El programa fue exitoso en el arranque. Bajó la inflación del 80% al 14% anual en pocos meses. Pero las alarmas se encendieron enseguida. Historias en el Ministerio de Economía.
27 de mayo de 1973. Héctor
Cámpora saluda a José B. Gelbard, ministro de Economía.
“Van a fracasar”,
le dijo el economista chileno y funcionario del FMI, Jorge del Canto, a Carlos
Leyba, miembro del equipo económico de José Gelbard. Fue en Washington en
diciembre de 1973. Del Canto era un duro ortodoxo.
Argentina arrastraba a cuestas por entonces las exigencias
de un programa stand by que había firmado un año antes. ¿Les
suena esa cruz? Una de las paradas de aquel vía crucis era pasar por el scanner
del artículo IV. Como el gobierno peronista no quería misiones del FMI en
Buenos Aires (“Juegan un papel destructivo”, le dijeron los argentinos
al organismo en 1973), Leyba tomó un avión a DC a fines de 1973.
Del Canto fue duro. Por eso el argentino vio con
satisfacción cómo el FMI se retractó más tarde. “El Gobierno que se
hizo cargo del poder el 25 de mayo de 1973 detuvo radicalmente la espiral de
precios y salarios mediante una política de ingresos basada en un pacto social
entre el sector empresarial y el laboral”, escribió el Fondo el 16 de
diciembre de 1974. “En marzo de 1974, la tasa de inflación fue sólo de 14%, en
comparación con el 80% en el año terminado en mayo de 1973. El plan tenía por objeto
lograr una distribución más favorable y parar la inflación”.
Así dicho, todo parecía encarrilado. Gelbard era secundado
por Orlando D’Adamo (un ingeniero agrónomo y secretario de Programación y
Coordinación Económica) y el propio Leyba (subsecretario de Programación y
Coordinación Económica). En puestos más técnicos estaban economistas como
Benjamín Hoppenhayn (Instituto de Planificación Económica), Roberto Lavagna
(director nacional de Política de Precios de la Secretaría de Comercio) y
Ricardo Arriazu (representante argentino en el FMI).
José Gelbard y parte del equipo
económico del ministro.
Pero pese a que el Fondo registró esa baja de la inflación y
era optimista al comienzo del plan, “por lo bajo era terriblemente
crítico”, cuenta uno de los protagonistas de aquella época. Así también
queda plasmado en un reciente paper del investigador Raúl García Heras sobre la
experiencia peronista de 1973-1976 en el mundo de la finanzas globales basado
en memos oficiales.
Las advertencias del FMI sobre el plan argentino estuvieron.
“En 1973, pese a la brusca reducción de la tasa de inflación, el crédito
interno neto del sistema bancario aumentó 80%”, aclaró el organismo. “La
liquidez aumentó notablemente”.
Esto último que se advertía desde EE.UU. era el señalamiento
de que la Argentina echaba nafta a un incendio. El plan Gelbard puso
‘platita’ en los bolsillos a punto de que las tenencias de efectivo pasaron de
9,3% del PBI a 12,1% en 1973. Toda esa cantidad de dinero en la calle, en pleno
empleo, constituyó una monetización gigantesca que presionó sobre una
inflación reprimida.
¿Pero en qué consistió el plan Gelbard que se había aplicado
desde mayo de 1973 cuando asumió Héctor Cámpora? Técnicamente en congelar
precios, dólar y tarifas. También en aumentar salarios y
nacionalizar los depósitos (aunque en verdad, los bancos
siguieron actuando pero ahora por cuenta y orden del Banco Central, de manera
que el gobierno controlaba la cantidad de dinero y a quién se prestaba plata).
Todo esto combinado con una actitud e interpretación sui
generis de las finanzas globales. El sistema de Bretton Woods había
entrado en crisis en 1971 y en la Asamblea Anual del FMI en Nairobi de
1973 la Argentina mostró un discurso crítico de la arquitectura
financiera internacional, mostrándose a favor de hallar alternativas al orden
global de posguerra para buscar divisas. Firmó entonces acuerdos
comerciales con países socialistas. En los diarios salían avisos de que
Argentina vendía Fiat 128 a Yugoslavia y Yelmo a Hungría que hasta la UIA
apoyó.
En octubre de 1973 ‘el capitalismo’ asestó un golpe a la
rigidez del plan Gelbard. La OPEC triplicó el precio del petróleo. El superávit
comercial se convirtió en déficit y la brecha del dólar pasó a ser tres veces
el tipo de cambio oficial.
El esperpento macroeconómico fue total cuando a Gelbard lo
sucedió un equipo que pretendió corregir las distorsiones, como diría la
canción de Floria Márquez, ‘de un tirón’.
Gelbard con José Ignacio Rucci, titular de la CGT.
Una reunión de Gelbard con los sindicalistas de la CGT en
octubre de 1974.
“No teníamos acceso a la Casa Rosada, físicamente. Fue un
error quedarnos a poner la cara sin poder decidir. Gelbard renunció doce veces
y yo escribía las renuncias”, recuerda Leyba.
Las reuniones en el Ministerio de Economía eran maratónicas.
La era del computing power no había llegado y para rubricar un
aumento de 13% en los salarios había reuniones de doce horas con cuarto
intermedio.
Sindicalistas, empresarios, ministros de Economía, Trabajo y
Bienestar. “Poco antes de las 14 los mozos de Economía sirvieron a los
asistentes sandwiches y bebidas 'cola'”, contó Clarín el
31 de octubre de 1974.
El efecto inicial del plan Gelbard empezaba a desdibujarse.
Y la frase de Del Canto a Leyba, “van a fracasar”, a quedar en letra de molde.
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