inmaculada y portaba
una corbata cara. Mi amigo me contó que su cliente no paraba de mirar la
camiseta de su acompañante y que le costó “muchísimo esfuerzo” que confiara en
su criterio técnico.
Quizá el cliente tuviera prejuicios o tal vez estuviese
anticuado, pero no cabe duda de que tener una buena presencia ejecutiva es
vital para obtener la confianza de la otra persona. Para ello debemos ser
empáticos con quien tenemos enfrente, sobre todo si quieres conseguir algo de
él. En definitiva, cuando entrenamos nuestra presencia ejecutiva, conseguimos
una buena respuesta de la persona que tenemos enfrente. Esto es posible si
trabajamos nuestras actitudes, nuestra comunicación y nuestra apariencia de un
modo empático y profesional.
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