La Guerra de Ucrania ha tenido un extraordinario impacto disruptivo en la economía mundial, más allá de las dimensiones materiales de Rusia y Ucrania, y en primer lugar ha golpeado profundamente los mercados de commodities y las condiciones financieras e inflacionarias globales (“WB/Global Economic Prospects/june-2022”).
El resultado ha sido una desaceleración profunda de
la economía mundial, que crecería este año sólo 2,9% anual (de los 4.5%
previstos un año atrás), en tanto que los países emergentes también han
visto degradada su proyección, con un alza de 3,4% este año (casi 1 punto y
medio menos de lo diagnosticado 12 meses atrás).
Esta nítida tendencia de declinación del auge económico
global coincide con un aumento de la tasa de inflación que ha
alcanzado un piso de 8% anual en EE.UU., Europa, y tendencialmente en la
economía global.
Por eso, lo previsible ahora para los próximos 10 años es
una situación de bajo crecimiento económico combinada con una alta inflación; y
este ominoso pronóstico está directamente vinculado a la Guerra de Ucrania y su
continuidad, en la estimación del Banco Mundial.
Los últimos datos de la inflación mundial de abril de 2022
son los siguientes: la tasa global asciende a 7,8%, el mayor nivel desde 2008;
y ha trepado a 8,5% en los países avanzados, llegando incluso a 9,1% en el
Reino Unido.
Lo que desató esta ola inflacionaria en el mundo ha sido el shock
energético mundial provocado por la Guerra de Ucrania, especialmente a
partir de la invasión del 24 de febrero de 2022, acompañada por las sanciones
impuestas a Rusia por EE.UU. y los países europeos.
Algo semejante ha sucedido con el crecimiento económico
mundial, que tras haberse elevado 5,7% anual en 2021, después del virtual
colapso experimentado por la pandemia, se redujo a 2,9% en 2022, y mantendría
el mismo nivel en 2023 y 2024.
Lo verdaderamente preocupante es el alza de 2% anual en el
largo plazo (segunda mitad de la década del ´20), como expresión de
un debilitamiento generalizado de la capacidad de auge
potencial, en especial en los países avanzados.
El punto verdaderamente crítico de esta prognosis es el impacto
altamente disruptivo de los shocks energéticos y alimentarios provocados por la
Guerra de Ucrania, con el agregado de que su gravedad está directamente
vinculada a la duración del conflicto.
Lo notable es que esto ocurra cuando el cambio tecnológico
en los últimos 20 años es verdaderamente extraordinario; y la economía global
mucho más flexible y eficiente, incluso en términos energéticos, que hace
dos décadas.
La automatización se ha generalizado, y la Inteligencia
artificial (AI) se ha convertido en la tecnología más abarcativa de la época,
lo que significa que la revolución tecnológica ha desatado un proceso
generalizado de desinflación estructural.
En suma, esta caída del crecimiento potencial provocado por
la Guerra de Ucrania y sus consecuencias tiene lugar cuando está en pleno
despliegue la Cuarta Revolución Industrial (CRI).
La particularidad intensamente disruptiva de la Guerra de
Ucrania y las sanciones contra Rusia es su carácter estrictamente exógeno y
exclusivamente geopolítico, completamente ajeno al proceso orgánico de
acumulación capitalista.
Esto significa que poner término al conflicto a través
de un proceso de negociación entre las partes, puede erradicar en
un sólo movimiento y de manera prácticamente inmediata las causas de fondo de
la crisis mundial.
Pero lo que está ocurriendo en el momento actual es exactamente
lo contrario. Hay una ruptura generalizada y una completa falta de
cooperación en la economía mundial.
La crisis financiera internacional 2008/2009, surgida con el
colapso del Lehman Brothers en Wall Street, fue resuelta por un esfuerzo
fenomenal de cooperación y coordinación en el mundo, que fue encabezado por
EE.UU. y China utilizando como plataforma de gobernabilidad mundial al Grupo de
los 20 (G-20).
Las dos superpotencias, actuando en estrecha
cooperación movilizaron a todas las instituciones globales – Banco Mundial,
FMI, OMC, OIT, etc -; y lo que hicieron fue un adelanto de lo que
implica la creación de un sistema de gobierno del mundo.
Nada de eso existe hoy, sino todo lo contrario. Entre EE.UU.
y la OTAN hay una situación de guerra global con Rusia y China; y todas las
instituciones de Bretton-Woods están hoy profundamente divididas, o han sido
vaciadas de contenido real.
Hoy, en vez de un proceso de cooperación para resolver la
crisis, hay ruptura y enfrentamiento; y es esto lo que transforma a la actual
crisis en la más grave de la historia del sistema capitalista, muy
superior a la de 2008/2009.
Esto es lo que transforma a la actual situación en
extremadamente peligrosa, incluso desde el punto de vista bélico, y
profundamente volátil. Se llega a la guerra no por una voluntad maléfica, sino
por un conjunto de errores, surgidos de la ignorancia o de los prejuicios
ideológicos.
Pero en las situaciones de crisis la regla es siempre la
misma en la historia del mundo: “Allí donde quema, allí donde duele, allí está
el camino de la salvación”.
En síntesis y abreviando: hay que terminar con la
Guerra de Ucrania a través de una negociación política lo antes posible.
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